Franz Walsh continuó, ahora con más énfasis. “El profeta Isaías también habló sobre la renovación que viene del Señor. Y dijo: No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a la memoria las cosas antiguas. He aquí, yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz. ¿No la conocéis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” Hizo una pausa, dando tiempo para que las palabras calaran en la mente de cada uno de los presentes. Quería que todos entendieran —y, lo más importante, que Turin entendiera— que algo nuevo estaba surgiendo. Que la renovación, por dolorosa que fuera, era inevitable y bendecida por Dios. “El Señor hace nuevas todas las cosas, queridos míos. Y aquellos que tienen oídos para oír y corazón para aceptar, verán las bendiciones que Él traerá a esta tierra. El Señor pone a los líderes en posiciones de poder para guiar a Su pueblo a través de la oscuridad, y Él pone en los corazones de los hombres el deseo de servir al bien mayor.” Las palabras parecían
Apenas teve tiempo de procesar lo que acababa de suceder cuando una voz familiar sonó detrás de ella. "Un líder perfecto, ¿no crees?" Naomi se giró rápidamente y sus ojos se encontraron con el arzobispo Franz Walsh, que la observaba con una suave sonrisa, pero llena de significados ocultos. El peso de su presencia parecía aumentar el aire a su alrededor, como si él controlara todo en ese espacio. "Su Gracia…" murmuró Naomi, sintiéndose de repente vulnerable bajo la mirada intensa del arzobispo. Franz Walsh caminaba lentamente hacia ella, sus pasos firmes, pero suaves, mientras su mirada nunca dejaba la de ella. La evaluaba, como si estuviera midiendo sus reacciones, calculando cada respuesta que pudiera dar. "Turin es un hombre notable," continuó el arzobispo, su voz llena de convicción, "y la gente lo ve. Yo lo veo. Es fuerte, justo… y lo más importante, es lo que Nordheim necesita ahora." "Pero… esto no está bien," respondió Naomi, con la voz vacilante, aun sintiendo el
Naomi caminaba por los pasillos del castillo, las palabras de Aurelius resonando en su mente. "Intenta hablar con Phoenix, tal como lo has estado intentando..." Eso la molestaba profundamente. El tono de desdén y el conocimiento velado que él demostraba indicaban que había algo más ocurriendo, algo que no comprendía del todo. Era evidente que había una red de intrigas que iba más allá de la simple política del reino, y ella estaba en medio de todo eso. Con determinación, Naomi tomó una decisión. Si había algo que descubrir, necesitaba actuar rápidamente. Se dirigió directamente al harén de Ulrich, donde las concubinas siempre estaban ocupadas con sus rutinas, protegidas del caos que se desarrollaba más allá de sus cómodos aposentos. Mientras caminaba, mantenía la cabeza erguida, su mirada fija en su destino, pasando por los grandiosos pasillos sin prestar atención a las tapicerías ornamentadas ni a los sirvientes que le lanzaban miradas curiosas.Al entrar en el harén, encontró a las
Willow sintió una punzada de miedo e intentó alejarse, pero el agarre de Aurelius era implacable."¡Sí, claro que sí! Ya te lo dije, ¿por qué estás tan preocupado por eso ahora?"Aurelius la atrajo aún más cerca, su tono frío y amenazante. "¿Dónde están esas cartas, Willow?"Ella lo miró, con el corazón acelerado. Estaba empezando a comprender la gravedad de la situación."Están a salvo, guardadas en una caja. Nadie sabe dónde están, solo yo."El agarre de Aurelius se intensificó, sus dedos se hundieron en su piel ya magullada, haciéndola soltar un pequeño gemido de dolor."Dime exactamente dónde están, ahora.""¡Me estás lastimando el brazo!" Willow jadeó, intentando soltarse.Aurelius acercó su rostro al de ella, con la voz casi inaudible."Te voy a romper el brazo si no me dices dónde están esas malditas cartas."Willow se retorció de dolor, el pánico apoderándose de ella."¡Están en la caja de madera bajo mi cama! Solo yo tengo la llave. ¡Están seguras, Aurelius!"Él la soltó con
