CAPITULO XVIIIEL LIBRO DEL DOLOREn los días que siguieron a la entrevista las ventas se multiplicaron de tal forma que los medios de comunicación se hicieron eco de tal fenómeno que atribuyeron a la mediática Miriam Sóen y su capacidad de convocatoria. En España, se vendieron tres millones de ejemplares, algo que jamás se había dado con aquel género tan difícil de colocar en las librerías. En Europa avanzaba con mayor discreción, a pesar de que ya contaba el libro con un millón y medio de ejemplares en manos de los lectores, que veían que por fin un libro hablaba por boca de quien no puede siquiera gritar. Joan Miralles con el rostro resplandeciente, se felicitaba por su decisión de representar a aquel escritor que a partir de entonces llegaría a donde quisiera. Solo esperaba que no se contentase con lo que había conseguido, y continuase escribiendo otros libros que el colocaría en el mercado con toda seguridad en las mejores editoriales. Tenía ofertas de editoriales en un taco sobr
CAPITULO XXIEL ALMA PERDIDAEn la tierra que le vio nacer a Ramón di Marinia, Marisa Ordea se lazaba sobre su silla de ruedas, con las fuerzas que da el odio a la madre, del que según ella, era el responsable de su terrible desgracia, y anhelaba que su vanidad se restaurase, que no otra cosa, de la que no era capaz de sentir. Su carácter irascible y dominante, contaminaba el ambiente que se enrarecía al llegar ella a la sala de rehabilitación. Su gesto de desprecio por todo aquel que no estuviese en el mismo estrato social que ella, resultaba evidente. La soledad le rodeaba y eso le hacía sentir más la rabia que la mantenía viva. Maria Luisa di Marinia salía pocas veces de su chalet, y tan solo para realizar compras compulsivas, que le distraían de su dolor por un breve espacio de tiempo. Compraba sin saber si le agradaba lo que adquiría, y lloraba cada vez que llegaba a su hogar ahora vacío y sin calor. Había sobrellevado su dura existencia en manos de un marido rígido y fanático re
CAPITULO XXIIEL REFUGIO DE LOS MARGINADOSDesde la ventana de la habitación de Jean Pierre se divisaba la mayor parte de la finca que se extendía a lo lejos tanto como la vista llegaba a ver. Pensaba en si la casa perduraría en el tiempo, y si después de él alguien se detendría a conducir aquella obra de gigantescas proporciones, para llevarla de generación en generación, o si por el contrario se diluiría como un azucarillo en un café y quedaría abandonada para ser vendida posteriormente a quien la habitaría ajeno a su obra. Una música triste sonaba tras él y le embargaba como una tela viscosa que le envolviese con su textura, amarga y dulce a un tiempo. Dejó que su mente vagase por territorios inexplorados que debería escrutar si quería sobrevivir a sus temores y traumas que lo mantenían en tensión. Magdalena que había subido a hablar con él se quedó en el umbral mirando la alta figura que se recortaba como un titán que disuadía a quien deseara causar mal alguno a sus niños. Admiró
CAPITULO XXIIIUN POCO DE ATENCIONEduardo sentía simpatía por aquel hombre extraño, que resultaba en todo diferente a los que él conociera en su corta, pero intensa vida. No le gustaba sentir aquello, y luchaba contra ello pero su cerebro le decía una y otra vez que aquella era su última oportunidad, así que decidió ceder, pero solo un poquito. Bajar al salón no significaría nada en realidad pensó, así que descendió, no los escalones que le separaban de aquel especio físico, sino los que le separaban de una vida distinta. Porque cuando uno toma una decisión, es para cambiar lo que se cree sólidamente afincado en el corazón sin saber que se está destruyendo o creando algo nuevo. Los chicos sin detenerse a pensar demasiado, gritaban y reían alrededor de la mesa, hasta que llegó Eloísa y con una voz que no era precisamente autoritaria, les ordenó callar y el silencio más absoluto se hizo en el salón comedor. En torno a la mesa se fueron sentando para comer, y Eduardo que aun sentía en s
