Era extraño que, pasadas las diez de la mañana, Javier no la hubiera llamado, o así lo consideraba Emily, que dudaba en si debía o no enviarle un mensaje por whatsapp, o llamarlo.
—Quedamos en que me llamaría después de verse con la “chica fantasma” —dijo a Marge cuando, por nonagésima vez en la última hora, revisó su celular—. No entiendo qué pudo haber pasado.
—De pronto tiene uno de esos días ocupados y no ha podido llamar —sugirió Marge, también extrañada—. Si quieres puedo hablar con Rubén, por si sabe algo.
—Bueno, sí. Pregúntale si ha hablado con Javier, porque puede ser que se haya comunicado con él.
Con varias combinaciones de sushi y algo de sake, Rubén llegó al apartamento de las chicas. Emily lo recibió, más tranquila gracias al tratamiento mágico de su madre, además de hambrienta, así que, cuando Rubén destapó lo que traía, mejoró aún más el ánimo de la joven. Se sentaron los cuatro a almorzar y, antes de empezar a comer, ya estaban hablando sobre el tema que los había reunido, una vez más, en torno a un almuerzo. —Les voy a contar cómo conocimos a Dafne y por qué insisto en que es una chica maravillosa, solo que aquejada por una demencia que es capaz de controlarla y la obliga a hacer lo que creemos que hizo.Atenta a las redes sociales de Dafne, por si publicaba alguna pista de lo que había hecho con Javier, Estefanía escuchó la explicación de Rubén. —Yo fui el primero en fijarse en ella, en un bar, cuando atravesaba por una época de mi vida que puedo definir como gótica. Me encantaba pintarme las uñas de negro, escuchar My Chemical Romance y vestirme como si asistiera a
El pequeño apartamento se le hizo más grande de lo que era, mucho más de lo que recordaba. Las dimensiones de la habitación en la que estaba se extendían hasta casi alcanzar la línea del horizonte, a varios metros de distancia, curvadas como lo estuviera viendo a través de un cristal convexo. Desde una distancia indeterminada, escuchó que una mujer, de voz conocida, le hablaba y, a cada una de sus preguntas, él respondía lo mejor que podía, no pudiendo mentir pese a una alarma creciente que le advertía que debía hacerlo, pero le resultaba imposible. No supo con seguridad qué fue lo que respondió, solo que lo hizo de manera cordial, correcta y sin ocultar ninguna clase de información relevante o complementaria. Luego la voz dejó de hablarle y, al entreabrir de nuevo los ojos -que había cerrado para concentrarse en las respuestas-, la alcanzó a ver, alejándose por un pasillo que se prolongaba hasta el infinito y, aunque la mujer se alejaba, no parecía encogerse, sino que aumentaba su t
Después de colgar la llamada con Dafne, Rubén le advirtió a las chicas que su exnovia mentía.—Tenía el timbre de voz propio de cuando descubrí que estaba coqueteando con mi hermano. No sabe mentir, o, mejor dicho, cuando lo hace le chilla la voz y es un rasgo que ya le reconozco. —¿Pero qué fue lo que te dijo? —preguntó Emily.—¿Qué crees, Emi? —contestó Rubén— Que no sabe nada de mi hermano y que, por el contrario, también lo está buscando.—¡¿Para qué se supone que lo está buscando?! —quiso saber Emily, casi en histeria.—No te digo que es mentira, Emi. Que sé que lo debe tener en su apartamento.—Sí, pero te debió haber dicho para qué lo buscaba…—Emi, amiga, no importa, ¿no entiendes? Son buenas noticias, ya sabemos que Dafne lo tiene.—Sí, pero es que, snif… no me entienden, que yo solo quiero volver a ver a Javier…Marge abrazó a su amiga y, con un gesto, estuvo de acuerdo en que Estefanía y Rubén planearan la manera en que iban a ir a rescatar a Javier, mientras ella se encar
El plan era bueno, había que reconocerlo, muy al estilo de Estefanía, arriesgado, improvisado, sin refuerzos y sin una salida alternativa. Dependía por completo de que la información suministrada por Rubén fuera cierta, porque si no lo era, estaba llamado a fracasar. Con un suspiro, Emily se detuvo frente a la puerta del apartamento de Dafne que, para suerte de la supuesta novia celosa, no contaba con un celador que le hubiera restringido la entrada, o avisado a la residente sobre la llegada de la molesta visita para que tuviera tiempo de prepararse, o solo negarle la entrada.Llamó al timbre, de manera insistente, metida en un papel que había ejercido hacía solo unas semanas, cuando de verdad tenía en mente deshacer su compromiso, y todo rastro de matrimonio, con el hombre por el que ahora se arriesgaba de esa manera. —¡Abre, abre Javier, que sé que estás aquí, con esta cualquiera! —gritó Emily, atrayendo, al poco tiempo, la mirada curiosa de los vecinos que, después de que lo hizo
