UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 14. Una vida juntosMudarse al pequeño departamento de Konstantine fue mucho más fácil de lo que Irina esperaba. En un par de días, su ropa y algunas de sus cosas ya estaban acomodadas, aunque con su estilo particular, ese que Konstantine describía como “el caos funcional” de su vida. Lo más sorprendente, para él, fue que ella no parecía extrañar ni por un segundo la mansión en la que había crecido.Irina se desenvolvía en aquel espacio como si hubiera vivido ahí toda su vida. Se levantaba temprano, tarareando mientras preparaba café o se duchaba, y se encargaba de todo con una actitud que Konstantine encontraba devastadora, porque podía poner su corazón a sus pies en cuestión de segundos.Siempre estaba de buen humor, incluso cuando tropezaba con sus propios tacones en medio del pasillo estrecho o cuando no encontraba lugar para guardar alguna de sus cosas.Una mañana, mientras desayunaban juntos en la pequeña mesa de la cocina, Konstantine dejó la ta
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 15. ¿Quién?Irina lo miraba con los brazos cruzados, el ceño fruncido y los labios apretados. El silencio entre ellos se sentía más pesado que nunca, pero ella sabía que no podía dejarlo ir sin al menos intentarlo una vez más.—¿Y no me vas a decir nada? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio, y Konstantine dejó la maleta a un lado para girarse hacia ella. Su expresión era seria, pero sus ojos revelaban un cansancio que Irina no podía ignorar.—Te explicaré todo cuando regrese —dijo con un tono calmado pero firme—. Tengo que hacer esto, es una emergencia, y no podré hablarte durante una semana, pero te garantizo que voy a regresar, Irina. Tienes que confiar en mí —contestó, acercándose a ella y tomando sus manos.Irina quiso decir algo más, pedirle respuestas, pero sabía que no iba a obtenerlas cuando él estaba tan apurado por marcharse, así que solo asintió, aunque su corazón estaba lleno de dudas.Y él era preciso incluso en eso, porque pasó una
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 16. RespuestasIrina cerró los ojos cuando aquellos brazos la rodearon y Konstantine hundió la cara en su cuello, estrechándola con fuerza. Quería transmitirle tranquilidad, seguridad, pero era demasiado difícil cuando sabía que ella tenía razón para estar inquieta.Hasta ese momento jamás había tenido a nadie a quien le preocupara. Venía de una familia dividida a la que veía cada pocos años y a los que nos les importaba mucho qué hiciera con su vida, pero con Irina las cosas eran diferentes.—Lo siento mucho por no poder decirte nada, nena —murmuró en su oído—. Por favor, entiende, no es que no confíe en ti… pero no puedo hacerlo.Irina no dijo nada, pero a medida que los meses empezaron a pasar y comenzó a vivir una y otra vez aquellos viajes de Konstantine, se daba cuenta de que no estaba hecha para algo como eso.La mayoría de las veces no salía más de veinticuatro horas, a veces un par de días, pero siempre regresaba bien, como si nada hubiera suc
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 17. Una mujer preparadaEl aire de la noche estaba cargado de tensión, pero en el pequeño departamento de Konstantine, Irina estaba más decidida que nunca. Repasaba sus documentos de viaje, mirando el sello especial que habían puesto en su pasaporte, cuando la puerta sonó de repente con un golpe firme y seco que resonó en el pequeño espacio.—No estoy esperando a nadie… —murmuró para sí misma, pero cuando observó por la mirilla vio a un hombre que le pareció extrañamente familiar, no porque lo hubiera visto antes, sino porque su expresión era muy parecida a la de Konstantine en todos los sentidos y la hacía sentir que también era un soldado.Irina abrió la puerta y del otro lado la saludó un hombre alto, robusto, con una barba desprolija y una mirada oscura. Vestía de manera sencilla, pero había algo en su postura que lo hacía parecer más peligroso de lo que dejaba entrever.—¿Irina? —preguntó con voz grave.—¿Quién es usted? —respondió ella, entrecerr
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 18. El hombre en la celdaEl avión aterrizó con un golpe seco en la vieja pista de la pequeña ciudad. Irina se ajustó el abrigo y bajó las escalerillas con paso decidido, aunque juraba que sus manos estaban temblando de pura tensión. A su lado, Mikhail miraba a su alrededor con una mezcla de alerta y desagrado. El lugar era gris, desolado, y parecía más un escenario de guerra que una ciudad.—Bienvenida a... —Mikhail hizo un ademán con las manos hacia los alrededores— este basurero.—No es momento para sarcasmos, Mikha. —Irina apretó los labios y miró a su alrededor con un gesto rígido mientras la anticipación formaba un nudo en su estómago. Pero no podía permitirse dudar.Fueron directo al hotel más decente que pudieron encontrar, aunque decente era un término generoso. Las paredes estaban manchadas, y el mobiliario parecía salido de un catálogo de los años setenta, pero no era momento para ponerse quisquillosos.—¿Qué sigue? —preguntó Irina mientras
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 19. Las malas decisiones de una mujer enamoradaEl silencio en la celda se rompió con un estruendo metálico cuando Konstantine jaló sus cadenas al máximo, luchando inútilmente contra los grilletes que lo mantenían sujeto a la pared. Sus ojos se abrieron por completo, inyectados de furia y desesperación, al ver a Irina allí de pie, porque por desgracias había pasado un mes aprendiendo que el hombre que estaba junto a ella era un enfermo de la peor clase.—¡Irina…! Irina ¿qué haces…? ¡No deberías estar aquí! —gritó con la voz rasposa, demasiado débil después de días de golpes y hambre—. ¡Vete! ¡No puedo permitir que estés aquí!Alguien abrió la reja de su celda y Konstantine vio a Irina avanzar hasta él, arrodillándose a su lado y mirándolo directamente a los ojos, con una calma que no podía entender.—Te ves terrible, amor —murmuró conteniendo el aliento y las ganas de llorar—. Tranquilo, voy a sacarte de aquí. Todo va a estar bien.Pero en aquel moment
CAPÍTULO 1. La amante perfectaLa mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una m
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser