Cuando él termino de pintarme, lo único que hice fue pararme de ese incómodo sillón, para después ponerme mi ropa mientras de mis ojos querían salir lágrimas. Mi orgullo no permitió llorar enfrente del profesor, ya que no quería que él viera que ahora le tengo miedo. Así que cuando él se acerca a mí con un vaso de agua, mi reacción fue bastante lógica.

–¿Quieres agua?–Pregunta amablemente, mientras luce una sonrisa en sus labios.

–No.–Le contesté sin aliento y a pesar de que mis labios estaba pegados, por lo secos que estaban, no acepte su vaso de agua. Lo único que quería hacer era salir corriendo de este lugar, pero logré contener mis nervios.

–Está bien.–Contestó abriendo los ojos, como si mi rechazo no fuera normal.–La pintura a salido muy hermosa. ¿Quieres verla?–Me pregunta mientras pone el vaso de agua sobre una mesa de café negra.

–No.–Le contesté rotundamente mientras terminaba de arreglar mí vestido rosa.–No lo quiero ver.–Ahora intento limpiar mis lágrimas sin que él las pu