Capítulo 4

- ¡¿Es que tú estás loco?!

Me preguntó John cuando terminé de contarle lo que acaba de pasar.

  - Simplemente fue… no sé… tengo miedo

  - ¿Y te pagó todo esto por decir tonterías?

Preguntó John, señalando el cheque.

  - No fueron tonterías – contesté – Sabía todo eso porque leí acerca de ello

  - Pero se los planteaste de tal forma que los hiciste pensar que eras una clase de erudito

  - ¿Y eso qué?

  - ¡Michael! – gritó, llevándose las manos a la cabeza – Estamos hablando de “Big-Bang Asociados” una de las empresas líderes del país

  - Lo sé…

  - No puedo creerlo… - John miró de nuevo el cheque – Lo que has hecho es… prácticamente estás estafando a esos hombres

  - Lo sé…

  - Piensa en tu familia, tus padres no podrán pagar la demanda que te caerá si se enteran

  - ¿Pero qué puede salir mal? – pregunté – Los datos que di, todo lo que dije, les dará un beneficio – miré a John con fastidio - ¿Qué diferencia hay si soy un mesero?

  - En que creen que no lo eres – contestó él – Y si todo sale mal, serás solo un mesero que estafó por dinero…

  - Okey…

  - Y ahora mañana tendrás un almuerzo con esas mismas personas

  - Acompáñame

Pedí y John me miró como si yo fuera un ente extraño.

  - ¿Estás loco? – preguntó – Te recuerdo que nosotros somos empleados, no comensales – miré el techo de nuestra habitación – Mientras tú almuerzas con los ricos te cubriré, pero tú harás todo el trabajo de la mañana

  - Hecho

Acepté.

  - Ahora durmamos, te espera mucho trabajo mañana

  - Sí…

Apagué la luz de la mesa de noche y me quedé viendo el techo ¿Estaba loco por querer seguir con esta locura? No podía dejar de pensar en qué podía salir mal si iba, si continuaba con este juego. Las reglas de los empleados decía que no podíamos involucrarnos con ningún huésped, esto quería decir liarnos con alguno; pero yo no estaba haciendo eso, y tampoco pensaba hacerlo. Como yo lo veía, era solo ganar experiencia que podría usar en el “Hotel Shining” cuando volviese, y ahora con el dinero ganado, podría remodelar una gran parte de este ¿Qué mal podía causar este juego?

  - Eh… Michael… eh… - parpadeé varias veces, era John el que me zarandeaba – Levántate ya – me ordenó – Son las siete, ve a desayunar, debes de tender camas

  - Sí…

Dije, tallándome los ojos y quitándome las sábanas. Me miré en el espejo, me veía muy guapo, sonreí, no había chico más guapo que yo. Tomé la camisa de mi uniformé y me la colgué al hombro, luego me la pondría, no quería ensuciarla con mi desayuno. Me calcé los zapatos y salí de la habitación.

Respiré hondo, por algún motivo me sentía animado. Comencé a caminar y noté que muchas personas me saludaban ¿Qué pasaba? Continué caminando y un hombre me saludó, yo lo reconocí como uno de los accionistas de “Big-Bang” Mi buen ánimo se fue al suelo ¿Cómo podría hacer mi trabajo con todas estas personas reconociéndome? ¿Cómo podría continuar con mis mentiras con todos los empleados conociéndome?

Miré a todos lados, de pronto me sentí observado, como si estuviera teniendo un ataque de agorafobia. Comencé a correr, sin mirar a nadie, corrí a refugiarme en las cocinas. Entré y respiré hondo, aliviado de que ahora nadie podía verme, por lo menos no los dos mundos a lo que pertenecía ahora. Miré a mis compañeros y me dispuse a servirme un desayuno ligero. Comí con rapidez, sintiéndome nervioso ¿Cómo podría continuar con mi trabajo ahora que no debía de ser visto? No podía dejar de trabajar así de fácil, pues mis faltas también serías las de John, y él también necesitaba el dinero, quizá más que yo ¿Qué podía hacer?

  - Liam… Liam

El susodicho me miró.

  - ¿Me prestas tu gorra?

  - ¿Qué? – el chico miró su gorra – Toma…

  - Gracias… - la tomé y me la coloqué – Que más…

Caminé hacia el baño, ahí alguien había dejado unas gafas de sol, un huésped que estaba en el baño conmigo había dejado sus gafas de sol en el lavabo. Miré los lentes y miré la puerta cerrada de uno de las toilettes. Miré de nuevo las gafas, sintiendo mi cuerpo temblar. Estiré mi mano, temblando, sudando, los tomé y salí corriendo del baño.