CAPITULO XXIVLA SEGUNDA MUERTECuando Jesús de Montiel se sintió cercano a su final, mandó llamar a Eloísa y ésta le tomó de la mano, ya débil y huesuda, sentada en el borde de la cama, como haría una madre. El la miró con ternura y le sonrió con algo que más era ya una mueca que una sonrisa.-Mi querida Eloísa eres la tercera muerte, de un hombre que alzó de la nada un imperio que no da dinero, sino paz a quien viene a refugiarse entre sus muros…tienes que ser fuerte y pensar de vez en cuando en ti…tendrás cuanto desees porque de la generosidad nace la abundancia y la riqueza pertenece a quien la rechaza…-No deberías hablar demasiado, estás muy débil…-casi lloró al decirlo.-Tú siempre como una madre para todos Eloísa, ¿te he dicho alguna vez que tienes un hermoso nombre?, es muy bello, como tu exterior y como tu interior…ahora has de poner al día los engorrosos papeles que te darán el control de la casa, y te aportarán a ti misma cosas con las que jamás soñaste…En aquellos mome
ENTRE MUJERES El silencio se apoderaba de la casa cuando todos descansaban y era la hora preferida de Eloísa, que se relajaba leyendo, pensando…como otros dos habían hecho antes que ella en aquellas mismas habitaciones. Allí residían sus espíritus, que le ayudarían al pensar en ellos y en como harían las cosas en cada situación delicada por la que pasase. El sueño se fue apoderando de ella y su cerebro viajó a otro tiempo, cuando un día conversó con Jesús, que le contó algunas de las experiencias más tristes de su antecesor Jean Pierre le Monéc. El le contó, que pasados muchos años Ana su amiga de la universidad, llegó un día con noticias que le perturbaron mucho. ¿Cuáles eran éstas? Su padre había fallecido y Ana pensó que quizás querría ir a su funeral, pero se equivocó de nuevo. Era una mañana fría de Diciembre el mes estaba mediado, y todo el mundo celebraba la navidad esa época, en la que se finge ser lo que no se es y se engaña cada cual como puede, pensando que se es mejor cua
EL SILLON OREJEROAna le sirvió el té y un pedazo de bizcocho y le miró de hito en hito, recelosa. Sabía que Ramón estaba en otro lugar muy lejos de allí, y que solo si él consideraba bueno acudir, iría a Oviedo a ver la tumba de sus padres. En las películas todo terminaba bien –pensó Ramón-, en la vida real las cosas siempre son más difíciles y en ocasiones como esta, acaban mal…visionaba la lápida de su padre y la de su madre juntas y sonrió para sí, pues nunca estuvieron juntos emocionalmente hablando y menos aun físicamente…eran dos completos extraños unidos por un interés común, el dinero. Pero esto que era lo normal en la mayoría de los matrimonios al estilo español, le suponía una ironía a Ramón di Marinia que anhelaba una pareja diferente, como era la suya. El había preferido a alguien distinto, inteligente, con afán de superación y capaz de amar…capaz de amar…-repitió paladeando cada letra de aquella frase. ¿Era realmente tan difícil amar y ser amado?. Eso es lo que parecía,
CAPITULO XXVIIEL SUCESORJesús de Montiel le iba tomando el pulso a la casa poco a poco, y en ausencia de Jean Pierre le Monéc, era el único responsable de cuanto sucedía en ella. Le asustaba no estar a la altura de la situación, pero presentaba un interesante reto para superarlo, y ayudar a los que como él habían llegado a la casa en busca de protección y de una vida que vivir cuando creciesen, sin que ello supusiera un permanente dolor. Magdalena la asistenta social colaboraba con él como lo había hecho con jean Pierre le Monéc antes. El cartero llegaba con retraso aquel día, y Jesús de Montiel ignoraba lo que traía para ellos. Cruzó la verja hasta el buzón externo en el que se depositaba el correo, y al abrirlo lo vio vacío. Justo en el momento en que retornaba a la casa Alberto, el cartero afable y regordete, llegaba con su carrito amarillo agarrado de su mano.-Lo siento, llego con retraso hoy a todos los sitios…tengo varias cartas para la casa.-sacó de su carrito un taco de so