La semana siguiente fue una vorágine de noticias. La demanda de Davies Inc. hacia el estudio de diseño de Steven Harris resonó a tal punto que Harris dejó su empresa en bancarrota y escapó a Europa para evitarse la vergüenza en los círculos donde lo conocían. Aunque no pasaría mucho tiempo antes de
—¿Y para qué lo quiero? ¡Dime, si no tengo nada! ¡No tengo nada, Layla! ¡Perdí a la mujer que amo y nada va a cambiar eso! Layla cruzó los brazos con rabia. —Pues para empezar podrías hacerte cargo de las consecuencias de tus acciones —lo regañó—. Y no puedes decir que no te lo advertí Nick, pero
Hacía tantos años que Layla Bennet no escuchaba aquellas palabras, que se le humedecieron los ojos. Nick siempre había sido un niño independiente. Tanto que parecía que había dejado de necesitarla a los siete años. Pero no sabía cómo, su hijo la estaba apachurrando con más fuerza de la que esperaba
Él estacionó sin responderle y le dio la vuelta al auto para abrirle la puerta. —Vamos a subir —dijo él ofreciéndole el zapato que ella le había lanzado. —¡Yo no voy a subir ahí! —Como quieras —respondió él con calma antes de sacarla a la fuerza del auto y echársela al hombro, como todo neanderta
Valeria leyó aquella carta de arriba abajo. —¿Es en serio? —preguntó desconcertada—. ¿Vas a renunciar a Bennet Design? —Voy a renunciar a mi puesto como CEO del estudio. Solo me mantendré como uno más de los accionistas —le explicó él. —Pero… pero… ¿por qué? —lo increpó Valeria sin comprender. Sa
Nick arrugó el ceño. —¡Pues felicidades! ¡Lo conseguiste! ¡Pero esta también te la voy a cobrar! Si quería provocarlo había surtido perfecto efecto. Layla ya le había hablado de aquella apuesta, pero aunque no lo hubiera hecho, Nick ya estaba convencido de que le dejaría pasar a Valeria casi cualq
Valeria le dio vueltas a las opciones que compra que tenía frente a ella en el escritorio. Estaba sentada en la misma silla que había sido de Nick por muchos años, y ahora la ocupaba ella. No le veía la luz al final del túnel a aquella oferta de los Jones. Todos sus instintos le advertían que se me
Juntó otros papeles y volvió a golpear la engrapadora.—¡Tú…! —golpe—. ¡Eres peor…! —golpe—. ¡…que Judas! —golpe.—O quizás no.—¡Dijiste que me apoyarías! —exclamó enojada mientras golpeaba la engrapadora con fuerza—. ¡Dijiste que…! ¡Eres un mentiroso!Golpe.Golpe.Una grapa se trabó y ella la sac