¿Acababa de robar? ¿A un huésped? ¿Le acababa de robar a un huésped? ¿Cómo pude? Miré la puerta y miré las gafas. Quería entrar, devolverlos, pero había una fuerza que me lo impedía. Miré de nuevo las gafas y me las coloqué en el rostro. Me acomodé el gorro y al cuarto de mantenimiento.

Saqué mi carro con escobas y plumeros y me dispuse a ir a las habitaciones. Ahora ya nadie me saludaba, ya nadie me miraba, nadie me sonreí, y eso me hacía sentir incómodo. Me había gustado mucho cuando todos me trataban como si fuera alguien importante, pero ahora tenía que volver a mi vida real, la de ser un empleado por propinas.

Ya llevaba cinco habitaciones totalmente limpias y me había demorado una eternidad ¿Por qué algunos huéspedes tenían que ser tan sucios? Había encontrado desde ropa tirada a “Utensilios” muy pero muy personales, regados por la habitación. Necesité más de tres pares de guantes para limpiar todo y más de un gancho la taparme la nariz.

Ahora nuevamente me encontraba en la 615, aún deshabitada. Me dejé caer en la cama y cerré mis ojos, respiré hondo, realmente me sentía cansado. Abrí mis ojos de nuevo y miré mi reloj, eran las doce en punto, tenía una hora para llegar al almuerzo de los Kensington.

Me senté en la cama y me miré en el espejo. Me veía muy bien, pero “Muy bien” no era suficiente. Las palabras de Kate volvieron a mi mente: Yo era un “Perro en ropas finas”. Pero no podía volver a ponerme las mismas ropas finas. Miré mis cosas, el gorro de L y las gafas robadas…

Me levanté decidido, pero sin poder crees lo que estaba a punto de hacer. Salí de la 615, mirando a todos lados y subí por el ascensor al último piso. Caminé por el piso; por la hora, todos los huéspedes debían de estar disfrutando de la piscina o almorzando. Me metí en una habitación y caminé hacia el closet. Abrí de par en par las puertas y entonces me encontré con mi botín…

  - ¿Estás seguro de esto Michael?

Me pregunté a mí mismo. Respiré hondo y tomé la camisa y los pantalones. Miré a todos lados y los metí en mi carrito. Miré la ropa hecha bola en mi carrito, junto con los plumeros y escobas. Me dispuse a salir de la habitación, pero entonces algo me llamó la atención, era un “Rolex”. Miré mi ropa en el carrito… iba a necesitar un buen accesorio. Lo tomé y lo lancé junto con lo demás, luego lo cubrí todo con la ropa de cama sucia.

Salí de la habitación y bajé por el ascensor al primer piso. Caminé a las lavanderías y dejé ahí las sábanas, luego caminé hacia el cuarto de limpieza. Ya ahí dentro, con el seguro de la puerta puesto, me cambié de ropa. Me miré en el espejo, ahora me veía más que “Muy bien”.

Salí del cuartucho, me coloqué las gafas de sol y caminé con las manos en los bolsillos, nuevamente siendo saludados por todos los que se me cruzaban.

Por fin llegué al lugar reservado por los Kensington. Una mesa larga, con un mantel blanco, bajo un toldo blanco que lo protegía del sol, se veía elegante. Las personas aún no se sentaban, más bien conversaban parados sosteniendo copas con jugos frutales. Nuevamente todos se veían elegantes, a pesar de no estar en una fiesta elegante, era como si volvieran una simple camisa de diario y unos shorts en algo de alta costura ¿Era la ropa o era el hecho de ser de la “Alta Sociedad”?

  - ¡Michael!

Gritó una voz que no podía confundir.

  - ¡Olivia!

Me giré para verla. Ella como siempre sonreía, y lucía bonita en su vestido floreado. Ella me tomó de la mano y me guió hacia otra parte de la carpa, donde había muchos jóvenes. Al instante todos me quedaron viendo, parecía que me estuvieran analizando de arriba abajo, inspeccionando mi apariencia.

  - Él es el chico del que les hablé – me presentó Olivia y todos saludaron, yo hice lo mismo – Él ayudó al señor Kensington

  - El experto…

Dijo uno de los chicos, sonriendo, entonces todos empezaron a cuchichear sobre mí. Todos parecían estar en una conversación muy animada sobre mi persona, sobre viajes, sobre compras y demás, incluso Olivia estaba metida en eso, y era de esperar, era su mundo. Pero entonces mi visión se vio obstruida por una chica que estaba sentada sola, apartada del resto, con mirada aburrida.

