—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Lydia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmura L
Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en
Joel observa por enésima vez la puerta de la oficina del Embajador a la que ha sido conducido no muy amablemente después de su desafortunado accidente. Custodiando la salida dos hombres de traje negro le devuelven la mirada con un considerable desprecio, y la verdad es que no podría culparlos, probablemente él haría lo mismo si tuviese que custodiar a un hombre que ha arruinado una invaluable obra.—Esa maldita lo tenía todo planeado, probablemente incluso su historia de aparente inocencia no fue más que un embuste para que bajara la guardia —murmura Joel meneando la cabeza con pesar sabiendo que tendría que haberlo visto venir.Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Joel gira en la silla viendo a un hombre bajito entrando en el despacho, el cual le da una orden en italiano a los guardias que se retiran con un respetuoso asentimiento de cabeza. Soltando un pesado resoplido el extraño hombre de cabello castaño y abundante bigote se sienta en la silla desocupada, y por unos minut
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Lydia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Lydia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.—Creo
—¿Va a ordenar algo, señorita? —pregunta una mesera pasando nuevamente por la mesa de la pelirroja.—Un agua sin gas, por favor. Es que estoy esperando a alguien —responde Lydia con una sonrisa vergonzosa al ver su reloj y notar que su compañero lleva más de quince minutos de retraso.Lo único que eso logra es hacerla sentirse nerviosa y vulnerable, sobre todo al saber quien está detrás de ella ahora. Algo por lo que se ha visto obligada a modificar todos sus hábitos, cualquier atisbo de rutina que pueda volverla predecible y por ende presa fácil.Es por esa razón que no ha tenido más remedio que aceptar a Joel como un aliado, cada vez se encuentra más cerca de una guerra, y necesita contar con lo necesario para que su lado no resulte el perdedor. Aunque lo cierto es que el resultado de esa gran batalla no lo conocerá hasta el final, uno al que en verdad teme llegar.—¡Lo siento mucho, tuve algunas complicaciones y se me fue el tiempo! —se disculpa Joel tomando asiento frente a la sed
Lydia observa con ojo critico el desayuno que ha preparado para su visita, una que de haber podido habría evitado tener que contactarla. Pero las circunstancias se vuelven cada vez más adversas, obligándola a recurrir a todo recurso disponible.Ante el sonido del timbre, Lydia toma una gran bocanada de aire dirigiéndose hacia la hacia la entrada, sabiendo que ese reencuentro no resultará facil. Al abrir la puerta, su mente tarda unos segundos en reconocer a la esbelta mujer rubia que luce un abrigo de piel blanco.—¡Yanina, querida, tanto tiempo sin vernos! —exclama Lydia abrazando con una sonrisa que espera no se vea tan falsa como la siente.—¡Diez años, querida! Y si dependiese de mí hubiese preferido que pasara otra década antes de tener que saber de ti —responde la rubia apretando con cierto disgusto sus labios pintados de rojo carmesí.—Tan agradable como te recordaba, veo que algunas cosas no cambian siquiera con el paso del tiempo. Preparé un té blanco, pero quizás te venga m
—¿Encontraste algo? —pregunta Lydia a través del celular mientras cruza la calle apresuradamente.—Sí, aunque no estoy muy segura de qué es lo que hallé. El dinero depositado en esas cuentas fue transferido desde empresas ligadas a la familia Rinaldi —informa Yanina con un tono dubitativo en la voz al parecer estar estudiando aún los datos.—Pues a mí me resulta demasiado claro, el policía estaba en la nómina de Rinaldi, sería un informante o alguien que le hacia el trabajo sucio. No es ninguna sorpresa —declara la pelirroja obligándose a detenerse antes de cruzar ante el bocinazo furioso de un auto que tiene luz verde para avanzar.—Sé que eso no es nada extraño, pero lo que me llama la atención es que no hubo ningún intento de ocultar esa relación. Usualmente la mafia es muy cuidadosa de no dejar rastros de sus sobornos —indica la rubia sabiendo bien de lo que habla al haberse infiltrado en más de una ocasión en familias de mafiosos.—¿Intentas decirme que alguien pudo haber tratado
Sin ser capaz de percibir ningún otro sonido aparte del de los latidos de su corazón, Joel observa la camisa de su padre empapándose de sangre a causa de los disparos. Disparos que él le ha propinado, algo que puede decir que ha sido instintivo, ya que al ver a Lydia en peligro no fue capaz de pensar en otra cosa que en salvarla. Incluso cuando eso ha significado elegirla por encima de su propio padre, una elección que ya sabrá en el futuro si fue la correcta.—¡Joel, Joel, tenemos que irnos, reacciona! —grita la mujer sacudiéndolo para lograr que salga del sopor en el que se ha sumergido.—¿Q-qué? —murmura el Detective reaccionando, pero siendo capaz de escuchar solo las ultimas palabras de su compañera.—¡Tenemos que irnos, los tiradores van a encontrarnos en cualquier segundo, y la policía ya debe estar de camino! ¡Si no nos apresuramos no llegaremos a irnos! —anuncia Lydia exponiéndole la n3cesidad de no perder ni un minuto más.A pesar de comprender lo que su compañera le señala,