Después de mi discusión con Eliot las cosas empeoraron; sin embargo, no le hice caso. Últimamente cada cosa que me dice solo hace que me den ganas de hacer lo contrario, y hace que me sienta mejor quedándome aquí, en mi buhardilla de trabajo. Escucho el ruido de un auto y me asomo por la buhardilla. Es temprano para que uno de los dos regrese.
Le dije a Eliot que le pediría a Ferran sobre la cena, pero aún no he podido pedírselo. Él no me dijo que no lo hiciera, pero muy en el fondo pienso que le molesta la idea y tal vez por eso nunca encuentro la ocasión de hacerlo. Me fijo que es él quien llega y eso me hace sonreír y sentir como niña pequeña que espera a su papá, aunque en este caso sería a uno de mis dos aparentes papás, porque así es como se portan con referente a todo lo que necesito. Pero es mi oportunidad para decírselo sin que Eliot esté presente haciéndome mala cara.
Bajo hasta el pasillo y lo encuentro entregándole sus cosas a una de las chicas y subiendo
―Pero le falta algo a la mesa. Reparo en eso. ―¿Qué cosa? Creo haberle pedido a Hilary todo lo que necesito ―dice reparando algo confuso en todo lo que hay en el carrito. ―Faltan los platos y las cucharas o, ¿cómo serviremos el helado? ―No hacen falta, no los vamos a necesitar ―responde. ―Comeremos con las manos ―repongo algo incrédula. ―No, tú serás mi plato. Lo comeré de ti, y es lo divertido del juego ―explica y mi boca se abre un poco espantada porque eso era nuevo y quiero pensar que eso fue un chiste. ―¿Y tú del mío?, supongo ―rechisto un poco. ―Que astuta. ―Ferran sonríe guiñándome un ojo―. Pero ya lo veremos. Si te portas bien y obedeces mi única regla, te dejaré comer un poco de mi postre. ―¡A ver! ―Me saca una sonrisa de lo más espontánea. ―Bueno, demuestra cuán obediente eres ―me reta. ―¿Puedo saber si también estás molesto conmigo por algo o no me he portado bien? ―¡Claro que
En serio esperaba que supiera lo que estaba haciendo, porque muy dentro de mí estaba temblando con la sola idea de que me pusiera algo caliente sobre la piel. Estoy casi desnuda y puedo sentir el frío en mis pezones. Me exalto cuando siento que se coloca otra vez en posición sobre mí. Debe estar apoyándose en sus rodillas porque las siento en mis costados cuando toma la camiseta y la lleva con mis manos sobre mi cabeza. Las ata con ella, cuya tela ahora se siente también fría. Me estremezco cuando me saca lospantis a lo largo de mis piernas. Trato de no imaginar que ahora estoy completamente desnuda y a la merced de sus juegos. Que, si bien me excitan, también no dejan de asustarme por lo que se pueda estar ocurriendo en la cabeza. Me retraigo un poco y también mi pecho cuando algo frío y luego caliente que cubre uno de mis pezones. Me cista cuando me muevo y me quedo quieta, pero vuelvo a temblar un poco cuando hace lo mismo con el otro y me quedo sintiendo algo duro
Se inclina un poco hacia adelante llevando su mano a mi entrepierna. No puedo evitar sobresaltarme un poco cuando observo lo que hace y lo siento en mi centro. Me estremezco sintiendo como lo mete dentro de mí. muerdo mis labios con la sensación de su miembro. Mis caderas se mueven involuntariamente recibiéndolo. Pero no lo mete todo y vuelve a dejarse caer despacio hacia atrás y a mí sobre él. ―Ferran… ―jadeo cuando mueve su cadera despacio haciendo que entre más. ―¿Te gusta? ―pregunta y solo puedo asentir agitada en su pecho mientras él se mueve lento para no salirse y vuelve a entrar despacio mientras me toca con sus dedos. Es una extraña posición, pero se siente bien, muy bien. Es como tenerlo dentro y no. Sigue moviéndose y yo solo puedo revolverme lento, para que no se me salga. Ese filo de emoción me vuelve loca. Y sin duda con Ferran el sexo se vive diferente. No tan brusco, más suave y excitante. Me pone a mil de nuevo. Jadeo cuando se empieza
