IsabellaAstel Cedars Hospital, Dubái, Emiratos Árabes Unidos Había pasado días desde el accidente, para ser precisos tres días, mi alta ya estaba lista para poder marcharme, pero tenía que esperar a John para llevarme directamente hasta el avión en la pista privada, donde me encontraría con mi jefe. Tocaron a la puerta y anuncié que podían pasar, cuando esta se abrió, apareció John. “Finalmente, un rostro familiar” pensé, le sonreí y él hizo lo mismo.—Buenos días, señorita Sánchez, ¿Está lista para marcharnos?—preguntó y yo asentí algo ansiosa por querer irme ya de este lugar. Me levanté con cuidado, tenía un leve dolor de cuello y que para eso me dieron medicamento. John ya se había acercado para tomar el bolso de ropa que estaba al pie de la cama, me miró por un momento. —¿Necesita ayuda?—preguntó, supuse que debió de haber visto mi mueca de dolor al levantarme del sillón. —Gracias, estoy bien, adolorida, pero bien. —luego le sonreí para restar la tensión que se había formado en
IsabellaDesde hace dos horas habíamos despegado, el efecto de la pastilla empezó a hacer efecto, el dolor había regresado cuando hice un movimiento en falso al subir los escalones del avión, el señor Ashgar se había enfurecido por mi torpeza, pero lo único que quería era marcharme cuanto antes, ya mi mente estaba imaginando autos derrapando y la familia de él gritándome miles de cosas. Había escuchado sin querer que el señor Ashgar no debía regresar aún, pero desde el accidente, todo se había complicado, había aumentado la seguridad y revisado varías veces con distintas personas que el avión estuviese funcionando correctamente, imaginé que su desconfianza en la gente había aumentado. Y lo entendí. —¿Cómo se encuentra, señorita Sánchez?—preguntó John acercándose a mi lugar, el señor Ashgar se había encerrado en la habitación que se encontraba al final del pasillo, y desde hace horas seguía sin salir. ¿Estaba molesto? ¿Realmente no se quería ir? Podría haberme ido yo misma de regreso
Toronto, Canadá, pista privada, Aeropuerto Internacional Pearson.Recogí mi bolso, audífonos y mis lentes de sol, John se había acercado para informarme que el auto estaría esperando para irme a dejar a mi departamento, miré hacia el pasillo y mi jefe iba saliendo de la habitación que estaba al final del pasillo, de la última conversación él se había encerrado de nuevo y apenas es que volví a verlo.—Hasta el lunes, señor Ashgar. —hizo un gesto con su barbilla y luego se puso a hablar por el celular, John se dio cuenta de mi gesto de dolor cuando me giré demasiado rápido hacia él.—Tiene que tener más cuidado, señorita Sánchez, —solo asentí y noté que me estaba siguiendo a la salida, al ver que me había percatado, me sonrió.—La escoltaré hasta la puerta—me ayudó a bajar en uno de los últimos escalones del avión y luego le hizo señas a uno de los hombres para que llevara mi maleta a la camioneta blindada que estaba a unos metros de distancia de nosotros, la pista estaba despejada, no ha
ZaidEstaba dentro del auto esperando entrar a mi casa. John se había quedado inquieto cuando le dije que iría a casa de Isabella a dejar yo mismo el medicamento, que no necesitaba seguridad, solo iría y vendría de regreso rápido, pero había solo pasado tan rápido esas dos horas con una conversación trivial, conocí más de la familia de ella, hasta que la vi contener un bostezo, que fue cuando decidí irme. Había antes pasado por una tienda donde solía comprar algunas cosas como el chocolate, así que aproveché comprar un poco más y llevarle, mis manos se quedaron en el volante de mi Ranger, pensando detenidamente en el impulso que me había llevado a ese departamento. ¿Por qué ese arrebato de la nada? ¿Por qué estaba haciendo esto de forma espontánea? Yo nunca he sido espontáneo. —¿Está todo bien, señor?—escuché la voz de John quien estaba de pie al otro lado de mi puerta, con el ceño arrugado, pero por la preocupación. Miré hacia él y asentí. Bajé del auto y le entregué las llaves para
