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Capítulo 7

Abrir mis ojos y encontrarme acompañado en la cama no me sorprendía, me ha pasado un centenar de veces; lo sorprendente es la persona que estaba a mi lado.

La china. La incomparable. El terrón de azúcar más puto dulce del mundo.

Sara-Lee Price Helton.

No recuerdo un culo y me duele la cabeza un cojón.

Ella estaba completamente dormida y yo no sabía si despertarla para preguntarle qué pasó o levantarme; ambas opciones me daban como resultado un desastre inminente así que preferí no arriesgarme. Subí un poco las sábanas que nos envolvían para asegurarme que estábamos completamente vestidos y, gracias a Dios, fue así. 

La miré un momento mientras dormía y vi que su rostro era completamente terso, ni un rastro del acné que en algún momento llegó a hacer presencia en su rostro; su cabello estaba recogido en una cola alta en la cabeza haciendo que sus despeinados rizos negros colgaran en su rostro, negando el acceso a la vista; pasé mis manos por su rostro para alejar el cabello porque quería detallarlo mejor, pero, no fue una maravillosa idea ya que abrió sus ojos.

Me miró fijamente y yo alejé mi mano por impulso.

Ella sonrió.

-Buenos días, Sara-Lee. - Hablé nervioso, no sabía qué hacer, honestamente no recuerdo nada.

Ella amplió su sonrisa, pero no moduló ni una palabra.

-Eh... ¿Por qué estás en mi cama?

Su sonrisa se borró.

Me miró unos segundos eternos y luego se levantó de la cama y buscó sus pantuflas de Iron-Man bajo ella.

- ¿Pasa algo? 

No dijo nada, ni siquiera me miró.

- ¿Porque no me hablas? - Pregunté confundido, le estaba pidiendo una explicación y ella no decía ni un puto buenos días.

Señaló su boca cerraba haciendo un ademán de cepillo de dientes así que supuse que no hablaría hasta que se lavara la boca.

-En esa puerta está mi ba...-No alcancé a decir nada más pues me interrumpió el abrupto ruido de la puerta de mi habitación cerrándose, quedándome solo.

Ahora me sentía confundido, ¿Dije algo mal?

Solo hice una pregunta sencilla.

¿Cómo tiene tan buenas notas si no es capaz de responder una simple pregunta cómo esa?

Entré al baño de mi recámara y me cepillé los dientes, bajé las escaleras y vi a la china de antes guardando sus cosas que aún estaban en el sofá.

- ¿Ya te vas? ¿No vas a esperar a Alanna para desayunar?

-No, tengo algunas cosas que hacer; buenos días, por cierto. - Dijo sin mirarme, aunque muy seria.

De igual forma, no pierde su dulzura.

- ¿Ya puedes responderme qué hacías en mi cama? - Estaba de pie junto a las escaleras, expectante de una respuesta que nunca llegó.

Terminó de recoger sus cosas y pasando junto a mí, subió las escaleras quedándose solo unos minutos, imagino que, despidiéndose de mi hermana, y luego bajó de nuevo e intentó volver a pasar de mí, pero esta vez no se lo permitiría.

La tomé del brazo y la atraje a mí de manera que quedara cara a cara conmigo.

- ¿Quieres responder alguna de las preguntas que te estoy haciendo?

-Quiero irme a casa. Ahora. - Intentó zafarse, pero no lo logró.

-Yo te llevaré si quieres, pero no te escaparás de mí y lo sabes. Sólo quiero saber qué hacías dormida, abrazándome, en mi cama. -Trataba de sonar tranquilo y comprensivo, pero ella solo seguía intentando zafarse.

-Quiero. Irme. A. Mi. Casa. - Se detuvo para respirar y soltarse al fin de mi agarre. - ¡Ahora! -Exclamó.

- ¿Quieres que te lleve?

-Puedo caminar.

-Luego de lo de ayer en tu casa, preferiría que, si no me vas a hablar, aunque sea me dejes llevarte.

-Tengo buenas piernas, puedo caminar. - Trató de volver a caminar a la puerta.

Me le adelanté y me interpuse.

Me miró a los ojos y parecía molesta, pero, como siempre, no se le notaba mucho.

- ¡Está bien! Sólo ya déjame en paz. - Ahora sí que sonaba cansada de mí, pero, no entendí por qué.

¡Eh! Yo no me metí en su cama ¡Ella se metió en la mía!

Subimos al auto y comenzamos a andar, completamente en silencio.

Ella sólo miraba a la ventana y se concentraba en el camino mientras yo pensaba en qué decirle.

Tomé un desvío, coloqué el seguro y me detuve a un lado del camino.

¡No sé si está en sus días o qué m****a, pero, a mí me debe muchas respuestas!

- ¿Hablarás conmigo o tengo que sacártelo a la fuerza? -Dije girándome hacia ella.

Me miró con su expresión de enojo un poco más calmada.

- ¿Me dejarás en paz si te digo porqué estábamos en esa situación? - Sonaba sarcástica, muy pocas veces la he escuchado así.

-Exactamente.

-Tú me lo pediste, Caleb. - Miró al frente.

- ¿Que yo qué?

-Tú me pediste que me quedará contigo esa noche porque querías asegurarte de que estaba bien. - Dijo ella como un profesor explica a sus alumnos de primaria.

- ¿Por qué haría eso? Ni que estuviera loco de remate. - Me burlé, confundido. 

Creo que se me pasó la mano, porque me miró por un segundo y luego se puso a la defensiva. Su rostro regresó al estado anterior.

