— ¡Cumpliendo siete meses me encuentro hoy! —anunció en voz alta en medio de la sala— ¡siete meses madre! ¡imagínese usted!
Su madre, mujer pequeña y delgada, de cabello negro corto y ojos cafés, le miró desde abajo. No le importaba su altura, hoy y dentro de veinte años seguiría controlándole, a pesar de que Emilio era dos cabezas más alto ya. — ¿Con tu Julieta?
Levantó una ceja, fingiendo la más profunda de las consternaciones. —Obvio. Con mi Julieta. Ya son siete meses de relación, que pasaron rapidísimos, y míreme, acá me encuentro.
—Tan feo como siempre —acotó su madre.
— ¡Pero más feliz que nunca! —aclaró él.
—Tú y tu novia…
Su mamá le miró mientras se pasaba una mano por el cabe
Un día más de sus improvisadas vacaciones, con su novia lejos, sus amigos chuchaqui y una dejadez preocupante, Emilio miraba el techo de su habitación, como un idiota. Releyó los mensajes que envió a su novia, suspiró y sonrió mientras se entristecía, en una ironía que solo podía ser causada por el amor naciente en su pecho. ¿Cuántos días habían transcurrido desde la última vez que vio a Julieta? Demasiados, por supuesto, y la soledad ya le cobraba factura.Ni siquiera se había cambiado de pijama. Ese día se encontraba solo en casa, debido a que su madre y hermanas salieron al centro de salud, por lo que el silencio era su fiel compañero y los pálidos rayos de sol le tocaban el rostro sin provocar calidez. La computadora mostraba una pantalla negra y si bien Emilio quiso acercarse, prenderla y distraerse viendo vídeos, estaba muy lejos.
— ¿¡No me dijiste huevón que habrían puras chicas!? —Gritó en medio del patio.Su amigo se encogió ante sus palabras. Mirándole confundido, se alejó algunos centímetros, cauteloso, analizando la situación.— ¿¡En qué chucha me viniste a meter?! ¡Gil! —Exclamó, aún más exaltado. Por fin, recobrando la compostura, Marco musitó algunas palabras tranquilizadoras. Un “aguanta chugcha”, bastó para quitarle casi todo el enojo. Al notar que estaba más calmado, por fin preguntó que sucedía.— ¡El curso pues tonto alegre! ¡El curso que me tocó!— ¿¡Qué le pasa al curso?! —Replicó su amigo, en el mismo tono.— ¡Que de los veinticuat
Tres semanas habían transcurrido desde que el curso de inglés comenzó.Emilio se acostumbró a su situación prontamente. No peleó, no discutió con el coordinador, no volvió a putear a Marco. Se resignó a concluir los dos niveles que faltaban y a escuchar las bromas sosas de sus compañeros y a contemplar, a ratos, a la belleza de los labios color durazno, de quién sabía su nombre, sus gustos y conocía su personalidad; todo gracias a las preguntas insidiosas que la teacher hacía a los estudiantes y que él, odioso, evitaba responder en la medida de lo posible. El muchacho evitó cuanto pudo cualquier contacto con la chica que tanta atracción le produjo esa primera vez. Luchó con su anhelo de conocer a alguien más, con el deseo de ser feliSin embargo, a veces ciertas acciones y situaciones deben de suceder y a
Mientras estaba sentado ahí en ese salón, solo tuvo una certeza. No le gustaban los doctores.No porque creyese como algunos ignorantes que eran “matasanos”, no porque se creyese más que ellos, no por cualquier razón lógica o no lógica. Simplemente, no le gustaban ni los doctores, ni las enfermeras, ni las clínicas, ni las paredes blancas, ni los estetoscopios. Pero aunque no le gustasen, ahora mismo debía de esperar que uno de ellos le atendiese a ver si lograba quitarle la enfermedad que aquejaba su cuerpo.El salón era amplio y luminoso, con sillas para hacer más llevadera la espera y algunos posters relacionados con el tema de la salud. Una planta solitaria adornaba una pequeña mesa de vidrio que a su vez dejaba reposar unas cuantas revistas de temas variados sobre su superficie. Un pasillo estaba unicado a su izquierda, que se dirigía como tal al consultorio del doctor.
u mente se sacudió envuelta en pensamientos incoherentes y su cuerpo se lleno de dolores febriles. No estaba al borde de la muerte, pero sentía como si así fuera, y mientras se movía de un lado al otro de la cama, ansioso, anhelo más que nunca estar sano.¡Ay la enfermedad! Haciéndonos valorar más que nunca un cuerpo sano. ¡Ay de nosotros al sentirnos desvalidos y enfermos, débiles y convalecientes! Cuando nos sentíamos así, dejábamos de ser fuertes y poderosos y solo nos convertíamos en niños esperando ser atendidos.Al menos, eso es lo que sentía Emilio Cartagena ahora mismo, mirando perdido las paredes beige de su cuarto y sintiendo el al menos reconfortante peso de las cobijas que le brindaban un mínimo de calor y protección. Sentía fríos los pies a pesar de usar gruesas medias y temblaba lleno de escalofríos que sacud&iac
No sé cómo comenzar, no sé qué decir,Ni si llorar, ni si reír,No sé cuánto cariño llevo dentro,Tampoco describir todo lo que siento.Pero no quiero hablar de mis dudas…Quiero escribir sobre mis certezas,No quiero que sientas miedo,Quiero me ames, con todas tus fuerzas.Sé que pasamos por mucho antes,Que vivimos, desvivimos, volvimos a vivir,Sé que la vida movió los hilos,Para poder estar, hoy junto a ti.Sé que ahora el presente es lo que importa,Sé que el futuro lo podemos construir,Sé que sentimos muchas cosas,Sé que te quiero, te amo, te adoro, hasta el fin.Sé que estamos juntos.Que tu nombre y el mío, riman con amor,Sé que contigo camino de la mano, que s
A veces resultaba injusto también, ya que debido a su necesidad de no hacer sufrir a veces aguantaba más de lo que debía de aguantar. Con la edad aprendió a balancear esto y encontrar un equilibrio entre ambas posturas.Ahora, y después de todo lo vivido, se mantenía en una postura bastante alejada de lo demás. Miraba todo desde lejos, y realmente hasta manejaba una forma de pensar que le hacía que en lugar de comprometerse del todo solo “mirase que sucedía”. Así era, pero cuando llegó Julieta, todo fue distinto. ¿Qué tenía esa chica en sus ojos para cautivarle de ese modo? ¿Qué tenía esa chica para arrancarle de su zona de confort y hacerle soñar con amores distintos?Ella no le creía a veces, él se molestaba, ella le decía cosas equivocadas, y él no tenía forma de demostrarle la verdad. Se sent&ia
Vacilando entre la locura,Perdiendo la cordura,Me encuentro amor mío,Luchando conmigo mismo…Vacilante entre mil sueños,entre los anhelos de tu amor bonito,me encuentro perdido en rosas,enternecido mi corazoncito.¡Vacilando y sin vacilar por ningún motivo!¡Seguro de que te quiero y de qué eres mi perdición!¡Porque muchos llamarían insensateza a lo nuestro!¡Pero yo solo lo llamo un sincero amor!La música que puso esa noche sonaba melodiosa resultándole una grata compañía… un remanso de paz en medio de tantos días estresantes, de pruebas inoportunas e inesperadas y deberes acumulados, de conversaciones con su novio y la enfermedad