―Tranquila, eso jamás pasará, siempre y hasta que lo desees, estarás en la mitad. En medio de los dos como hemos deseado. Sus palabras me hacen suspirar hondo. ¿En la mitad? No como un obstáculo, sino, como parte de ellos. Eso es más de lo que podría pedir. Y también es suficiente para que me lance sobre él por sorpresa, lo tome del cuello atrayéndolo, atrape sus labios y le bese. Él solo parpadea. No se aparta, me deja besarle por tan solo un instante. Ceso de besarle en la boca y lo hago alrededor de su cara lamiendo el chocolate, y volviendo sobre boca, hasta que paro y nos miramos. Su cara de felicidad por un momento me... hipnotiza. Me contagia la alegría que siento por lo que ha dicho. ―Parece que se divierten mucho. La intempestiva voz de ogro de Eliot desde el umbral de la puerta irrumpe de forma abrupta el pequeño momento de placer y complicidad que tenemos Ferran y yo. Y si él está allí es porque el tiempo se nos fue volando
Por fin mi día especial llegó. Los días pasaron como ráfagas de viento y esta vez no salí en domingo porque iba a necesitarlo para la ceremonia de mi graduación. Ninguno de los dos irá conmigo, tampoco a la cena en casa de Helena. Debería estar feliz, pero me he levantado un poco desanimada y ahora no sé si estoy más enojada conmigo que con Eliot. El muy idiota sigue igual, a veces quisiera pensar que está enojado porque me la paso más con Ferran, pero nunca admite nada y yo tengo que recordarme que no debo andar pensando en esas bobadas. Fue el mismo quien dijo que debía deshacerme de mis sentimientos, y es obvio que ya se había desecho de los suyos. Pero quien le entiende. Debería estar feliz porque tengo a un ogro y un príncipe para mí, los personajes favoritos de los cuentos de hadas. Suspiro hondo. Lo cierto es, que debería estar muy emocionada, hoy es mi gran día. Pero creo que el conejito deEnergizertiene m
Ese extraño arranque de Noah hace que me ruborice un poco, y tengo que aceptar que tener a Noah de nuevo, en nuestro antiguo estado de buenos amigos me alivia montones. Lejos de todo, no quiero estar en malos términos con él. Siempre fue bueno conmigo, el mejor amigo que puedas desear a pesar de que es un poco mayor que yo; así que mientras esperamos que lleguen Marcia y Phil para servir la cena, Noah y yo hablamos largo y tendido poniéndolo al tanto sobre mi cambio de planes. No estuvo muy de acuerdo con lo de hacer la biografía de Eliot desde su casa, pero al final entendió que el hombre quiere privacidad y al final me ofreció su ayuda para servirme de editor y corrector de estilo. Él es un experto en eso y yo la aceptaría con gusto, pero no creo que a Eliot le agrade la idea. Aunque al muy bruto no le agrada nada. Cambio de tema, porque no quiero irme de la lengua con lo que hago. Hay cosas que Noah no debe enterarse y sobre todo aquello que
A quien trato de engañar, un poquito dentro de mí estoy contenta y rematadamente feliz de que haya venido a buscarme. No obstante, me enojo conmigo misma, porque la otra parte, la que está bastante entonada está enojada, furiosa con él.¡Eliot, definitivamente es una mierda!Y qué bueno que no puede leer mis pensamientos. Se supone que había dicho que podía quedarme y me sale con éstas y me pone en un aprieto porque me tocó inventar una buena excusa para que entendieran un poco porque tenía que salir corriendo de mi celebración para ir a atender al tirano de mi jefe. Noah no parecía muy convencido de que tuviera que ir a corregir un resumen de última hora. Lo desaprobó totalmente.Solo Marcia y Phil parecen solaparme, porque Helena, aunque aceptó mi excusa se mostró algo reticente y nada convencida. El caso más extraño es Luc
Eliot conduce con su mirada seria detrás de unasRaybanoscuras y sin decir nada durante el trayecto, creando una especie de burbuja silenciosa, espesa, maleable y con la que podrías jugar con tu dedo. Un ambiente bastante recargado. Llegamos hasta una zona residencial con hermosas casas de paredes blancas y techos grises. Como si fueran de la época medieval. Un conjunto muy armonioso. Nada parecido a la gran mansión de Eliot. Estas son mucho más evocadoras, comunitarias, familiares. Si mis padres vivieran me habría gustado vivir en un lugar así con ellos. Hubiera sido un cálido hogar. Eliot estaciona frente a una de ellas. Es el primero en bajar. De pie, ostentando su buen porte y con una mano metida en uno de los bolsillos de su pantalón caqui ajustado a juego con su camisa azul celeste, me mira y sin quitarse sus lentes hace una seña para que le siga cuando empieza a caminar hacia el porche de entrada escalonado de la tercera casa. Tiene un jar