Benedicto continuó diciendo con un resoplido:

—¿No podemos regresar ahora, verdad?

Fane asintió en silencio, incluso sin ganas de decir nada más. Benedicto miró desesperadamente hacia arriba, hacia un cielo sin sol.

Fane rodó los ojos sin poder evitarlo, ya no prestó atención a Benedicto, cuya mente parecía estar fuera de control, y continuó avanzando en una dirección. Ahora tenía que encontrar un lugar donde refugiarse o encontrar a personas normales que hubieran entrado en el mundo de las Maravillas.

Él quería intercambiar experiencias con ellos, preguntar si había peligro en los alrededores. A pesar del malestar en su corazón, Benedicto sabía que no podía separarse de Fane, de lo contrario, temía que no sobreviviría hasta el día siguiente, que alguien lo mataría.

Corrió tras Fane y le dijo:

—En realidad, podríamos haber venido con el grupo principal, después de todo, ¡la unión hace la fuerza!

Antes de venir, el decano Domínguez había organizado que se unieran al gran contingente d