Llorando en el regazo de Alicia, Amelia no pudo estabilizarse. Había sido demasiado para ella. Nunca pensó que esa noche iba a ser la primera vez que vería a su hijo después de nunca haberlo tenido en sus brazos. Y una vez más, Alicia estaba allí para consolarla, para hacerla fuerte y recordarle la razón por la que tenía que quedarse allí, donde el infierno acababa de comenzar para sus enemigos.—Si tan solo lo hubieras visto, Alicia, si tan solo hubiera tenido la oportunidad de tenerlo aquí, en mis brazos, donde pertenece mi pequeño bebé. Soy su madre, soy la que siempre lo amará más que a nadie, incluso más que a su padre. ¡Él es mi hijo, sólo mío! ¡Valeria me lo quitó! ¡Él es mi hijo, Alicia! ¡Sólo mío! Amelia lloró con todo su corazón. Incluso su mano derecha sobre su pecho mostraba cuánto le dolía haber visto a su hijo con su padre.—Entiendo, Erika. Entiendo. Entiendo cómo te sientes ahora mismo.—Lo he perdido. ¡Lo he perdido!—No, no, Erika, es demasiado pronto para decir eso.
Sonriente, Amelia recordó aquellos días en los que no tenía las fuerzas que ya tenía gracias a Alicia y Marcos, quienes habían aparecido en su vida para cambiar su mundo. En ese momento nunca esperó que su vida fuera a cambiar tanto, y nunca imaginó que sería su suegra la que pondría su mundo patas arriba.Nada había cambiado en esa casa. Valeria seguía siendo la gran dama, la gran señora Valladolid, alguien a quien todos respetaban y admiraban, en cierto modo.De repente, un cuadro a su lado izquierdo llamó su atención. La sonrisa en su rostro se hizo más amplia. Recordó la historia detrás de ese cuadro, lo que la hizo querer hacer un brindis en su interior.El cuadro mostraba a una mujer, una mujer empoderada que le había dado indicaciones directas para que la dibujaran de esa manera. Erika había estado allí ese día.—Vamos, Erika, puedes hacer las cosas bien. El pintor te pide que sostengas la botella de vino.Erika se puso nerviosa. Lo intentó de nuevo mientras el pintor se concen
—Antonio Valladolid, que placer tenerte aquí—. Amelia saludó al hombre que parecía tan nervioso y ansioso por hablar con ella.No hace falta decir que el hombre no parecía haber cambiado, ni siquiera un poquito. Era el mismo perdedor, el mismo hombre estúpido que no podía proteger a la mujer que decía amar muchas veces. Y ahora quería tener una segunda oportunidad cuando la verdad es que no siempre hay una segunda oportunidad. No hubo una segunda oportunidad para Elena, ¿por qué debería haber una segunda oportunidad para él?—Extrañar. Amelia. Lamento haber venido así, sé que tienes muchas cosas que hacer, pero…Amelia sonrió y Antonio podría jurar haber visto a Elena en ella. —No te preocupes. Eres tan importante como la señora Valladolid y es un verdadero placer tenerte aquí. Pero dime, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Puedo ofrecerte algo de beber?—No, no, está bien.—Tome asiento, por favor.Antonio hizo lo que Amelia le pidió.—Dime, ¿en qué puedo ayudarte?Antonio bajó la cabeza y se f
Para entonces Amelia ya había estado soportando mucho. Marcos estaba a su lado, sentado frente a Valeria, quien estaba con las piernas cruzadas y una sonrisa en el rostro. Le hacía feliz saber que Amelia como Erika estaría sufriendo por su hija en ese momento. Pero también tuvo que admitir que Amelia estaba haciendo un buen trabajo al no mostrar lo preocupada y lo mucho que sufría por su hijo.Habían pasado más de 30 minutos desde que los médicos recibieron al pequeño bebé en ese hospital y nadie había dicho nada todavía. Amelia agonizaba por dentro, Marcos a su lado y Zein llorando mientras Patricia salía a fumar, según ella para calmar sus nervios.—Creo que tengo que ir al baño—. Amelia se levantó y fue al baño de mujeres. La verdad era que quería llorar de dolor, pero no delante de Zein y Valeria porque Zein lo sabría todo y Valeria se burlaría de ella. —Por favor, si sabes algo, búscame.Marcos asintió y miró a Valeria, quien la miraba fijamente. No había manera de que él pudiera