Willow lanzó una mirada rápida a Aurelius, su aliado, y luego a Turin, el hombre que ella esperaba conquistar. "Nada, Turin," dijo nerviosa. "Todo está bajo control." Sin embargo, Naomi estaba lejos de rendirse. Se volvió hacia Turin con firmeza. "Willow me está acusando de robar esta caja. Y su contenido demuestra que no hice nada malo. Tanto es así que le estoy pidiendo que la abra." Turin miró a Willow, su expresión inmutable. "¿Es verdad?" Willow, aun sosteniendo la caja, sintió que las paredes se cerraban a su alrededor. "Sí, pero solo porque Naomi entró en el harén y tomó algo que es mío." Turin se volvió hacia Naomi, su voz ahora más fría. "¿Es verdad, Naomi?" Naomi asintió sin vacilar. "Sí. Entré al harén porque sospeché que Willow estaba robando mis joyas." "¿Lo estaba?" Preguntó Turin directamente. Naomi negó con la cabeza. "No pude probarlo. No logré abrir la caja." En ese momento, Aurelius dio un paso adelante, posicionándose al lado de Willow
Willow apretaba la caja contra su pecho mientras cruzaba los pasillos del castillo, cada uno de sus pasos resonando en el suelo de piedra fría. Su corazón aún latía aceleradamente, con los nervios a flor de piel tras el enfrentamiento con Naomi. Había adrenalina corriendo por sus venas, mezclada con un inquietante alivio. Había ganado esa mañana, pero la victoria se sentía amarga. Naomi casi había expuesto sus secretos, casi lo había echado todo a perder."Debería haber sido más cuidadosa", pensó Willow, mientras sus ojos recorrían los pasillos al acercarse al harén.Las pesadas puertas del harén se abrieron con un leve chirrido, y ella entró en el ambiente opulento y sofocante, donde las otras concubinas estaban reunidas en pequeños grupos, conversando en susurros. Al ver a Willow entrar, con la caja firmemente sujeta entre sus brazos, todas dejaron de hablar. Había tensión en el aire, una curiosidad latente. Las concubinas sabían que algo grande había sucedido, pero nadie se atrevía
Turin caminaba por los oscuros y húmedos pasillos del castillo, con pasos firmes y decididos. El aire era denso, impregnado del olor a piedra vieja y madera podrida. Se dirigía hacia la Torre, un lugar raramente utilizado en el reino, destinado a los indeseados. Ulrich, el rey alfa, no creía en prisiones ni en segundas oportunidades; prefería eliminar a quienes representaban una amenaza a su poder. Turin, por otro lado, había decidido que Naomi debía ser encerrada, para que reflexionara sobre sus actos y, tal vez, reconsiderara sus acusaciones.El estado de la Torre reflejaba la negligencia de años de abandono. Las piedras estaban cubiertas de musgo, y el sonido del viento silbando por las grietas era lo único que llenaba el silencio del lugar. Cuando Turin llegó a los escalones que llevaban a las celdas, dos guardias se colocaron a cada lado de la puerta, pero él los ignoró, concentrado por completo en la prisionera que lo esperaba.Naomi estaba en la celda más alta, cerca de la únic
La carroza se balanceaba ligeramente mientras Phoenix, reina y compañera de Ulrich, el rey alfa, observaba el paisaje pasar por la ventana. Los altos árboles de Wolfpine se alzaban imponentes, y el terreno montañoso hacía que el avance de la comitiva fuera lento y agotador. El sonido de los cascos de los caballos y las ruedas de la carroza resonaba de manera constante, una melodía que Phoenix ya conocía muy bien tras tres largos días de viaje.Suspiró, doblando las hojas de papel con el itinerario detallado de su travesía hasta Whispering Pines. Cuatro o cinco días de viaje, dependiendo de las condiciones del camino. Al menos, eso era lo que Ulrich había escrito. En la práctica, la realidad parecía mucho más agotadora y lenta. Phoenix había estudiado ese itinerario innumerables veces, para asegurarse de que todo estuviera bajo control. Pero ni siquiera su meticulosa organización era suficiente para vencer el aburrimiento.Guardó las hojas dentro del cuaderno que había pertenecido a su