BRENTTNo puedo retener por más tiempo esto que me aguijonea el pecho, Lynette es como una puta droga que una vez que pruebas, te vuelves adicto, he intentado por todos los medios sacarla de mi sistema, es demasiado tarde, no puedo y ahora no quiero, me conozco, cuando deseo algo no me detengo hasta conseguirlo, el problema con ella, es que ahora que ya la tuve, debió hacerse salido de mi cabeza, no pasó, fue todo lo contrario. Y ahora estoy aquí, besando a la mujer que me ha dado a dos hijos maravillosos que amo, lo que siento por Lynette, no es amor, odio, solo es mera pasión ferviente, y es que despierta en mí, un deseo incontrolable, jamás me había pasado esto con ninguna mujer, hasta que llegó. —Brentt, hay algo que… No la dejo hablar, no quiero escuchar sus palabras, solo sus gemidos, quiero que grite, que arañe mi espalda y clave sus uñas en mi piel, quiero dejarla tan marcada, que ningún hijo de perra se atrevería a verla, ni siquiera a respirar en su dirección. —Shhh. —P
NARRADOR OMNISCIENTESiente que la adrenalina se dispara en grandes cantidades por todo el cuerpo, sabiendo que esta noche por fin iba a encontrar a esa persona que tanto sigue, y que por fin iba a poder ser el protagonista de la escena, se prepara para la emboscada, esto no solo se trataba de una misión suicida. Sino, de salvar a un alma inocente que no tenía nada que ver con los asuntos de la mafia. —Código rojo, Halcón seis, estamos a cinco kilómetros. Le dice una voz femenina al otro lado de la línea. —Halcón seis, esperemos un poco más, cambio —habla.Mira la hora en su reloj de mano, cuenta los segundos. La tensión se respira en el aire, el infiltrado les dio bien las coordenadas y ahora solo quedaba un golpe de suerte, porque agarrarlos a un par de metros de una de sus estaciones, no era cosa sencilla. Aunque su equipo le dijera que no es probable, y que son solo imaginaciones suyas, la cuestión es que él piensa en todo, así sea la cosa más insignificante. Siempre se ha dej
LYNETTETodo el mundo me da vueltas, no puedo creer que sea Zair a quien estoy viendo vestido de policía, le sostengo la mirada únicamente porque necesito saber que esto es real y no un producto de mi imaginación. No lo es, Brentt chasquea los dedos y enseguida vienen varios hombres que lo ayudan a levantar. —¿Acaso no eres el maldito doctor que atendió a mi mujer? —le pregunta Brentt. El que me llame como su mujer frente a todos, incluso frente a su propio padre, hace que nazca en mi pecho una chispa de esperanza. Dejo de respirar, Zair sigue con los ojos fijos en mí. —Lo siento, Lynette —dice.Enseguida Brentt le da un puñetazo en la boca que lo hace sangrar, coloco la palma de mi mano sobre mi boca para de ese modo, amortiguar el chillido por el susto. —A mi mujer no te le diriges así, como si la conocieras —Brentt le da un nuevo golpe.Zair no hace nada por defenderse, solo deja que las cosas tomen su curso. Estoy tan adentrada en lo que sucede delante de mí, que ni siquiera m
LYNETTENo sé qué es lo que pasa realmente, mi mundo ha dado muchas vueltas, y todo se debe a desde que Brent White apareció en mi vida, como un torbellino, arrasando con mi vida en menos de un abrir y cerrar de ojos, lo cierto es que desde aquel momento en el que firmé para aceptar ser la madre de sus hijos, me he puesto la soga al cuello yo sola. Y ahora me encuentro aquí, dentro de una de sus fortalezas, escoltada por dos de sus hombres, con un nudo en el estómago, puesto a que todavía no me acostumbro al hecho de que sea el Capo. Es decir, lo acepto, y eso no significa que en algún punto llegue a acostumbrarme. Entramos a una especie de enorme habitación, con los azulejos más negros que he visto en la vida, las paredes son tan blancas como las de un hospital, carece de ventanas o medios de salida, solo hay ventilación, no hay muebles o ninguna cosa que me haga pensar que puede ser una estancia principal. —No lo repetiré más. La voz de quien es mi marido, hace que la ensoñación
