"Heitor"Salí de casa de Samantha sabiendo que ella necesitaba a sus amigas y que no las llamaría. Entonces llamé a Melissa y le conté todo, ni siquiera tuve que pedírselo, Melissa garantizó que activaría a las chicas e irían todas allá. Pero antes me hizo un buen sermón, enfatizando lo idiota y descuidado que soy. No escuchaba esa palabra desde hace años, pero fue exactamente lo que dijo y tenía razón.Mis miedos, inseguridades y toda la porquería que mi padre representa en mi vida me habían arruinado. Había una gran posibilidad de que Samantha nunca me perdonara. Pero tenía que seguir intentándolo.No pasó mucho tiempo y Patricio, Nando y Rick invadieron mi casa. Contaron que las chicas pasarían la noche con Samantha y así como ella necesitaba a sus amigas, ellos también estaban allí para apoyarme y traerme de vuelta a la realidad. Conversamos y nos emborrachamos.Cuando conseguí llegar a la oficina al día siguiente ya pasaban las diez de la mañana y la resaca me estaba matando.
"Heitor"Necesitaba aliados, pero no sabía a quién recurrir, sin embargo, cuando vi a Enzo allí en plena charla con Melissa tuve una idea. Iba a mimar a mi sobrino y convencerlo de que me ayudara. Ese era el plan. Y como era un charlatán, me contaría todo lo que supiera y por lo visto sabía muchas cosas.—Enzo, ¿vas a almorzar conmigo? —Le pregunté a mi sobrino que sonrió.—Seguro que sí. —Enzo respondió.—Excelente, entonces vamos. —Lo invité.—Estés en la oficina a las dos, Martínez. ¡No estoy obligada a esperarte! —Melissa advirtió.—Está bien, Melissa. —Salí pateando el aire como un adolescente malhumorado.A Enzo le encantaba el filete con papas fritas, así que lo llevé al restaurante que servía los mejores cortes de carne de la ciudad.—¡Tío, hoy la rompiste! Me encanta este lugar. —Enzo habló todo entusiasmado.—Qué bueno, sé que te gusta el filete con papas fritas, por eso te traje aquí. —Dije sonriéndole.—¿Esto es porque soy tu sobrino preferido o porque quieres ped
"Heitor"Volví a la oficina y mandé a Enzo al centro comercial con mi tarjeta, para que comprara todo lo que necesitaba y el regalito para mi sobrina. Me arrepentiría de entregarle mi tarjeta después, pero necesitaba la ayuda del chico.A las cuatro y media le dije a Melissa que tenía mucho dolor de cabeza y le supliqué que me dejara ir a casa, y muy a regañadientes me liberó. Es hasta gracioso que yo, el dueño de la empresa, pida permiso para salir más temprano, pero no quería indisponerme con ella.Bajé corriendo y Enzo ya me esperaba con el chofer en la entrada del edificio, íbamos a buscar a Clarita al ballet. Cuando salió del estudio de danza ya me miró desconfiada al verme parado allí.—Tío, ¡no voy a hacer nada por ti! ¡Enzo siempre se mete en problemas por tu culpa! —La niña ya habló antes de saludarme. ¿Qué pasa con estos chicos de hoy?—Clarita, ¡tu tío solo tiene nostalgia! —Hablé con voz suave dándole un besito—. Y me enteré de que cierta niñita quería mucho una tablet
"Samantha"Después de la noche con las chicas me sentía mejor. Hablé con Catarina por la mañana y Miguel ya había confirmado el cine conmigo para más tarde.Mi teléfono sonó sobre la mesa y cuando atendí era de recepción, informándome que Clara, la sobrina de Heitor, estaba allí para verme. Me pareció extraño y autoricé su entrada. Catarina estaba en mi escritorio cuando el ascensor se abrió y de allí salió esa niña hermosa, vestida con ropa de ballet, de cabellitos rubios recogidos en un moño con flequillo y enormes ojos verdes como los de su madre y su tío.—¡Tía Samantha! ¡Te extraño! —Clara vino hacia mí con movimientos ligeros y graciosos.—¡Mi amor, yo también te extraño! —La abracé y después de soltarnos dije—: Déjame verte, ¡estás hermosa de bailarina!—Gracias, tía. Estaba en clase y pasé por aquí antes de ir a casa. —Clara respondió muy adorable.—Ven, déjame presentarte a mi amiga Catarina. Es la novia de Alessandro. —Clara saludó a Catarina con la misma gracia.—Tía,