Sentí lástima de pronto por aquella chica mimada ¿Por qué no hablaba con nadie? Si sus padres eran los anfitriones de todo eso ¿No debía ser ella el centro de atención? ¿No debería de ser ella quien esté llamando la atención de todos? Ni siquiera Olivia, su mejor amiga, estaba con ella en ese momento.

  - La comida será servida

Anunció la señora Kensington y todos empezamos a tomar asiento. Los jóvenes, algunos mayores y otros menores, se empezaron a pelear por los asientos, los típicos “Yo no me quiero sentar con él” o los “¡No, tú siéntate en otra parte!”. Era un poco cómico ver los berrinches de los jóvenes ricos. De esta forma me vi apretado entre la esquina de la mesa y un robusto chico, justo en frente de Kate, quien sostenía una libreta con una mano y un lápiz con la otra.

Los platos fueron servidos, la comida estaba deliciosa, no podía negarlo, el hotel tenía muy buena comida, pero no tan buena como la de mi mamá. Olivia era la única que tenía algo diferente a todo el mundo, ella comía pollo ¿Por qué Olivia siempre come pollo? Habiendo tantas cosas deliciosas que comer, ella solo comía pollo.

  - Me compraron un nuevo auto – dijo uno de los chicos ahí presentes – Como es mi primer auto no me quisieron comprar nada ostentoso

  - ¿Qué carro te compraron?

Preguntó otro chico y varias chicas miraban atentas la conversación.

  - Un “Volkswagen”

Contestó por fin el chico.

  - Es un buen auto – comentó otro – Y es rápido, aunque nada se compara con el “Ferrari”

  - Sí, pero ninguno tiene un “Ferrari”

Se burló el chico del auto.

  - El “Volkswagen” es un buen auto, resistente

  - Yo no confío en nada que fue hecho para el ejército Nazi

Solté y todos me miraron.

  - ¿Qué?

Me preguntó el chico del auto.

  - ¿No lo sabías? – pregunté, comiendo un poco de mi plato – El “Volkswagen” fue diseñado para transportar a los soldados Nazis en la Guerra

  - Wow… - dijo uno de los chicos – Si es un experto

  - ¿Sabes de autos?

Me preguntó el chico del auto.

  - Algo – contesté, tomando de mi bebida – Por ejemplo, sí, el “Ferrari” es un buen auto si a velocidad te refieres, pero si esperas suavidad y comodidad, un “Porsche” sería lo que yo recomendaría – todos me miraron – Pero si quieres reconocimiento… un “Cadillac” es lo mejor

  - Impresionante – el chicos de los autos aplaudió y de nuevo todos empezaron a cuchichear sobre mí – Muy impresionante…

  - Les dije que chico era un genio

Habló Olivia, sonriéndome, yo hice lo mismo. Miré mi plato, sirviéndome un poco más, y luego levanté la mirada. Kate miraba con aburrimiento su plato, jugando con las verduras y cada tanto lanzándolas fuera de la mesa ¿Qué le pasaba? La comida estaba deliciosa y ella no la iba probar.

  - Michael – me llamaron, era el señor Kensington – Díganos… - miré a Kate, ahora tenía peor aspecto, como si el hecho de que su padre hablara fuera algo desagradable para ella - ¿En que trabajan sus padres?

Dejé caer uno de mis cubiertos. Esa pregunta… esa era la peor pregunta, pues no la podía contestar. Mi papá era el dueño de una posada de paso y mi mamá cocinaba ahí; ellos apenas podían con las cuentas y las deudas se acumulaban ¿Eso iba a contestar? No podía contestar eso. Miré a todos lados ¿Qué podía hacer? ¿Qué debía de hacer?

  - Mi papá tiene hoteles – contesté – En el extranjero – agregué con rapidez – Son muy visitados y dicen que la comida es excelente

  - ¿Y qué hace el hijo del dueño de un hotel en otro hotel? – preguntó, para mi sorpresa, Kate, mirándome fijamente – Porque sé que tu papá no es el dueño de este

- Kate…

Susurró su mamá, mirándola con severidad.