LYNETTEAbro los ojos lentamente, los rayos del sol que se filtran a través de las cortinas de seda, hace que los entrecierre de nuevo, respiro profundo, me cuesta trabajo, comprender lo que realmente está pasando, hasta que mi mente me hace recordar los sucesos, luego de que Brentt me abrazara, me soltó como si mi cuerpo estuviera hecho de brasas que le consumían la piel, luego me lanzó esa mirada suya tan gélida, retrocedió un par de pasos para después salir de la habitación sin decir nada. Después de dos horas de eso, mandó a cinco de sus hombres a que me escoltaran a la misma camioneta en la que se encontraba, no me dijo nada, no me dio más explicación que la de cambiarnos a una de las fortalezas más aseguradas de su familia, una en la que podía hacer lo que quisiera con Zair, cosa que no me pareció, no obstante, me lo callé. Pude ver a mis hijos, pasé el resto de la noche a su lado, velando por su sueño hasta que hace dos horas pude dormir, aunque viendo la hora que marca mi re
LYNETTELas palabras que suelto parecen irreales y comprendo la mirada de Zair, quien endurece su gesto y niega con la cabeza. —¿Te has vuelto loca? —refuta—. Esto es la mafia, Lynette, no son juegos universitarios ni nada por el estilo. —Lo sé, escuché que ellos te quieren matar —susurro. —No te metas en asuntos que no te corresponden —me corta. Me quedo callada un par de segundos. —Solo intento… —Lo sé, pero comprende que eres la esposa del Capo, por contrato o no, eso no importa, si me ayudas a escapar, perderán toda la confianza que lleguen a tenerte, si ahora te miran como a un enemigo, haciendo esto, es ponerte la soga al cuello, además de que Brentt te quitará a tus hijos, ¿eso es lo que quieres? Trago grueso y respiro con dificultada. —Lynette…—¡Lo sabía! Yara me toma por sorpresa, sale de las sombras, enreda su mano entre las hebras de mi cabello, tira con fuerza al grado de que mis rodillas fallan y me caigo al suelo, comprobando que, en definitiva, la suerte no es
NARRADOR OMNISCIENTE Dentro de la habitación azul, una que usaba Brentt, específicamente para que sus sumisas le deleitaran con sus bailes eróticos, se encontraba una Lynette llena de confusión, el culo le dolía debido a su primera experiencia con el sexo anal. Cuando intentó ponerse de pie una vez que Brentt salió, se dio cuenta de que no había usado condón, y lo peor de todo, es que sus piernas le temblaban, había disfrutado tanto, que por un segundo se le borró de la mente en dónde se encontraba y en qué situación estaba. —Todo va a salir bien —se dijo a sí misma, tratando de convencerse. Aunque en el fondo no podía asegurar que fuera cierto todo. Con ese pensamiento logró salir de la habitación luego en media hora, mientras que a unos metros de distancia, se encontraba Brentt, encerrado en su despacho, caminando de un lado a otro. Pasándose una mano por el cabello, estaba confundido, hastiado, si bien podía deshacerse de todos los que le decían qué hacer, aún no era el moment
BRENTTSangre, eso es lo que me ha rodeado desde que tenía doce años y mataron a mi madre frente a mis ojos, era un niño, y, sin embargo, ya se esperaban grandes cosas de mi parte por ser el hijo del Capo de la mafia italiana. Sobre mis hombros ya colocaban un enorme peso para alguien de mi edad. Y ahora, ese niño que crecía amoroso con su madre, estaba viendo como un mafioso turco, la sostenía con fuerza descomunal del cabello, tiraba con fuerza para que ella pudiera ver el dolor y sufrimiento que le causaban. —Mira, mocoso, mira como tu madre derrama su sangre frente a ti —bramaba el tipo. Mis ojos se llenaban de lágrimas, mi padre siempre me dijo que no tenía por qué ser un niño débil, su principal regla era no mostrar tus sentimientos ante nadie, mucho menos a tu familia, siempre cuidar tus espaldas y no confiar en nadie. Esas eran las reglas de la mafia italiana. —No bajes la mirada, cariño. La suave y dulce voz de mi madre hizo que levantara mi vista, ella no estaba llorand