Capítulo 2

¿Qué estaba haciendo? ¿Mintiendo? ¿Por qué? ¿Por qué me molestaba ser un mesero? ¿Por qué me avergonzaba de lo que era? ¿Por qué…? La chica volvió a hacer una venia y yo la miré.

  - Ojalá no me vuelva a topar con usted – soltó – Aún así, discúlpeme por mi actitud

  - Como usted diga…

  - Un Chanel como ese es difícil de encontrar en América – señaló mi sombrero – Incluso para el más adinerado…

  - Yo…

Tomé el sombrero con delicadeza, no sabía eso.

  - Ojalá no nos volvamos a ver – volvió a decir y yo la miré fijamente – Adiós

La miré irse, bamboleando sus caderas y llegando hacia su amiga, quien comía sonriente. Podía estar seguro de algo, y eso era que esa chica no se hubiera disculpado conmigo si no hubiese sido por el traje que llevaba puesto. La chica llegó donde su amiga y esta la miró con preocupación, la chica solo frunció el ceño y se empezó a abanicar ¿Cómo una chica tan bonita podía ser tan desagradable?

  - Hoy tuviste suerte… - susurró una voz, era Samuel – Pero mañana… mejor deja de jugar

  - Samuel…

Lo miré confundido.

  - Esa chica, la sonriente – miré a Olivia – No te hubiera defendido si no lucieras así en estos momentos – lo miro, sorprendido – Y eso lo sabes

  - Sam…

  - Quítate eso Michael, antes de que te metas en problemas

  - Sí…

Asentí a sus palabras y caminé con rapidez hacia el hotel. Por el camino hacia los ascensores, noté que los huéspedes me saludaban, incluso uno me dio la mano ¿Qué pasaba? ¿Era por el traje? Muchos de mis compañeros, de seguro por el traje, me saludaban también de forma respetuosa ¿Un traje podía hacer tanta diferencia? ¿La ropa fina podía hacer tanta diferencia? ¿La apariencia podía hacer tanta diferencia?

Llegué a los ascensores y entré con un hombre de traje, alto y con mirada seria. Él me miró y yo hice una venia que él respondió, otro huésped hubiera rechazado mi saludo si hubiera estado en mi uniforme. El ascensor se detuvo en el piso dos y otro hombre entró, sonriente.

  - ¡Oh, hola! – saludó, haciendo una venia hacia el hombre – Todo está listo para el coctel de mañana en el salón del tercer piso

  - Obvio que debe de estar todo listo – dijo, aceptando la invitación – Ya sabes a quienes invitar

  - Sí… - dijo el hombre – Los inversionistas y otras personas que queramos asociar

  - Quiero esas acciones para la mina de diamantes – dijo el hombre de mirada seria – Ese hombre encontró diamantes en la India

  - Hay más en África

Solté y luego me tapé la boca.

  - ¿Perdón…?

Pregunto el recién llegado.

  - En… África hay más diamante que en India y China… - comencé a decir – Una concesión minera sería… sería lo apropiado…

  - ¿Dónde hay diamantes?

Preguntó el hombre de mirada seria.

  - En Guinea, Sierra Leona, el Congo… todo el centro y sur de África tiene diamantes, y son de mayor tamaño y calidad que los de cualquier parte del mundo…

  - Dale una invitación a este muchacho – ordenó el hombre – A los socios les gustaría escuchar esta información

  - Charles… - el otro hombre lo miró y asintió – Tome…

  - Lo espero ahí… ¿Cuál es su nombre?

Preguntó el hombre de mirada seria.

  - Smith… - hice una venia – Michael…

  - Michael… - pronunció el hombre - ¿Cómo sabes tanto sobre minas y concesiones?

Preguntó cuando las puertas se abrieron en el piso seis.

  - Yo… - salí del ascensor tras él – He estudiado mucho supongo

  - Me encanta… - dijo el hombre – Los jóvenes de hoy en día no estudian nada… - miré al suelo, incómodo - ¿Eres de Londres?

  - Sí…

  - ¿Vas a la escuela “SILVER RIVERS”?

Preguntó, refiriéndose a la mejor escuela de Londres, una a la que jamás podría ir por la falta de dinero.

  - No…

  - Es una lástima, es la mejor – dijo y yo asentí – Mi hija va ahí – comentó – Que tus padres te cambien a esa escuela, no desperdicies tu tiempo en cualquier otra escuela

  - Sí…

  - Lindo sombrero

Dijo el hombre y yo asentí, volviendo a tomar el dichoso sombrero de copa. Me quedé parado en la puerta del 615 y lo miré, ellos me miraban también. Hice una venia y entonces entré, soltando un suspiro.

¿Qué acababa de pasar? ¿Acababa de tener una charla sobre concesiones y minas con un hombre rico? ¡Qué locura! Me miré al espejo, me veía muy guapo, como siempre, pero había algo distinto… era el traje. Sin ese traje… sin ese traje jamás había obtenido lo que toda persona quiere: Respeto.

Silencié a esa chica, fui saludado por los huéspedes, mis compañeros de trabajo me trataron como huésped, y ahora era invitado de un coctel de ricos ¡Qué demonios! Todo por el traje que lucía, la fina tela debía de haberme colocado un estatus en la pirámide jerárquica.

  - No me puedo deshacer de este traje

Me dije a mí mismo. Busqué en el closet, mi ropa y la de John seguían ahí. Me coloqué mi ropa y me dispuse a doblar el traje para llevármelo. La puerta fue golpeada de pronto y yo solté un respingo. Volvieron a tocar la puerta y entonces caminé hacia ella, aguantando la respiración.

  - Michael… ábreme

Solté el aire retenido, era John.

  - John… - abrí la puerta y lo dejé entrar – No sabes la noche que he tenido

  - No me puedo imaginar nada – dijo, dejándose caer en la cama y quitándose la corbata - ¿Qué pasó contigo? – preguntó – Te estuve esperando hasta que Samuel  me dijo que estabas aquí

  - Me topé de nuevo con esa chica

  - ¿La odiosa? – asentí - ¿Qué pasó?

  - Nada… - contesté, dejándome caer en la otra cama – Solo discutir

  - ¿Por qué?

  - Por algo – contesté sin mirarlo, no podía decirle la verdad – Y no solo eso

  - ¿Qué más pasó?

  - Un hombre me invitó a su coctel

  - ¿Vas a ser asistente? – negué con la cabeza - ¿Entonces?

  - Me invitó

Alcé la blanca invitación.

  - ¡¿Qué?! – John se levantó y tomó la invitación, leyéndola - ¿Cómo conseguiste esto?

  - El traje… - contesté, señalándolo – El traje provocó eso

  - Dijiste… tú dijiste que nada malo podía salir si solo lo usabas una vez

  - Me equivoqué…

Admití.

  - No puedes ir – dijo John, yo lo miré – Te pisotearán

  - Lo sé pero… - recordé la mirada de ese hombre – Me da miedo ese hombre y…

  - ¿Y…?

  - ¿Qué de malo puede pasar si voy? – pregunté – No haré nada salvo comer lo que sirvan

  - Michael… - John me puso la invitación delante del rostro – Es una fiesta de millonarios, de gente refinada que se cree lo más importante del mundo – quitó la invitación y me miró – Son otro mundo

  - Pero… - lo miré - ¿Qué hay de malo en querer entrar ahí?

  - Que con engaños no se puede – contestó y miré el techo, él tenía razón – Y te pueden humillar si se enteran quien eres realmente

  - Al hombre lo impresioné por mi intelecto, no por otra cosa

  - Lo impresionaste por tu intelecto y por lucir como ellos

  - … - lo miré – Mejor ya no hablemos de eso

John asintió y yo dejé escapar un suspiro. John se cambió la ropa y dejamos de nuevo los trajes en sus sitios. Ya en nuestra ropa común, con los uniformes guardados en la mochila de John, salimos de la habitación.

Presionamos el botón del ascensor y esperamos. Miré por encima de mi hombro, hacia la puerta, donde estaban los trajes, donde estaban mis pases al mundo de ricos y famosos. El timbre del ascensor sonó y las puertas se abrieron. Ahí, paradas, una sonriente y la otra con mirada petulante, las dos chicas.

La chica me miró y frunció el entrecejo, Olivia sin embargo se sonrió aún más. La de mirada petulante tomó a su amiga de la mano y se fue, arrastrándola lejos de nosotros. John y yo entramos en el ascensor y comenzamos a descender…

  - Esa chica… - empezó a decir John, con cara de fastidio – Es desagradable

  - Ya somos dos los que pensamos eso

Dije y él asintió. Salimos del ascensor y caminamos hacia la residencial de empleados. Nos dejamos caer en las camas, habíamos tenido un día largo, sobre todo yo.

John ya estaba dormido, yo sin embargo no podía conciliar el sueño. Miré el techo, pensando en la invitación, brillando en mi mesa de noche ¿Debería de ir? ¿Podría? ¿Y si John tenía razón y me pisoteaban? ¿Qué debía de hacer? Tenía deseos de ir, pues siempre fue mi sueño pertenecer a ese mundo… ¿Pero debía de hacerlo?

Quité las sabanas de encima, me calcé las pantuflas y tomé mi llave maestra. Salí de la residencial de empleados, crucé los terrenos del hotel y llegué a las habitaciones. Subí al ascensor y esperé a que este bajara ¿Era una locura lo que iba a hacer? Subí al sexto piso y caminé con paso decidido al 615. Abrí la puerta y me dirigí al closet, tomando los trajes. Los guardé bien en la mochila de John y salí de la habitación.

Una puerta se cerró, haciéndome sobresaltar. Miré a un lado, a penas iluminada por la luz de la luna, estaba una chica en camisón, cubriéndose el cuerpo con una bata. Me quedé viéndola, pues era la chica más hermosa que hubiese visto en mi vida. Parecía casi sacada de un sueño, de uno en los que todo tiene luz tenue y todo se ve misterioso. Su rostro era bello, sus labios apetecibles y su cuerpo igual ¿Era real esa chica? ¿Cómo alguien de tanta belleza podía ser tan arrogante y desagradable?