IsabellaHabía dormido como bebé el día de ayer, el medicamento me había relajado y calmado el dolor, finalmente me hizo descansar como debía desde hace mucho no lo hacía. A lo lejos escuché la llamada entrante y por el tono debe de ser Julio, uno de mis hermanos. Estiré la mano para tomar mi celular que estaba siendo cargado en la mesa auxiliar a lado de mi cama y miré la pantalla.—Vamos, Isa, termina con esto. —tenía mucho que contarles a mis hermanos, pero a como era Julio, que era el hermano mayor, era capaz de venir por mí y sacarme arrastras de Canadá. Deslicé el botón para contestar. —Buenos días, hermanito…—Hasta que te dignas en contestar, ¿Sabes lo preocupados que hemos estado todos aquí?—cerré mis ojos y me acomodé para escuchar la regañada que me iba a meter.—Espera, antes les informé que la señal era difícil por donde andaba.—Dubái está más adelantado que todos los demás países, ellos serían los últimos en tener dificultades para que una llamada internacional entre, —
Isabella Había pasado un par de semanas desde que la señora Bruce había estado en reposo por lo de su alergia, sorprendente lo que la nuez puede hacer para aquellos que son alérgicos, es perjudicial y mortal, me pregunto: ¿Qué no se ha fijado lo que iba a comer? Luego negué, había estado tan tranquila trabajando que hoy había llegado y estaba al otro lado del pasillo mirándome de vez en cuando con aquella mirada de odio puro, ¿Qué acaso yo fui la culpable como para que me mire de esa manera? Está loca esa señora. El teléfono de mi escritorio sonó y por el nuevo identificador que me habían instalado hace días atrás, era mi jefe. Ahora que estaba la señora Bruce, se la había llevado encerrado en su oficina, debe de tener pleito pagado con esa mujer, y es imposible de no creer que es una saboteadora. —¿Sí, señor?—contesté la llamada. —Ven a la oficina y bloquea tu equipo. —arrugué mi ceño y sentí la mirada de la señora Bruce. —Sí, señor. —al colgar, miré la pantalla de mi computado
Isabella Después de elegir la propiedad y sin decir nada más, me retiré para asegurarme que el lugar estuviese todo lo necesario para darle la bienvenida a la prometida de Zaid, y el primo, este último se llamaba Ibrahim Ayad. La señora Bruce sonreía cuando me vio recoger mis cosas para marcharme, pensé en mi interior que ella estaba al tanto de la llegada de la prometida y al verla, podría jurar que estaba disfrutándolo. Pero le regresé la sonrisa, no quería que notara ni una pizca de que esto podría inquietarme. —Buenas noches, señora Bruce. —le sonreí más y con eso, pude quitarle la sonrisa malévola de su boca. —¿a dónde es que vas? Aún falta media hora para tu salida. —Hará diligencias para mí, señora Bruce—dijo Zaid apareciendo por el pasillo y deteniéndose a lado de la señora Bruce.—Así que por favor, mande los correos faltantes, —él le entregó una lista y luego sin mirarme, se retiró de nuevo a su oficina, miré a la señora Bruce quien hizo una mueca de fastidio. —Si no
ZaidJohn me había avisado que Zahara e Ibrahim estaban subiendo el elevador hacia acá, me tensé de solo imaginar el plan manipulador por el cual ellos están aquí en Canadá, y llegaría al fondo de todo. Aún no se me quitaba de la cabeza que Ibrahim podía estar involucrado en el atentado, tenía información de que si la boda no se celebraba, él tendría el poder que me estaba ofreciendo el padre de Azahara, el control total de todos sus negocios, en caso de no llegar a casarnos, pasaría a él. Así que si estaba aquí, era por algo. —Buenas noches, Zaid—escuché la voz de Ibrahim, vestía casual, traje de dos piezas y un abrigo, Azahara, su ropa tradicional. —Espero hayan tenido un buen viaje, —saludé a Azahara y luego extendí mi mano a él. —¿Qué hacía Isabella aquí, a solas contigo?—preguntó Azahara en un tono que no me gustó para nada. —Vamos llegando, Aza, no pongamos a la defensiva a Zaid. —el tono de burla de Ibrahim era obvio en su tono de voz. —La señorita Sánchez fue quien se ha