“¡Ese hijo de p*ta es muy j*didamente inteligente! ¡Casi nos engaña!”, gritó y se golpeó el muslo uno de los hombres corpulentos heridos.

"¡Ese mocoso es más astuto que un zorro!", intervino un hombre de mediana edad con una sonrisa amarga. Luego continuó: “Tiene miedo de que sigamos buscando problemas y solo lo dejemos ir temporalmente. Por eso mantuvo este comodín en su mano, para poder salir del lugar. De lo contrario, ¿cómo pudo esa llamada ser tan fortuita? ¿Cómo pudo llegar la llamada justo cuando estábamos a punto de transferirle el dinero?”.

Después de escuchar el análisis detallado de todos, Héctor asintió. ¡Ese m*ldito casi lo había engañado!

Volteó la mirada hacia el anciano y dijo: “Anciano Ward, estoy agradecido por su ingenio y sabiduría. Afortunadamente, ese mocoso se reveló a sí mismo diciendo una ridícula cantidad de dinero: ciento setenta mil millones. Si hubiera dicho cien o doscientos millones, habríamos caído en su trampa”.

El sonido de los elogios entró en