CAPITULO XXIVLA SEGUNDA MUERTECuando Jesús de Montiel se sintió cercano a su final, mandó llamar a Eloísa y ésta le tomó de la mano, ya débil y huesuda, sentada en el borde de la cama, como haría una madre. El la miró con ternura y le sonrió con algo que más era ya una mueca que una sonrisa.-Mi querida Eloísa eres la tercera muerte, de un hombre que alzó de la nada un imperio que no da dinero, sino paz a quien viene a refugiarse entre sus muros…tienes que ser fuerte y pensar de vez en cuando en ti…tendrás cuanto desees porque de la generosidad nace la abundancia y la riqueza pertenece a quien la rechaza…-No deberías hablar demasiado, estás muy débil…-casi lloró al decirlo.-Tú siempre como una madre para todos Eloísa, ¿te he dicho alguna vez que tienes un hermoso nombre?, es muy bello, como tu exterior y como tu interior…ahora has de poner al día los engorrosos papeles que te darán el control de la casa, y te aportarán a ti misma cosas con las que jamás soñaste…En aquellos mome
ENTRE MUJERES El silencio se apoderaba de la casa cuando todos descansaban y era la hora preferida de Eloísa, que se relajaba leyendo, pensando…como otros dos habían hecho antes que ella en aquellas mismas habitaciones. Allí residían sus espíritus, que le ayudarían al pensar en ellos y en como harían las cosas en cada situación delicada por la que pasase. El sueño se fue apoderando de ella y su cerebro viajó a otro tiempo, cuando un día conversó con Jesús, que le contó algunas de las experiencias más tristes de su antecesor Jean Pierre le Monéc. El le contó, que pasados muchos años Ana su amiga de la universidad, llegó un día con noticias que le perturbaron mucho. ¿Cuáles eran éstas? Su padre había fallecido y Ana pensó que quizás querría ir a su funeral, pero se equivocó de nuevo. Era una mañana fría de Diciembre el mes estaba mediado, y todo el mundo celebraba la navidad esa época, en la que se finge ser lo que no se es y se engaña cada cual como puede, pensando que se es mejor cua
EL SILLON OREJEROAna le sirvió el té y un pedazo de bizcocho y le miró de hito en hito, recelosa. Sabía que Ramón estaba en otro lugar muy lejos de allí, y que solo si él consideraba bueno acudir, iría a Oviedo a ver la tumba de sus padres. En las películas todo terminaba bien –pensó Ramón-, en la vida real las cosas siempre son más difíciles y en ocasiones como esta, acaban mal…visionaba la lápida de su padre y la de su madre juntas y sonrió para sí, pues nunca estuvieron juntos emocionalmente hablando y menos aun físicamente…eran dos completos extraños unidos por un interés común, el dinero. Pero esto que era lo normal en la mayoría de los matrimonios al estilo español, le suponía una ironía a Ramón di Marinia que anhelaba una pareja diferente, como era la suya. El había preferido a alguien distinto, inteligente, con afán de superación y capaz de amar…capaz de amar…-repitió paladeando cada letra de aquella frase. ¿Era realmente tan difícil amar y ser amado?. Eso es lo que parecía,
CAPITULO XXVIIEL SUCESORJesús de Montiel le iba tomando el pulso a la casa poco a poco, y en ausencia de Jean Pierre le Monéc, era el único responsable de cuanto sucedía en ella. Le asustaba no estar a la altura de la situación, pero presentaba un interesante reto para superarlo, y ayudar a los que como él habían llegado a la casa en busca de protección y de una vida que vivir cuando creciesen, sin que ello supusiera un permanente dolor. Magdalena la asistenta social colaboraba con él como lo había hecho con jean Pierre le Monéc antes. El cartero llegaba con retraso aquel día, y Jesús de Montiel ignoraba lo que traía para ellos. Cruzó la verja hasta el buzón externo en el que se depositaba el correo, y al abrirlo lo vio vacío. Justo en el momento en que retornaba a la casa Alberto, el cartero afable y regordete, llegaba con su carrito amarillo agarrado de su mano.-Lo siento, llego con retraso hoy a todos los sitios…tengo varias cartas para la casa.-sacó de su carrito un taco de so
