UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 9: Una lista de especímenesKenneth no era un hombre que dejara los problemas para luego, así que con el estómago lleno, (porque no podía demeritarse lo delicioso que estaba el condenado sándwich), decidió que la única solución era intentar razonar fríamente con Leny. Aunque, claro, razonar con ella era como intentar discutir con un gato: a veces te escuchaba, a veces no, y la mayoría de las veces se lamía las patas y te ignoraba. Aun así, cruzó el palacio decidido, con los puños apretados y la mente dando vueltas, hasta llegar a la habitación de Leny.—Sabía que ibas a venir por el postre —le coqueteó ella, sentada en el borde de la cama con una bata de seda que ponía la imaginación a volar.—¡Esto tiene que terminar, Leny! Ya basta de jueguitos. Necesito el divorcio en serio. ¡Vamos a intentar llegar a un acuerdo!Leny se cerró la bata y se levantó, cruzándose de brazos.—No voy a pedirte el divorcio, Kenneth —sentenció y lo vio apretar los dientes,
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 10: El otro lado del pacto.Kenneth miró a Leny con una mezcla de incredulidad y diversión. Aquello era un desastre, pero tal como hacía tres años, las ocurrencias de aquella mujer eran capaces de relajar el ambiente más tenso.¿En serio? ¿Esclava sexual por el resto de su vida? Y en su momento más perverso Kenneth consideró lo que eso podría implicar.—¿Qué tan esclava estás dispuesta a ser? —preguntó, con una ceja levantada y una sonrisa burlona, porque aquello no se lo creía ni ella.—¡De las mejores! ¡Una mamada diaria! Acción completa. Me dejo amarrar. Me encantan los juguetes y ya si te pasas de pervertido te admito el cinturón pero solo en el trasero y con cordura. ¡Tú úsame, por Dios, pero no me dejes! —exclamó ella con tanto dramatismo que Kenneth se llevó dos dedos al puente de la nariz, haciendo un esfuerzo por no reírse.—¡Estás desquiciada, Leny!—No, lo que estoy dispuesta es a jugármelo todo, porque de lo contrario, esas son las “cosas”
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 11: Unos celos entre iguales.Kenneth y Leny no tuvieron más remedio que pasar el día juntos en la propiedad, y aunque sus interacciones eran una mezcla de risas y lanzas de sarcasmo, había algo ligero en el aire que hacía que cada momento fuera más llevadero. Mientras descansaban en los jardines, Leny le contaba sobre su familia, la extravagancia de su padre y las travesuras de su tía Louise, que siempre lograba convertir cualquier reunión familiar en un espectáculo.—Y mi madre —dijo Leny finalmente—, tiene una fijación con “la Gracia de Dios y de Su Majestad”. ¡Todo sucede por ellos! Así que en general tengo una buena familia, no me puedo quejar, pero hay obligaciones que no pueden evadirse y por desgracia, perpetuar el título es una de ellas.—Creí que eso solo tenían que hacerlo los varones —la increpó él.—Bueno… mi madre solo pudo tenerme a mí, y mi padre ama demasiado a mi madre, así que se encargó de hacerse imprescindible para Su Majestad, y
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 12: Un asunto de negociosLas manos de Kenneth pasaron sobre la pierna de Leny y la sintió contener el aliento.—¡Oye, no te entusiasmes, calenturienta, que esto solo es un masaje amistoso entre socios! —rioEl subiéndose a su lado en la cama y masajeando su pierna a ver si lograba aliviarla un poco. —No seas tan dramático —replicó ella sacándole la lengua—. Tampoco es que esté taaaaaan necesitada.—¿O sea que solo estás un poquito necesitada? —intentó burlarse él, pero lo cierto era que no quería preguntarle hacía cuanto que tenía aquella necesidad, porque ese tipo de intimidades… ¡no eran su problema!—. Porque te advierto que esta es la única ayuda que te voy a dar.Leny levantó una ceja divertida, pero aquellas manos en sus pantorrillas le borraron al sonrisa en un segundo. Kenneth comenzó a masajear su pierna con suavidad, y la muchacha suspiró con una sensación extraña, una mezcla de alivio y cosquilleo.—¿Qué? ¿Te he sorprendido? —preguntó Kenne
