Tara Cooper
Estamos en el comedor, las niñas toman su desayuno, mientras Alexander da una hojeada al periódico. Termino mi plato de fruta picada mientras reviso que las gemelas hayan finalizado su platillo.
— ¿Iremos con los titos mañana? —pregunta Alexandra al finalizar su último trago de juego de naranja. Alexander baja el periódico, asiente mientras dobla el periódico y lo pone a un lado de su plato.
—Sí, como todos los sábados. —dice Alexander sonriendo y acariciando el cabello de la niña.
— ¿Por qué todos los sábados? —pregunta Elizabeth arrugando su nariz y mostrando luego un gesto de curiosidad.
Alexander me lanza una mirada fugaz.
—Porque mami y papi tienen una cita. —Alexandra y Elizabeth se miran curiosas. Alexander me hace señas de que le ayude, pero solo sonrío. Es la primera vez en estos años de que se nos pregunta.
— ¿Cita? —preguntan al mismo tiempo.
Alexander Cooper Miro el reloj de nuevo, ¿Cuántas veces debí de verlo desde entonces? ¿Veinte? Estoy impaciente. —Señor Cooper, Buenos días. —dice la mujer rubia y de sonrisa de anuncio. —Buenos días, ¿Tiene lo que le he pedido? —voy directo al grano, ella sonríe de nuevo, pero esa sonrisa no llega a los ojos. —Sí. Discul
Tara Cooper Estoy atónita. Estoy congelada en mi lugar sin hacer ningún gesto. Alexander suelta nuestro agarre, camina para quedar frente a mí y sonríe triunfante al ver mi reacción. —Estoy...—trago saliva con dificultad.— ¿Es nuestro? —él afirma. —Todo nuestro,—mira a nuestro alrededor, al final deja sus ojos grises sobre mí.—Feliz aniversario. — ¿Eso...eso quiere decir que no iremos más al Club Rojo? —él se sorprende a mi pregunta.—Me refiero a que es...—me llevo una mano a mi pecho, como si eso fuese a calmar mi corazón frenético. —Respira...—susurra divertido.—Es nuestro espacio, nuestra privacidad, de nosotros solamente. — ¿Has comprado el piso? —pregunto en un chillido de voz. —Sí. Cuando queramos tener nuestro tiempo juntos, que más que nuestro propio privado. —Pero no quiero salir de una casa para entrar a otra...—se me ha sali
Alexander Cooper Me pierdo por un momento en los ojos de Tara, lo que menos quería es que piense en que podría dejarla por otra mujer, ¿Acaso no ve que la amo como para poner los ojos en otra persona? Es mía como yo, suyo. Tenía inseguridades, lo acepto, temía perderla, Tara es joven, hermosa, cariñosa, tierna, entre más, y una de esas es que es una mujer insaciable. ¿Y si llegara el día de que no le bastara estar a mi lado? Niego. Niego de nuevo. Ella acaricia mi mentón e intenta captar mi atención por un momento. —Deja de pensar, Cooper. Me muevo para cerrar la puerta del auto a su espalda. — ¿Tienes todo? —ella asiente. Alcanzo su codo y la pego a mi cuerpo, caminamos hasta entrar por la puerta VIP, sabía que me estaba metiendo en la boca del lobo, pero lo único que quería esta noche, es que Tara disfrutara de nuestro aniversario, sabía que quería regresar al Club Rojo, ¿Qué más que complacerla por esta noche? Ya
Tara Cooper La piel se me ha erizado con solo escuchar la forma que ha dicho esas últimas palabras, me estremece por completo, yo no había pensado siquiera en compartirlo, el solo pensar que alguien más ajeno a mí, lo toque, emerge algo que no puedo describir, pero lo que sí estoy segura es que no es nada bueno, podría arder de ira, con solo pensarlo. Cooper sonríe, sé que sonríe porque compartimos el mismo pensamiento, ¿Cómo compartiría a mi esposo y padre de mis hijas? —Jamás. —susurro.
Alexander Cooper No puedo dejar de mirar a Tara desnuda, en posición de sumisa, nunca creí que podría ceder en este rol, es obvio que no tiene madera, pero sé qué lo intenta. Un antifaz rojo de cuero, cubre sus ojos, sus partes extremas están atadas en cada poste de la cama, dudosa, había cedido a ser inmovilizada. Desde aquí podía ver como su cuerpo muestra frustración, ansiedad y podría decir que nerviosismo. —Sumisión. —digo en un tono frío. Ella se tensa, intenta ceder, pero es algo complicado de hacer, más si se trata de ella. No estaba por completo en mi papel de dominante, no me sentía seguro hacerlo, solo quería mostrarle un poco de ello y ver si realmente lo disfruta, si pudiésemos ser compatibles en esto, podría ser mi compañera, y poco a poco mostrarle más.—Limitarte algunos sentidos, hará que te concentres en otros. —Tara está cubierta de sus ojos, ella no se mueve mucho, sé qué quiere meterse p
Tara Cooper Alexander me mira por un momento. Ladeo mi rostro y suelto un suspiro, sé lo que está pasando por esa cabeza suya. —Ve. —le pido, aunque no trago a Ginger, podría ser algo importante. —anda, estaré en el bar tomando algo en lo que hablas con ella. —No. Todo lo que venga de ella, siempre es algo que no me agrada. —Ve y saca esa espina, puedo leer tu rostro, Cooper. —él apenas muestra una sonrisa al escuchar eso. —Vale, espérame en el bar, no te muevas de ahí, no pienso quedarme mucho tiempo. —Bien. —deja un beso en mis labios y luego desaparece por dónde se ha marchado Ginger, algo no me gusta, pero no puedo estar haciéndome historias ficticias dentro de mi cabeza, miro el reloj por un momento y ya son más de las dos de la madrugada, miro a mi alrededor, cruzo el pasillo y me dirijo hacia el bar, llego y tomo lugar, el bartender se acerca con una sonrisa coqueta, estoy a p
Alexander Cooper — ¿Mamá se va a curar? —pregunta Eli al verme cerrar la puerta de la habitación, extiendo mi mano para que la tome, al hacerlo, la llevo a su habitación, Ale está sentada en la orilla de la cama abrazada a su manta, me mira curiosa. — ¿Papá? —asiento, le ayudo a subir a su cama, la acobijo, luego dejo un beso en su frente, paso con Ale, quien, al recostarla, extiende su pequeña mano y me alcanza a acariciar mi mejilla. —Mami se pondrá bien, papi. —dejo un beso en su frente.
Tara Cooper Miro el reloj no sé por cuantas veces más, Cooper se había marchado hace dos horas y no contesta el móvil. Había dejado a las gemelas abrigadas y dormidas, y me había plantado en la sala, con la vista a la entrada principal, me cubro con la frazada y subo mis pies al sillón. Mi mirada se pierde en algún punto, pienso en que Cooper podría estar con las autoridades y están arreglando la situación, siento como mi cuerpo tiembla, niego lentamente cuando cierro los ojos, había tenido el susto más horrible de mi vida, intento no ir ahí. Estoy tentada en marcarle a Jack, en preguntarle si sabe algo de Cooper, me muerdo el labio y miro la pantalla del móvil. —Solo preguntaré…—me digo a mi misma, tecleo el número de Jack y le llamo, un tono, dos tonos y finalmente me contesta. — ¿Tara? —dice al contestar. —Sí, soy yo, Jack, disculpa la hora, pero… ¿No has hablado con Cooper? Le estoy ma