  - Pues… - fulminé con la mirada a Kate – Me envió a mí y a mi amigo a este hotel a pasar las vacaciones, para ver cómo es el servicio del más grande hotel en las Islas de Hawái – empecé a explicar – Está… cómo se dice… utilizándome como chivo-expiatorio

  - Gran táctica

Felicitó uno de los accionistas de la fiesta.

  - Eso supongo

Dije, mirando a Kate, quien solo me fulmina con la mirada. Sonreí, era una delicia verla enojada, y continué comiendo. De esta forma el almuerzo continuó. Las conversaciones seguían, de vez en vez participaba, pero prefería no hacerlo, pues no dominaba mucho de los temas que ellos sí. También miraba a Kate, ella había dejado su plato de lado y continuaba garabateando algo en su libreta, a veces conversaba en susurros con Olivia, pues ella también había dejado de hablar con el resto y se dedicaba a comer sus interminables piezas de pollo. Me parecía una actitud muy rara de Kate, pero de nuevo, no me importaba lo que esa chica mimada hiciera, yo seguía disfrutando de la comida.

  - ¿Quieres por favor dejar de dibujar?

Preguntó de pronto una voz en un susurro. Era su papá y le había quitado su libreta, dejando a Kate con las manos tiesas y los ojos bien abiertos. Miré la escena y noté que solo dos personas prestaban atención, y esas éramos Olivia y yo. Kate miró a su papá, inexpresiva, sin altanería, sin soberbia, sin arrogancia, ni siquiera había miedo, simplemente era la mirada de una estatua.

  - Lo siento…

Susurró Kate, viendo como su papá se alejaba.

  - Kate… - susurró Olivia - ¿Quieres pollo?

  - No gracias, Olivia – Kate sonrió – Ya me llené

Kate sonrió aún más ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué sonreía? ¿Era algo importante lo que ella hacía con esa libreta? ¿Por qué me importaba tanto? Kate alzó el rostro, mirándome, y lo que vi no me gustó. No estaba esa arrogante chica que había conocido hace dos días, no estaba la altanera, malcriada y soberbia chica, solo una chica de ojos llorosos con una muy falsa sonrisa.

Sentí algo en mi interior, me sentía triste y un deseo de levantarme de mi asiento y abrazarla se empezó a apoderar de mí. Kate miró a un lado y entonces se limpió algo, una lágrima quizá. Mi corazón se estremeció, estaba sintiendo lástima por una chica rica.

El almuerzo concluyó, todos los comensales se despidieron de mí con sonrisas. Todos los invitados se dispersaron por distintas partes del hotel y al final solo quedamos los Kensington, Olivia y yo. Me despedí de los señores Kensington y de Olivia, luego continué mi camino hacia el cuarto de limpieza.

Miré a diestra y siniestra, asegurándome que nadie me mirara, y aprovechando que un hombre con tabla de surf pasaba, entré. Me quité la costosa ropa y la guardé en mi mochila, luego me puse la mía. Me dispuse entonces a salir del cuarto, pero escuché voces afuera.

  - No quiero verte haciendo esto de nuevo Katherine

Esa era la voz del señor Kensington.

  - Sí papá… - esa era la voz de Kate – No lo volveré a hacer

  - Es solo un hobby – dijo la señora Kensington con severidad -  Déjalo así, eso no te llevará a ningún lado

  - Sí mamá…

  - Ahora disfruta de tu día hija… nos vemos para la cena

  - ¡Papá! – gritó ella de pronto - ¿Me devuelves mi libreta?

  - La voy a quemar – contestó el señor Kensington – Tal vez así dejas de soñar con diseñar ropa y te centras en lo que realmente importa

  - Sí papá…

  - Cuídate hijita

Dijo la señora Kensington, y entonces escuché pasos. Abrí la puerta, en esa esquina escondida nadie podría verme, era un lugar perfecto para esconderse y… Al salir del cuarto me topé con la espalda de Kate, quien intentaba reprimir sus sollozos con su puño. De nuevo sentí que el corazón se me estrujaba.

¿Cómo un padre podía ser así con su hijo? Kate sollozaba, temblando un poco, y mi corazón se estrujaba cada vez más. En esa esquina escondida nadie podía verla, era el lugar perfecto para llorar. Me acerqué más a su cuerpo, ella temblaba y reprimía los sollozos. Toqué su hombro y entonces la giré hacia mí, ella me miró con sus rojos ojos, yo solo la abracé fuertemente.

  - Calma… - le pedí, acariciando su espalda – Calma… - ella estalló en lágrimas, escondiendo su rostro en mi cuello – Calma…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo