—¿Puedes llevarme?Drake respiró hondo y se irguió apretando la mandíbula para controlar el enfado.—¿Cuánto tiempo te dieron? —inquirió, sabiendo que se trataba de una exigencia hecha por algún demonio que pretendía divertirse a costa de ella.El monte Urales era una de las zonas de contención donde los demonios habían sido recluidos. En sus montañas más alejadas solo había seres infernales.Yelena dudó un instante, pero había querido trabajar como cazadora independiente para reunir dinero y pagar a un brujo por una herramienta de teletransportación que le permitiera llegar pronto al monte Urales, donde tenía que cumplir la absurda misión que le había dejado la demonio de la lujuria que tenía secuestrada a su hermana.Hacerlo por la vía normal le llevaría muchos días de viaje, con varias paradas que significarían más dinero del que le costaría una herramienta mágica, ya que ningún transporte la llevaría directo al «Paso del diablo».Aquel lugar era una peligrosa ladera ubicada en Kho
La conversación de ambos fue interrumpida por un golpeteo en la puerta. Yelena se tensó y, aunque no sintió la presencia de demonios, igual corrió para ocultarse tras Drake.—Entra —anunció él, ignorando la preocupación de ella mientras terminaba de tomarse el whisky y dejaba el vaso en la mesa.Un sujeto de unos setenta años, delgado, pálido y vestido con elegancia, abrió la puerta y pasó a la sala.Se detuvo muy recto cerca de la entrada, manteniendo un rostro inexpresivo, pero con una mirada amenazante puesta en la extraña mujer que acompañaba a su jefe.—Señor Dewhorn, bienvenido. ¿Comerá en casa?Yelena lo observó con extrañeza, imaginando que sería un mayordomo. El sujeto poseía un marcado acento inglés.—Ya almorcé, Frederick. Para la cena la señorita estará conmigo —mencionó, tratando de señalar a la joven que seguía escondida tras su espalda—, y prepara una habitación para ella.—Así será, señor —respondió el mayordomo antes de hacer una venia, dar media vuelta y marcharse.A
—Si te lo hubieses llevado a él ahora podrías estar con el cazador que buscas y no aquí perdiendo el tiempo conmigo —expresó con desagrado para recuperar la cordura.No quería volverse blanda con él y la ira siempre la había ayudado a pensar con la cabeza fría.—Las cosas no son tan fáciles —aclaró Drake mostrándose también enfadado. El cambiante temperamento de esa joven le hacía hervir la sangre—. Y no te traje aquí con intención de perder el tiempo contigo.Yelena quedó lívida ante sus palabras, aunque se sorprendió al verlo a él más afectado.Drake apoyó los codos en las rodillas y se frotó el rostro con ambas manos mientras gruñía, parecía molesto por lo que había expresado.—Escucha —comenzó, algo incómodo—, intentemos relajarnos hoy. Mañana tendremos que asistir a un evento donde nos toparemos con el cazador, habrá mucha gente y eso me pone nervioso. Ya resolví todo el tema de las reservaciones y nuestra estadía. Además, le escribí a una persona de mi confianza por el tema del
Para Yelena, aquella mansión no solo era inmensa, sino que contaba con un sistema de seguridad impresionante.En cada pasillo había cámaras de seguridad y las ventanas estaban reforzadas con sensores de movimiento.Para entrar a un área determinada, las puertas solo se abrían con reconocimiento dactilar.Frederick la había acercado a un panel donde le realizaron un escaneo. Según le explicó el mayordomo, era una forma de etiquetar su presencia para que los sensores no activaran las alarmas si a ella se le ocurría salir a caminar por la casa.—¿Qué ocurre si se activan las alarmas? —preguntó una vez que culminó su escaneo.—Se pone en marcha un protocolo de seguridad. Cada una de las salidas es sellada, tanto puertas como ventanas, las luces pasan a ser infrarrojas y se encienden los sistemas de defensa.—¿Sistemas de defensa? —quiso saber, asombrada.—No puedo hablarle de ellos, señorita —se disculpó el hombre retomando el camino hacia la habitación—. Solo le recomiendo que en caso de
Horas después estaba tan aburrida como una foca. Luego del baño comió las delicias que le había dejado Frederick en la habitación, durmió un buen rato y estuvo haciendo zapping en el televisor sin decidirse por ningún programa.En una ocasión, se detuvo en el noticiero para mirar horrorizada la descripción de violentos ataques producidos por engendros y demonios en varios puntos del planeta, como en Johannesburgo, Tel Aviv, Londres, París, Luxemburgo, Nueva York y Washington D.C..Decenas de muertos y heridos se mostraban en la pantalla, así como la destrucción de lugares de importancia nacional.Encargados de gobiernos de Europa y Asia exigían respuestas mientras la reportera aseguraba que las relaciones internacionales comenzaban a resquebrajarse por los extraños sucesos ocurridos en el Atlántico Sur, que aún parecía no tener responsables y podían ser la causa de los brutales ataques.Todos tenían miedo de ser agredidos de un momento a otro.Prefirió cambiar el canal y no envenenars
Nunca había sido hechizado por una mujer. En sus más de trescientos años jamás había podido ser dominado por una fémina de ninguna especie, pero Yelena, con sus ojos verde agua, sus inseguridades y su inocencia, lo tenía atrapado y sin posibilidad de liberarse.Rompía, sin proponérselo, las barreras que él se había autoimpuesto para mantenerse aislado del resto de los mortales, y de los inmortales.—¿Descansaste? —preguntó para cortar el tenso silencio.Descubrió que la chica lo detallaba con el mismo ardor y eso hizo crecer la ansiedad que ya venía bullendo dentro de él desde que se separó de ella en el salón de vigilancia de la mansión.Por más duchas de agua fría que se había dado para olvidarla, no podía sacársela de la mente.Había algo en la apariencia de esa joven y en su aroma que la hacía en extremo atrayente.Inquietud que creció en él luego de tocarla y aferrarla contra su cuerpo, paladeando con su lengua el sabor de su piel.—Ehhh… sí —respondió Yelena con nerviosismo, aun
—¿Qué haces? —preguntó Yelena en medio de un suspiro cuando Drake hundió la nariz en su cuello para embriagarse con su aroma.—Sigo mis instintos —murmuró sobre su piel y le dio un beso en la garganta que a ella le arrancó un gemido.Con una mano, él tomó la bata a la altura de la espalda y luego la bajó hacia la cintura de la joven.Así pudo descubrir su torso y apresarle los brazos, dejando sus senos solo cubiertos por la delgada blusa del pijama.Frotó el rostro en ellos antes de que su boca mordiera la punta dura de uno de los pezones por encima de la tela.Yelena jadeó e intentó apartarse. Aquella caricia tan íntima la sintió en su interior como si fuese una corriente eléctrica.Como pudo, liberó sus brazos y clavó las uñas en los hombros de él para aligerar los violentos estremecimientos que, para su desconcierto, la dejaban queriendo más.Nunca había experimentado algo similar, jamás la habían tocado de esa manera.—Oh, Dios, esto es…No pudo continuar porque los jadeos le ahog
Frederick no solo le llevó un desayuno nutritivo a la habitación, sino también, ropa nueva, de su talla y estilo.—Disculpe mi atrevimiento por haberla elegido, pero me basé en la que traía puesta. Pensé que así estaría más cómoda.—Gracias —respondió Yelena recelosa.No le gustaba que eligieran por ella, mucho menos, las prendas que se ponía. No es que fuese una mujer exclusiva, solo que había aprendido a ser tan independiente desde la muerte de su padre que le costaba depender de otros.Al quedar sola en la habitación, revisó con desconfianza la ropa. Cada prenda pertenecía a marcas de renombre que para ella resultaría un gasto costosísimo, pero para Drake sería como comprar dulces en la tienda de la esquina.El pantalón ajustado, la camisa manga larga, la preciosa bufanda florida y el grueso y largo abrigo de tono añil parecían traídos de un lujoso atelier parisense y no del almacén de rebajas que ella solía visitar.Se sintió cohibida de utilizar esas prendas, pero las suyas estab