Capítulo 18
—¡Sí! —Doscientos hombres con uniformes de policía gritaron al mismo tiempo.

Al oír estas palabras, los que originalmente querían ir a impedirles el paso se detuvieron apresuradamente, porque los policías sostenían los reales fusiles automáticos en sus manos. Si se les lanzaran a ellos, realmente buscarían la muerte. Poco después, un grupo de hombres con uniforme de policía se dispersó hacia todos los rincones de la villa.

—Alonso, tú... —Alberto dijo, con la cara roja de ira. Poseído por la ira, ya no quería decir tonterías con él, pues levantó la mano, hizo un gesto y ordenó—, ¡id a atar a Alonso! Y justo en ese momento, un sonido de pasos ordenados llegó desde la entrada de la villa. Al mismo tiempo, una solemnidad intensa predominaba toda la villa de la familia Díaz.

Acepto Juan y Julio, todo el mundo en la villa sintió una sensación sofocante como si una montaña estuviera presionando sobre ellos, y muchos no pudieron evitar estremecerse.

A continuación, un millar de hombres aparec
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