Cuando Diego gritó esas palabras, su expresión estaba tensa como si estuviera a punto de golpear a alguien en el siguiente instante. En respuesta, la comisura de la boca de Fane se curvó, mostrando una sonrisa satisfecha. Eso era precisamente lo que él buscaba.

Diego jadeaba con fuerza, sus ojos fijos en Fane: —Sé que definitivamente morirás y aún intentarás arrastrar a alguien contigo. Pero déjame decirte, no subestimes a un discípulo heredero de una secta de rango ocho. ¡Hay una gran diferencia entre tú y yo!

Fane levantó una ceja, sin comentar sobre esas palabras. En momentos como ese, prefería no hablar mucho. Benedicto frunció el ceño, cada vez que escuchaba ese tipo de comentarios, siempre tenía la tentación de salir y defender a Fane.

En todo el trayecto, él sabía exactamente cuán fuerte era Fane. Él conocía su fuerza mejor que nadie, pero optó por no decir mucho. Temía que decir algo incorrecto pudiera perturbar los planes de Fane, así que simplemente apretó los labios y guardó