-Estabas borracho y no quise dejarte solo, olvídalo, no pasó nada si es lo que te preocupa. - Espetó y colocó música cualquiera en alguna emisora de radio que encontró por ahí.

-Lo siento. - Dije sin saber qué decir.

- ¿Ya me llevas a mi casa? - Ni siquiera me miró.

¿Y ahora porqué está molesta? 

Las mujeres son difíciles, por esto nunca me las tomo en serio.

Conduje algunos minutos hasta que llegamos a su casa, sus padres se hallaban en el jardín tomando café en una de sus mesas de decoración bajo un árbol frondoso que ellos mismos plantaron cuando llegaron a este vecindario. Bajó sin antes soltar un seco y cansado "Gracias" y cerrar la puerta; sus padres me vieron y saludaron, gesto que respondí tocando la bocina de mi auto y saliendo con camino al gimnasio para comenzar mi entrenamiento.

Corrí y entrené mucho, se acerca un torneo estatal y debo esforzarme; tengo una dieta impuesta por mi entrenador que debería seguir, pero que no tomo en cuenta ya que me impone muchas prohibiciones a cosas que me encantan; a partir de ahora debo seguir la dieta si quiero terminar de ponerme en forma para el estatal.

Llegué a casa y la reina "Jenni Rivera" sonaba a todo el volumen posible con la canción "Mil heridas". Papá siempre nos inculca las costumbres de su tierra; nosotros somos nacidos aquí en L.A, pero él hasta hace poco tiempo fue indocumentado. Amamos los "tacos", los "nachos" y sobre todo las "rancheras", siempre que tenemos tiempo hacemos concursos de tomar caballitos de Tequilla. Quisiera pensar que mi padre está bien, pero, desde que mamá escapó, escuchaba día tras día esa canción y lloraba sin cesar, ahogado en alcohol y pagando prostitutas; así que, aunque no quisiera aceptarlo, luego de dos años, ha regresado esa crisis de desamor que lo deja peleando con pandilleros en burdeles de mala muerte.

Entré y Alanna estaba en la cocina preparando un té chino que Sara-Lee le enseñó, según la china, es para calmar los dolores de la tristeza y la soledad en el alma.

- ¿Dónde está? - Pregunté soltando mis cosas mirándola desde la puerta de entrada.

-En su habitación, con una de tequilla. - Dijo ella sin mirarme, concentrada en sus hierbas hirviendo.

Al subir y abrir la puerta me encontré con papá cantando a gritos en conjunto con Jenni Rivera y dando tragos largos y grandes a la botella.

Estaba ahogado en lágrimas.

-Pá ¿Qué pasó? - Grité sobre la música acercándome poco a poco.

-Nada mijo, aquí pasando un buen rato. - Arrastró sus palabras, tartamudeó, y se enredó con su lengua en el intento de decir esas pocas palabras.

- ¿Y si duermes un poco, Pá? - Pregunté levantándolo del suelo y acomodándolo en la cama.

"No te contaron mal" de Christian Nodal comenzó a sonar.

-Hijo ¿Has sabido de ella? - Sus ojos se llenaron de lágrimas y apenas podía tener sus ojos abiertos.

No puedo mentirle, nunca pude.

-Si, pá. - Dije arropándolo en una sábana esperando que no hablara más.

- ¿Se rehabilitó? Volverá ¿Cierto? -  Estaba suplicando, rogando, deseando, anhelando una respuesta que yo no podía darle.

¡Qué m****a!

Hace todo por nosotros y yo ni siquiera puedo darle la respuesta que quiere.

-No, papá. - Me detuve, sus ojos sacaron todas esas lágrimas. - Ella... me llamó hace algunos días para pedirme dinero. - Estaba tan lleno de ira, me sentía furioso con mamá por hacerle esto.

-Entonces ella, no vol...

Mi hermana abrió la puerta interrumpiéndonos, con un pequeño vasillo con té de un olor delicioso; aunque el de la china huele y sabe mejor, mi hermana se esfuerza cuando ella no puede venir.

-Ten, Pá. - Le entregó el vasillo en la mano. - Quiero que lo tomes todo sin quejidos.

-Ay mija, sabes que no me gusta el té chino éste, si no lo prepara Sara-Lee. - Dijo papá tomando un trago del té. - Aunque ya estás aprendiendo, Princess. - Finalizó.

-Bueno, hice lo mejor que pude. -Habló mi hermana besándolo en la frente y acariciando su mejilla.

-Hijos míos, los amo por encima de todas las cosas. - Ya estaba muy borracho, sus palabras y su voz sonaban distintos. - Y aunque su madre no vuelva nunca, siempre tendrán un soporte en mí, sépanlo. -Su cabeza no soportó más y al tomar el último sorbo del té cayó directo a la almohada.

-Lo sabemos, Pá. - Dijo mi hermana. - Y tú en nosotros.

Lágrimas cayeron de los ojos de mi hermana y la abracé mientras yo hacía lo posible para no llorar también.

Luego de un rato, cuando ya estaba profundamente dormido salimos del lugar y vimos alguna película que encontramos.

-Hermano.

-Dime.

-Extraño a mamá. - Su voz se rompió.

-Yo igual, Alanna. -Suspiré profundamente. - Piensa en que ella lo quiso así.

-No digas eso, no debimos haberla dejado ir. - Ella siempre trata de defenderla.

-Descansemos mejor, Alanna.

-Hermano.

- ¿Qué?

-Te amo.

-Yo a ti, hermanita. - La abracé. - No dejes de ser la mujer de esta casa, nunca.

Así pasó la noche, mañana hay clases, pero no nos importó y desvelamos viendo películas de todo tipo y haciendo bromas.

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