Llegué a casa completamente agotada después de un día interminable. Entre la universidad y el trabajo, mis energías estaban por los suelos, pero, nada más entrar, vi que mis padres me esperaban en la sala con una expresión seria.—Siéntate, Catarina. Necesitamos hablar —dijo mi padre, visiblemente nervioso.—¿Qué pasa, papá? —pregunté con desgano. Lo único que deseaba en ese momento era darme una ducha y desplomarme en la cama. Sin embargo, sabía que algo importante estaba por suceder.—Llegó la invitación de la boda de tu prima —soltó mi madre, sin más preámbulos.—¡Esa no es mi prima! —respondí, alterada.—Catarina, te guste o no, ella es tu prima —insistió mi madre con firmeza—. Es hora de que dejes esa actitud infantil. Melissa ya armó un escándalo aquí en casa. ¡Ya es suficiente! Es la hija de mi hermana, por lo tanto, es tu prima.—Discúlpame, mamá, pero para mí ella ya no significa nada —repuse, intentando mantener la calma—. Se acostó con mi novio en mi propia cama. ¡Eso
Pero no hubo escapatoria. Meli me arrastró literalmente a la fiesta, en donde, nada más entrar, me llevó directo a la barra y me susurró con complicidad:—Esta noche es barra libre, ¡vas a ahogar todas tus penas de una buena vez! —exclamó, mientras me entregaba dos shots de tequila y sostenía otros dos en su mano—. ¡Vamos a darle con todo! Nos bebimos los tequilas de un solo trago, y Fernando ya nos estaba sirviendo sendos Cosmopolitan. Un momento después, Meli me jaló a la pista de baile y para mi sorpresa, empecé a disfrutar. Cuando sonó una música más lenta, Nando y Meli se abrazaron para bailar y yo aproveché el momento para escabullirme hacia el buffet. Sin embargo, nunca llegué.Una mano me jaló suavemente, y, al voltear, me encontré con un hombre con una máscara negra que me sonreía de una manera completamente irresistible. Besó mi mano con un gesto galante y me atrajo hacia él susurrando con una voz ronca que me erizó la piel:—La mujer más hermosa del salón no me puede
El lunes, durante el almuerzo, Meli me entregó una pequeña bolsa de una tienda de lujo, la cual miré con desconcierto.—Mi mamá me pidió que te lo diera —me dijo con una sonrisa radiante—. Dice que te queda perfecto y que a ella ya no le va.Al abrir la bolsa, encontré el perfume que había usado la noche del baile y no pude evitar sonreír. Había adorado ese aroma y ahora era un recuerdo de la mejor noche de mi vida. Sin embargo, un pensamiento me cruzó por la mente: esperaba que esa noche inolvidable no me hubiera dejado como «regalo» alguna enfermedad venérea.Con esa idea en la cabeza, le agradecí a Meli y le comenté que más tarde llamaría a su madre para agradecerle, pero primero necesitaba contactar un laboratorio para hacerme unos análisis.Cuando llamé, me informaron que requería una orden médica para el seguro me cubriera los exámenes. Gracias a Dios la empresa nos proporcionaba cobertura médica a todos los empleados; de lo contrario, no sabría qué hacer. Mi sueldo era basta
El día de mi graduación, Pedro ya tenía dos años. Era un niño hermoso que caminaba por todos lados, siempre pegado a su abuelo. De hecho, «abuelo» fue su primera palabrita. Con su cabello negro bien lacio, piel clara, una naricita respingada y unos enormes ojos azul violeta que me hacían suspirar, era literalmente mi sol. Y ahora tendría más tiempo para dedicarme a él.Después de la ceremonia de graduación, mi jefe me llamó para tener una conversación. Era un jefe extraordinario que me había demostrado verdadero aprecio. En la reunión, él me explicó que estaba muy satisfecho con mi trabajo en la constructora, pero sabía que yo merecía mucho más, por lo que me aconsejó buscar trabajo en mi área profesional para asegurar un mejor futuro para mi hijo. Así también me garantizó que mi puesto seguiría disponible si las cosas no resultaban como esperaba, lo cual me dio total tranquilidad, y, emocionada, acepté su consejo.Cuando le conté a Meli, inmediatamente, se ofreció a ayudarme. Habló