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CAPÍTULO 34. ¡Esa mujer es nuestra!

Stefano sentía que se le iba a salir el corazón del pecho de tan rápido y tan fuerte que le palpitaba, y como una de sus manos estaba sobre el pecho de Kiryan, sabía que a él le pasaba exactamente lo mismo. Esa mano se cerró sobre su saco y tiró de él hacia uno de los corredores adyacentes.

—¡Cálmate! —le dijo.

—¿Cómo que me calme? ¡Es Bells! ¡Está viva...!

—¡Yo también tengo ojos, Kodiak, sé que está viva...! Pero no está con nosotros... piensa en eso —replicó Stefano.

—¡Ni se te ocurra por un segundo pensar que nos abandonó! —le espetó Kiryan.

—Ya lo hizo una vez...

—¡Eso fue para protegerte, pero Bells no nos dejaría! —Kiryan lo agarró con brusquedad por el saco y lo zarandeó—. ¡Bells no nos dejaría, Polarcito!

—¡Está bien, está bien...! —Stefano no quería pensarlo pero había una parte de él que siempre enfilaba primero hacia la oscuridad—. Pero si no nos dejó, y está viva... entonces algo le hicieron. Algo está pasando.

Kiryan lo soltó y Stefano pudo ver más determinación en esos
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