Capítulo treinta y uno

Lilly abrió los ojos al escuchar un sollozo silencioso a su lado, miró a su lado para ver a su madre sentada en una silla cerca de su cama. Trató de llamarla pero descubrió que estaba demasiado cansada para abrir la boca y ni siquiera para escuchar su propia voz. Intentó levantar la mano hacia ella, pero ni siquiera podía mover un dedo. Le duele el cuerpo como si hubiera sido atropellada por un camión.

Al ver que no puede llamar a su madre, se recostó en la cama y la vio sollozar mientras unas lágrimas caían de la esquina de sus propios ojos a su almohada.

Se abrió la puerta y entró una hermosa mujer de cabello castaño rojizo con una larga bata blanca, ella le sonrió justo cuando su madre se levantaba para hablar con la mujer.

—Estás despierta—, dijo la mujer y su madre la miró entonces sorprendida.

—Querida—, corrió hacia
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