El rescate de Javier había enfurecido a Dafne, que estuvo a solo unas horas de concretar su plan de vida. Había sido, también, no solo burlada, de la manera más absurda, por una joven a la que aventajaba por más de diez años de edad, dedicada a ser influencer en redes sociales porque su coeficiente intelectual no debía ser muy aventajado, no contaba con una profesión y mucho menos estudios universitarios, sino humillada frente a las personas con quienes se debía encontrar a diario en los corredores, pasillos, escaleras, ascensores y demás áreas comunes que recorría, a diario, en el edificio en donde vivía. Ahora no dejarían de verla sin hacer un comentario sobre su vida. —Tú lo quisiste, EmiCrusher, pese a que solo quise que esto lo solucionáramos de una buena manera —dijo Dafne, hablando para sí misma—. No me dejas otra alternativa que mostrarle al mundo la clase de persona que eres. Sin apenas pestañear, Dafne publicó, en su cuenta de Instagram, lo mismo que en la de Twitter, la f
Eran bien avanzada la mañana cuando Rubén y Marge llegaron al apartamento, cargados con las “medicinas” de Javier y algo más para Emily y Estefanía que, con rostro somnoliento, arrastraban sus cuerpos en dirección a la cocina.—¿Mi hermanito no ha despertado aún?—No lo ha hecho, pero tiene ya mejor semblante y algunos colores en el rostro —dijo Emily, despierta desde el momento en que vio los croissants que trajo Marge asomándose por la bolsa. —Bien, entonces no debe tardar en hacerlo —dijo Rubén—. Cuando lo haga, pueden darle estas hamburguesas y bastante de la gaseosa que hemos traído.—¿Significa que ya te vas, amor? —preguntó Marge mientras servía los croissants en el plato. —Sí, mi osita, lo siento, pero tengo bastante trabajo acumulado después de todos los sucesos de estos días, pero pasaré tan pronto me ponga al día, para consentirte. Se despidieron con un beso y la promesa de verse pronto. —No sabía que habías pasado la noche fuera del apartamento —dijo Emily cuando se se
Parte de la personalidad conservadora de los padres de Dafne, se reflejaba en el hecho de que no habían cambiado, ni cambiarían, su lugar de residencia y así pudo Rubén proporcionarles a las chicas la dirección en donde podían localizarlos. —Incluso tengo el teléfono de la casa que, de seguro, todavía usan y tampoco han cambiado. —Sí, puede ser útil, amor. Gracias.Mientras Marge se dedicaba a gestionar el alquiler del vehículo en el Elizabeth se transportaría, madre e hija pasaron por el salón de belleza de Raquel, para que las arreglara como una abogada y su asistente.—Es importante que mi mamá se vea más joven que yo —dijo Emily a la estilista.—Eso no va a suponer ningún problema, es más, ya lo parece —bromeó Raquel, ganándose la amistad de Estefanía y una mirada dura de su cliente habitual.—Muy chistosa. Mira cómo me río. Marge también se encargó del vestido de la asistente de Elizabeth, a la que llamaron Valerie, lo mismo que de alquilar el uniforme que usaría como conducto
Recurrir a los padres podía ser algo infantil, pero, al considerar el pasado de Dafne, el respeto -y temor- que ella sentía por ellos, junto con el hecho de que necesitaban de una solución rápida, la propuesta de Emily, seguida por la pantomima de una prestigiosa abogada, representante de una pareja que incluía a un multimillonario, el chófer y el vehículo de lujo en el que viajaba, debían ser suficientes para que los esposos Montenegro quedaran no solo impresionados, sino persuadidos de forzar a su hija a comportarse. —Pero lo que más los convenció, fue la fotografía, que la misma Dafne ta pasó ayer, chiquita —dijo Estefanía, de regreso al apartamento— ¿Viste la cara que pusieron? Estaban pétreos y creo que incluso dispuestos a defender a su pequeña, hasta que la vieron en esa posición tan comprometedora.—Seguro ya no le creen que sea virgen —dijo Emily—, pero no nos anticipemos y esperemos a ver los resultados de esta treta.—Yo pensé que íbamos a vernos envueltas en una guerra de