Continué mi camino hacia el ascensor, lo que esa desagradable niña rica estuviera haciendo me importaba poco. Ahora tenía mis trajes, mis pases hacia la alta sociedad ¿Estaba bien entrar sin serlo? ¿Lo estaría? Pues yo tenía una invitación y no me la había robado… como el traje. Volví a mi habitación y me dejé caer en la cama, cerrando los ojos y dejándome llevar por Morfeo…

  - Medítalo – me pidió John - ¿Qué crees que harás cuando estés ahí?

  - Ser yo mismo e intentar agradarle a la gente

  - No – dijo, provocando que lo miré sorprendido – No puedes hacer eso, te pisotearán

  - ¿Por qué estás tan seguro que eso harán?

  - Michael, son la “Alta Sociedad”, nosotros somos el proletariado ¡No encajamos!

  - ¿Por qué piensas así? – pregunté, sintiéndome enfadado con mi  - ¿Qué no estás harto de tener que ser parte del proletariado?

  - Si lo estoy o no, eso no es motivo para hacerme pasar por alguien que no soy

  - Pero… estamos hablando de la “Alta Sociedad”, yo también quiero ser parte de…

  - ¡Pero no con engaños! – gritó él, provocando que los demás empleados de la cocina nos miren – No con engaños… - volvió a decir, esta vez en un susurro – Porque cuando vuelvas a Londres… ¿Qué te quedará?

Miré el suelo. John tenía razón: Las mentiras no me las podía llevar conmigo, pues eran eso, mentiras, nada era cierto. Yo no era una persona de la “Alta Sociedad”, era un mesero, un sirviente, una mula de carga, un obrero…

  - Solo será esta vez… - supliqué quedamente - ¿Qué puede pasar?

  - Lo mismo dijiste ayer y terminaste siendo invitado a una fiesta de ricos

  - Y si sigo con esta buena suerte, tal vez saque algo bueno de todo esto

  - No sé Michael… no creo que sea algo bueno…

  - De todas formas iré, lo siento  – John me miró con seriedad – Quiero ir

Salí de las cocinas, quitándome la camisa del uniforme y quedando en mi camiseta blanca. Llegué a mi habitación y saqué la mochila de John. Me di una ducha, planché con rapidez el traje y me lo puse. Me miré en el espejo, siempre me veía apuesto, era imposible verme mal con alguna prenda de vestir.

  - ¿Qué crees que haces?

Preguntó John, entrando de pronto.

  - …

  - ¿Los volviste a tomar? – preguntó, tomando el saco y mirándolo - ¿Por eso estabas impaciente? ¿Por esto estás tan seguro de ir? ¿Por este traje?

  - No solo el traje – contesté – Quiero saber… quiero saber cómo es estar ahí

  - Michael… esto no está bien

  - Tal vez… - contesté, quitándole mi saco – Pero de igual forma lo haré

  - Michael… - miré a mi , él soltó un suspiro – Cuídate por favor…

  - Lo haré

Sonreí y salí de la habitación, con la invitación en mano. Caminé sonriente por el hotel, de nuevo siendo saludado por las personas, aceptando sonrisas de chicas con elegantes vestimentas y tratado de formas distinta por los empleaos ¿Así se sentía ser de la alta sociedad? ¿Te sentías importante? Pues yo lo estaba sintiendo, y solo llevaba un traje robado.

Llegué al tercer piso y me dirigí al gran salón de recepciones. Ahí estaban entrando las personas con elegantes vestimentas. Los hombres con trajes, mirando todo con seriedad; las mujeres iban con vestidos largos y elegantes, mirando a todos lados con las narices ligeramente alzadas, como si todo les oliera mal. Tragué saliva ¿Podría encajar? Pero sobre todo ¿Realmente valía la pena? Me acerqué al hombre de la entrada y entregué mi invitación.

  - ¿Nombre?

Preguntó.

  - Smith… - contesté con nerviosismo – Michael

  - Michael – el hombre tachó un nombre – Pase joven

  - Gracias…

Hice una venia y entré. Todo estaba decorado sutilmente, no era nada estrambótico ni mucho menos. Los adultos bebían, los jóvenes conversaban en grupos y algunas personas bailaban ¿Así eran todas las reuniones de la “Alta Sociedad”?

  - ¿Desea algo de beber, señor?

Preguntó un mesero, lo reconocí al instante y me cubrí el rostro con mi invitación.

  - Eh… sí por favor – acepté – Agua

  - Enseguida

Y entonces se fue. La realidad me golpeó, estaba rodeado de meseros, de compañeros de trabajo ¿Cómo podría hacer esto con tantas personas que me conocían? Continué paseándome por la estancia, siendo seguido por meseros ofreciéndome bocadillos y bebidas que yo gustoso aceptaba. Sin embargo no podía estar tranquilo, cualquiera podría reconocerme, cualquiera podría saber que yo era…

  - Michael…

Dijo una voz atrás de mí.

  - Olivia…

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