Mondragón llegó al hotel, en donde Angélica, lo estaba esperando. Al ingresar se encontró con la joven envuelta en un mar de lágrimas, sentada en el suelo abrazada a sus rodillas.
Francisco se asustó pensando que algo le había pasado, dejó las bolsas con comida sobre el escritorio; se acercó e inclinó ante ella.
—¿Qué tienes? ¿Te hicieron daño? —averiguó tomando el rostro de la joven para examinarla.
Angie negó con la cabeza, casi no podía hablar. Mondragón la abrazó esperando que ella se tranquilizara.
—Es mi papá... el tratamiento no está funcionando —sollozó aferrada a él—. Mi sacrificio ha sido en vano, até mi existencia a un hombre que no me ama, para quién yo no existo, todo por salvar la vida de mi padre... ¿Para qué? —se cuestionó la joven venezolana.
Francisco sacó del bolsillo de su elegante leva, su pañuelo. Limpió el rostro de Angélica, y luego la miró
Parece que a Jorge se la hará realidad el deseo de tener un hermanito. ¿Qué opinan?
Angélica salió del cuarto de baño con un delicado camisón de seda negra borgoña. Francisco, leía un documento en su computador, al sentir la presencia de la chica levantó su mirada hacia ella. La boca se le secó al ver su espectacular figura. La joven venezolana se dio cuenta de la impresión que había causado en él, le brindó una sonrisa, entonces él pensó que no era buena idea compartir la habitación. Angie era una tentación que él no se podía dar, era una mujer prohibida, estaba casada con su amigo y jefe. Francisco observó a su alrededor buscando un lugar donde pudiera acomodarse, pero no había un sofá, ni nada que le sirviera de cama, así que esperó a que Angélica, se metiera en el lecho, y se durmiera, para él acostarse a su lado y así evitar la tentación. Minutos después el cansancio le ganó, y recordó que no tenía un pijama, observó a Angie, dormida, entonces se quitó la ropa y solo se quedó en bóxer.<
Daniela conversaba con Luis Enrique, sobre la difícil situación de Carlos, la pobre mujer se sentía en una encrucijada, era como si todo lo que había construido se estuviera viniendo abajo.—Vea pues, yo sé que la situación del doctor Duque, es muy difícil, pero usted no puede hacer nada, él se declaró culpable; su prioridad es ahora su hijo —aconsejó Luis.—Lo sé, pero no voy a permitir que el padre de mi niño pague por un crimen que no cometió.—Yo lo sé, sin embargo, Carlos Gabriel, se ha puesto muy rebelde, pasa diciendo que usted es una mentirosa y eso no está bien, debe hablar con su hijo, o con Carlos Duque, pero creo que el momento de decir la verdad ha llegado.Daniela recargó su espalda sobre la silla, mientras lágrimas bajaban por sus mejillas.
La doctora Aitana Robles, finalizaba un análisis psicológico a uno de los detenidos en la cárcel nacional de varones de Manizales. El sujeto estaba acusado de asesinato y el fiscal necesitaba una evaluación.Después que el detenido obviamente esposado salió de consulta uno de los guardias interrumpió la redacción del informe que preparaba la especialista.—Doctora, la solicitan en la oficina del director en este momento.—¿Sabe para qué? —averiguó la psicóloga, arqueando una de sus cejas.—El fiscal necesita hablar con usted —indicó el guardia, entonces la joven doctora se puso de pie, caminó por los pasillos que conducían a la oficina del director, golpeó la puerta.—Adelante —escuchó en la gruesa voz del doctor Reyes.