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 13. Cargas y obligaciones—Lord Rupert Carnaby.—Problemas graves de higiene personal, sigue considerando que el agua era dañina y solo se limpia con toallas húmedas perfumadas —sentenció la tía Louise.—Lord Finnegan de Northumberland.—Miedo irracional a las mariposas.—¿Lord Sigurd von Thorsen? —bufó Kenneth.—¡Siete hijos ilegítimos y esos apenas son los conocidos!—¡Joder!—Sí, eso sí lo hace mucho. Sigue – lo animó la tía Louise.—Barón Olaf Krag—Juel de Juellinge.—Obsesión malsana con los quesos. Lleva una pequeña rueda de queso en el bolsillo a todos lados e insiste en que todos lo prueben.Kenneth suspiró con impaciencia.—Lord Erik Gyldenløve:—Convencido de ser el heredero legítimo a la corona. Llevaba un cetro a todas partes y se auto—coronaba al menos una vez al día. Al menos es uno gracioso —respondió la tía.—Lord Niels Ulfeldt, Barón de Egeskov.—Ese es un infeliz violento solapado por la familia, sufre ataques de ira por cualquier cos
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 14. Una escena grabadaKenneth tuvo que apretar los puños para no reírse en voz alta. ¿Sacrificio? ¿En serio? ¡Pero si por lo que la tía Louise le había contado, aquel payaso no había hecho un sacrificio en su vida que no implicara reducir el postre!Y además Su Excelencia acababa de ponerlo en su lugar con la mayor frialdad. Y si Kenneth había llegado a pensar que ella era puro humor y dramatismo, muy pronto se dio cuenta de que solo era tierna con él, porque la lengua afilada de Eleonora von Rosenberg era capaz de cortar el mayor de los egos.El Lord la miró con una mezcla de incredulidad y desprecio, y parpadeó un par de veces, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.—¿Perdón? —escupió con tono gélido—. Sé que su familia consiguió una excepción del rey, pero aun así necesita un marido respetable, alguien que pueda cargar con el peso del título, y me imagino que no muchos estarán dispuestos a aguantar el papel de duque consorte, así que no tie
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 15. La mejor estrategia.El duque entró en su estudio privado, con una mezcla de seriedad e incredulidad en el rostro, y Lord Bornholm entró corriendo tras él, y por supuesto que no cerró la puerta con seguro porque estaba bastante seguro de que, a la velocidad a la que corrían los chismes en aquella casa, “alguien más” no dudaría en entrar.—¡Es un salvaje, Bornholm! —escandalizó el duque, masajeándose las sienes—. ¡Mi yerno es un bárbaro! Le rompió la nariz al Barón. ¡Deberías haber visto la escena, lo dejó con la cara hecha un desastre, sangre por todas partes, tabique destrozado, y encima ni sudó! ¿¡Y sabes qué es lo más escandaloso de todo?! ¡Que lo hizo marcharse con el rabo entre las piernas!Bornholm abrió mucho los ojos y carraspeó, porque aunque participaba en el evento no le había tocado ver la paliza de cerca.—¡Escandaloso, escandaloso! ¡Eso es inaceptable, Su Excelencia! ¡Un comportamiento inadmisible para alguien que tiene un vínculo con
UN PACTO CON EL DIABLO. CAPÍTULO 16. Locura en el ¿paraíso?Kenneth no sabía si reír, llorar, o amenazar con lanzarse del viejo campanario del palacio ducal, ¡porque aquello tenía que ser una broma ¿cierto?No podía negar que el vozarrón del duque imponía, pero ¡diablos! obligarlo a hacer un espectáculo de aquellos era ya demasiado.—¡No puedes obligarme a hacer esto! ¡Soy un hombre adulto! ¡No me voy a disfrazar como si estuviéramos en un maldito carnaval medieval! —gritó Kenneth, con los brazos alzados en señal de derrota.Leny echó atrás la cabeza apoyada en sus muletas y gruñó con impaciencia.—¿Y crees que yo quiero hacerlo? ¡Es una maldit@ tortura, pero es la tradición, y mis padres no han faltado a ella ni un solo año! Así que te guste o no, vas a tener que vestirte como un noble de hace dos siglos, ¡incluidas las medias! —rezongó.—¡No me pondré medias! —replicó Kenneth pateando el suelo como un niño chiquito.—¡Sí lo harás! ¡Sí lo harás porque tengo mi as bajo la manga y si n