CAPITULO XXVIIILA SEGUNDA PARTE DEL LIBROEl plató de televisión, aparecía iluminado profusamente por los focos, de manera que al entrar la presentadora, sonó un leif motif anunciando la presencia de la estrella guiadora de la entrevista. Miriam Sóen se sentó en el centro de la mesa preparada a tal efecto, y comenzó su disertación preparando al gran público para la presencia esperada, ansiada de aquel hombre que era admirado tanto por su obra como por sus libros. Que había dedicado su vida a restaurar las de los demás.-Señores, hoy tenemos con nosotros s un escritor, menos famoso como escritor que como persona. Es difícil de hallar alguien que como el, dé de su tiempo el total, para compensar las vidas destrozadas de los menos favorecidos, y que además no resulte una obra de caridad. Les ruego que estén atentos a este especial personaje, sin duda merecedor de su aprecio y su tiempo.Las cámaras enfocaron el umbral del plató, por done entraba un ya envejecido jean Pierre le Monéc. Ac
LA FAMA DEL HOMBRE MUERTOLas televisiones de todo el mundo y las emisoras de radio se hacían eco de la noticia del día que llegaba desde España. El más emblemático dueño de una ONG que existiese en este mundo premiado con el premio príncipe de Asturias, el nobel de la paz, incluso una mención especial en la organización de las naciones unidas, donde discursó ante un auditorio compuesto por una babel de idiomas, razas y gobernantes, moría en la casa de las flores de invierno, rodeado de sus chicos, amigos y admiradores, así como de algunos de sus fans que como escritor de fama poseía también. Los periódicos en sus primeras páginas mostraban negros caracteres, en los que con grandes letras anunciaban la muerte del pragmático líder de las ONG que se ubicaban a lo largo y ancho del orbe. En la casa Magdalena un joven Jesús de Montiel, y Juana la fiel cocinera que había envejecido en la casa, lloraban ante el cadáver de su amigo y mentor mientras desfilaban por la casa los más variopinto
SILLÓN DEL VIEJO DE LA CASAJesús de Montiel, se acomodó en el orejero del viejo jean Pierre y con su bata puesta sobre sus hombros se sintió como poseído por su sabiduría y su ánimo siempre optimista y seguro en apariencia. Sacó de un cajón unos dibujos a medio acabar y los miró con ojos de admiración para a continuación como si de una ofrenda se tratase trazar líneas donde se suponía debían hallarse sin que pudiese terminar el diseño de aquello que resultó ser un ala para juegos que los niños estaban necesitando ya. Encendió la lámpara y se vio a sí mismo en el espejo, tan joven, tan inexperto, tan…y sin embargo era él el elegido para dirigir aquella casa de complicadas normas para el buen funcionamiento de la misma. La habitación se comía virtualmente al nuevo inquilino y él solo se atrevía a pensar en aquel maravilloso ser que se había ido demasiado pronto para dejarle las riendas y las decisiones importantes a medio tomar. Uso golpes secos le sacaron de su abstracción y le devolv
CAPITULO XXXIEL CÍRCULO DE LA MUERTELos pensamientos de la anciana, le llevaban indefectiblemente a un pasado que ella consideraba glorioso, por la clase de personas que en el vivieron, y que crearon algo tan duradero como la casa en la que ella había sido feliz tantos años, sin echar de menos nada como una familia o una pareja estable con quien compartirla. Había sentido el calor de la amistad, del amor que mana como una fuente desde el interior de tantos chicos, que ahora eran padres y madres de familias, que carecían del dolor que ellos sintieron al ser rechazados por los suyos, de manera que lo olvidaron con el paso del tiempo. Eso le confortaba de los achaques de la vejez, y de aquella cosas que dejó atrás hacía tantos años que ya no los podía siquiera contar. En esto pensaba La anciana Eloisa que veía llegado el fin de su longeva vida, sentada en aquel viejísimo orejero, mil veces retapizado en la misma tela, y que crujía bajo el peso de la humanidad de la anciana señora de la