Cap:40. Sentirse libre.

Después de haber tomado su lugar en una de las tantas mesas, Daniel hizo el pedido para los dos. Aún se encontraba de mal humor, ya que los hombres seguían mirando a su mujer sin contenerse, ‘¡esos bastardos!, ¡voy a destruirlos!’ gritaba refunfuñando en su interior.

Sin poder contenerse más, tomó su móvil haciendo una llamada y dando una orden simple al ser atendida en el instante. –Anota sus nombres—ordenó fríamente antes de colgar. Tanta era su gelidez que los presentes sintieron una repentina brizna de frialdad haciéndoles estremecer y mirar al exterior para ver si se había nublado el día, pero el resplandeciente color amarillo seguía en lo alto sin ondas de perturbación.

Por su parte, al escuchar la orden de su jefe, Matheus se quedó en blanco, no sabía si soltar una carcajada o llorar por la misión al entender a que se refería su jefe.

¡¿Cómo rayos iba a saberse los nombres de todos los hombres que estaban codiciando a la señorita?!.

¿Qué debería hacer?, ir de mensa en mesa anot
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