—Aquí. Amelia, aquí está la intérprete que nos ayudará a entender a Celine—. Dijo Marcos caminando al lado de un hombre con maletín y bien vestido.Amelia se levantó de su asiento y le sonrió al hombre. —Encantado de conocerla, señorita Amelia. Mi nombre es Adolf y estoy aquí para ayudarte a comprender a este estudiante—. Dijo el hombre, mirando por encima del hombro de Amelia.—Encantado de conocerle, profesor Adolf. Me alegro mucho que hayas podido asistir. Para ser honesto, no sé cómo comunicarme con Celine. Estoy realmente desesperado.—No se preocupe, señorita. Estoy aquí para ayudar. Por favor, ¿puedo?— El hombre señaló a Celine, que estaba sentada en el sofá de la sala de estar. —Por supuesto, por supuesto, por favor, adelante, profesor—. Amelia se hizo a un lado, dejando que el profesor avanzara.Finalmente, Marcos y Amelia solos, viendo desde allí lo que estaba por suceder. Era cierto que Amelia había estado desesperada desde el día que encontraron a Celine, y había sucedido
—Por favor, entra—. Zein le dijo a la mujer del vestido ajustado, quien le hizo una reverencia como forma de decirle “gracias”.Aunque Amelia se sentía nerviosa y con la necesidad de salir corriendo, temiendo a su propio hijo, Amelia sonrió. En la cama del hospital estaba su pequeño hijo. Parecía un ángel que estaba durmiendo, al que no le importaba el mundo, al que no le importaba nada porque simplemente no se preocupaba por nada ni nadie. Y frente a él, mirándolo mientras dormía, estaba su propia madre. Patricia y Valeria iban a pagar por todas las mentiras con las que hartaron a su hijo.Una lágrima cayó de sus ojos. Su hijo estaba durmiendo. Amelia tuvo que contenerse para no abrazar a su hijo.—Él está durmiendo. Supongo que acaban de terminar las pruebas—. Zein explicó mientras Amelia parecía distraída, imaginando esa vida que no tenía debido a la cobardía de otros como su esposo.De repente, el chico de la cama abrió los ojos lentamente. —¿Papá?—¿Oh, Gadriel? Estás despierto.
—Necesitamos hacer algo contra esa estúpida perra—. Dijo Valerisa, sentándose en su silla de cuero. Carlos frente a ella acaba de verla actuar. —Ella se está interponiendo en mi camino y no podemos permitirle que lo haga. ¿Sabes qué prometió la zorra a la gente del club si votaban por ella?—Escuché algo al respecto.—¡¿Y no me dijiste nada?!—Lo siento, Valeria, pensé que era un asunto menor.—Si descubro que estuviste con ellos, te arrepentirás, ¿de acuerdo?—¿Me estás amenazando? Porque déjame recordarte que si yo caigo tú también caerás. No estoy solo en esto, ¿de acuerdo?Valeria se limitó a mirarlo. Estaba empezando a tener dudas sobre agregarlo a su lista de muertos o simplemente tratarlo como lo que era: un tonto al que podía manejar como quisiera.—¡Tomás! ¡Tomás!La puerta de su oficina se abrió al instante.—¿Sí, mi señora?—Necesito que busquen a las personas que tuvieron la brillante idea de decirle que yo había sido presidente del club por más de 10 o 15, ni siquiera rec
Valeria se sirvió un tequila y le sonrió a Carlos. Parecía que ella estaba de mejor humor esa mañana. Al menos, ella no se había levantado con el deseo de matar a alguien.—Eliminar a Marcos no es fácil ahora que los cambios han cambiado. Sé que regresó para vengarse.—¿No sería más fácil para ti darle lo que es suyo y olvidarte de todo?Valeria se rió a carcajadas. —¿En serio, Carlos? ¿Crees que me va a perdonar los cinco o seis años que lo tuve cautivo en ese manicomio? Ahora el hombre tiene tanto poder, lo mismo ocurre con la estúpida mujer que está a su lado. Carlos se rió. —Nunca pensé que sería así por algunas de tus víctimas, las mismas que regresaron del simple infierno.—Hay algo que tendré que hacer y, de verdad, créanme cuando digo que estoy pensando dos veces antes de mi próximo movimiento.—¿Contra quién?—Mi nieto.—¡¿Qué?!— Carlos se levantó de su asiento. —Valeria, ¿estás loca? Es tu nieto.—Pero él también es el hijo de esa puta. Lo siento, no se me ocurre nada más p