La doctora Robles reconocía de sobra ese tipo de actitudes que los pacientes solían usar y Carlos se estaba resistiendo a hablar debido a los mecanismos de defensa que utilizaba para protegerse. —Qué pena doctor Duque, que desperdicie su tiempo intentando evadir esta primera entrevista, pero no se preocupe cuando usted se sienta preparado para venir a hablar sobre su vida vamos a trabajar de manera correcta —comentó Aitana, de manera serena. —Doctora, qué pena decepcionarla, si usted espera que yo venga por mi cuenta, se va a cansar. —No, Carlos, yo no me desilusiono, ni emito juicios, yo no estoy en su situación, solo usted sabe que es lo que lleva cargando consigo mismo. Puedo escucharlo y ayudarlo a trabajar con lo que usted tenga, pero solo por voluntad propia —recomendó la doctora. Carlos, hizo caso omiso a las palabras de Aitana, caminó alrededor de la oficina, y comenzó a leer los títu
Manizales- Colombia. Carlos permanecía paralizado, sentado en una esquina, temblando, sudando frío, al momento que abrieron la puerta de aquella siniestra y helada celda de castigo. La psicóloga se acercó aprisa hacia él, al verlo sin moverse, escogió de su playlist uno de los mantras para ayudarlo a relajarse; conectó sus audífonos y se los colocó hincándose frente a él, volteó a ver el lugar se dio cuenta de las condiciones insalubres que se encontraba el sitio. —Estoy con usted doctor Duque —pronunció con voz serena Aitana, dejando que la música comenzará a hacer su efecto, lo tomó de una de sus manos y acarició de esta. —¿Me escucha? ¿Puede mirarme? Carlos advirtió la dulce voz de la psicóloga, hizo contacto visual con ella; sin embargo, en sus ojos aún se podía percibir la angustia, el nerviosismo, el miedo. La doctora colocó su mano en el pecho de él. &nbs
Mientras ellas permanecían abrazadas la puerta del consultorio se abrió, la doctora Robles, apareció. Daniela y Rosario, se soltaron para dirigirse a la psicóloga. —¿Sucede algo? —les preguntó Aitana, al verlas hipeando. —Doctora es difícil de explicar consideramos que es relevante que usted nos ayude —respondió Daniela, mientras la mujer mayor con lágrimas en los ojos se dirigió a la psicóloga. —¿Cómo está? —averiguó Rosario, llorando descontrolada. La señora se veía ansiosa, nerviosa, desesperada. —El doctor Duque, se encuentra tranquilo en este momento, ya que tuvo que ser sedado para que pudiera descansar, además que logré que lo separaran de la celda de castigo. Aitana se acercó hasta el cajón de su escritorio en donde sacó una caja de pañuelos desechables y se los dio, para que limpiaran sus lágrimas. —Doctora, se lo suplico déjeme v
Carlos elevó una de sus cejas, observó a la doctora con sorpresa, no entendía por qué razón ella tenía las prendas de él, la psicóloga al ver el rostro de confusión de él le aclaró. —Daniela, y la señora Rosario, vinieron a dejarle algunas cosas yo pasaba por ahí cuando intentaban ingresarlas, por eso las tomé. Al instante que Carlos, escuchó el nombre de Daniela, y de Rosario, el semblante le cambió, su mirada se llenó de ilusión y su corazón sintió mucha emoción a pesar de que seguía enfadado con Ely. —¿Ellas estuvieron aquí? ¿Se enteraron de lo que sucedió? —interrogó Carlos. —Así es, lo vinieron a visitar, pero no les permitieron el ingreso debido a que usted estaba en la celda de castigo, por eso me quede con sus cosas personales, enseguida se las traigo. —Doctora, me gustaría ver a la señora Rosario... ¿Existe alguna posibilidad de que ella pueda venir a vis
Manizales- ColombiaRosario, esperaba impaciente la llegada de Daniela, para partir a casa de la joven, y conocer a su nieto.Se asomó por la ventana y observó el auto de la doctora Robledo, salió a toda prisa de la casa en donde alquilaba un pequeño departamento.—Rosario, buenos días —saludó Daniela.—Hola Daniela —contestó Rosario, observando el rostro de tristeza de la joven. —¿Está usted bien? —indagó al verla pálida, agitada, y con los ojos llorosos.Daniela negó con la cabeza.—Acabo de hablar con el señor Duque, puse en su conocimiento todo el sufrimiento de Carlos.Rosario se quedó en silencio, ella sabía que en algún momento toda la verdad se iba a descubrir, y que Miguel Duque, se enteraría de que Carlos, no era su hijo, sino su sobrino, sent&iac