Sangre, Stefano quería ver sangre correr frente a él mientras empujaban la puerta de aquella clínica. Tres Di Sávallo y un Di Sávallo honorario entraron allí y la muchas de la recepción los miró un poco azorada por el aspecto amenazador que traían.—Queremos ver a Charlie, ahora —sentenció Stefano y la muchacha negó.—No podemos darle información de nuestros pacientes por...—Ella no es una paciente aquí —replicó Kiryan—. Así que más le vale llamarla ahora mismo.Todos pudieron ver la duda en el rostro de la muchacha, pero finalmente levantó el teléfono y marcó un botón del teléfono.—¿Sí, Pediatría? Necesito hablar con Charlie, la están buscando unos señores que...Pero no pudo terminar de hablar cuando un hombre salió del ascensor.—¡Cuelga ese teléfono! Te he dicho mil veces que no se comunica a nadie extraño con Cha...! —gritó el doctor Karlsson, pero apenas vio a Stefano y a Kiryan se puso lívido como una hoja de papel.—Buenas, doctor —se adelantó Stefano alargando su mano, pero
La carcajada de Bells hizo eco en el avión como si le acabaran de contar el mejor chiste. Frente a ella Kiryan y Stefano sonreían con ternura, pero cuando a Bells por fin se le pasó el ataque de risa, ellos todavía no se habían movido ni un milímetro, y tampoco se habían retractado.—¿Es una broma, verdad? —murmuró poniéndose seria y los dos negaron—. ¡Tiene que ser una broma porque nadie en su sano juicio tiene dos novios!—Claro que sí, solo que los novios no suelen conocerse entre ellos, esa es la única diferencia, pero te garantizo que nosotros nos llevamos muy bien —anunció Stefano.Bells apretó los labios y pasó saliva.—Alguien me quiere hacer el cuento completo —pidió y Kiryan se echó hacia a delante con un suspiro.—Tu nombre es Isabella Valenti. Fuiste novia de Stefano cuando eran muy jóvenes, lo dejaste cuando supiste que estabas enferma, aunque por esa época no sabíamos lo que tenías —le contó—. Comenzaste a hacerte una serie de estudios en los laboratorios Zeynek y ahí no
Bells estaba un poco aturdida y otro poco emocionada. Eran tantas las muestras de cariño a su alrededor que no sabía ni cómo reaccionar. Todos sabían quién era y le contaban cosas de hacía un año, cuando era novia de los...—¿Ositos del cariño? ¿Por qué les dicen así? —preguntó Bells con curiosidad.—¡Ah, eso es por como tú los llamabas! A cada uno como un oso diferente —se rio Helena—. Creo que se lo pusieron ellos mismos... la verdad es que eran muy unidos los tres, era lindo verlos.La muchacha se quedó pensativa por un rato y cuando la notaron cansada Helena la llevó a su habitación.—Voy a traerte algo de ropa —le dijo—. Aunque mucha de la tuya sique en la casita al otro lado del peñón. Ustedes solían quedarse allí cuando venían, y Stefano y Kiryan no movieron nada después de que... bueno, ya sabes.Bells suspiró y se abrazó el cuerpo, todos parecían quererla mucho.—Lamento no recordarlos. Creo que fui muy feliz aquí y odio no poder tener ni una pista de lo que era mi vida —murm
Bells se quedó muda durante un instante. Aquella palabra había llegado a su mente sin que se lo propusiera, solo en el intento consciente de alejarse de aquel hombre, precisamente porque el resto de ella no lo hacía.—¿Crees que esto es un juego? —siseó molesta y Stefano negó.—No, claro que no lo es —murmuró acercándose a ella y por primera vez su voz era suave feliz y no ronca y demandante—. Pero no puedes evitar que me alegre. —Stefano acarició su rostro y Bells vio aquel brillo especial en sus ojos—. Te amamos, Bells, que recuerdes lo que sea, incluso un simple sobrenombre es... es hermoso, nena.Bells ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, la boca del italiano impactó contra la suya con un beso profundo y ansioso que le hizo temblar las rodillas. Sus labios no eran duros y fríos como había creído, eran suaves y posesivos, calientes hasta el infinito y su lengua era una condenada tentación que hacía estragos dentro de su boca.Sus manos se cerraron sobre los cabellos de Stefano y
Y aquel "no" significaba que venía con el italiano.Kiryan encontró su boca en un beso tierno y un segundo después los dos la rodearon.La dominó de una forma suave pero intensa, y ella pudo sentir cómo la energía que emanaba del misterioso ruso se mezclaba con la suya. Comenzó a sentir la tensión entre sus cuerpos, era como una ola embriagadora que se apoderaba de ella por completo. El cuerpo desnudo de Kiryan se pegó al suyo, mientras Stefano se encargaba de provocar el fuego en su espalda. Volcó la cabeza hacia atrás y pudo sentir como los dos hombres envolvían su cuerpo con caricias y besos ardientes.Era extraño, y al mismo tiempo delicioso. La estremecían desde adentro, colmando sus sentidos con un placer intenso. No podía pedir nada más, estaba rodeada de los dos hombres más maravillosos del mundo y sentía el calor que despedían sus cuerpos. Stefano estaba a su espalda, y sus dedos exploraban cada punto de su piel como si estuviera descubriendo un nuevo mundo.Kiryan abrió su
Stefano y Kiryan achicaron los ojos y se inclinaron hacia adelante para leer aquello."No los tomes de vuelta a menos que se besen"—No no no no no no no —advirtió Kiryan levantando un índice de advertencia—. Tú no puedes habernos escrito eso.Bells se encogió de hombros y sonrió.—Es lo que dice aquí —murmuró ella—. También dice: "Dejé esta carta en manos de Stefano porque él es el que hace lo que se tiene que hacer" —mintió aguantándose la risa porque su yo del pasado tenía razón: ni siquiera había empezado y ya se estaba riendo por verlos discutir como niños.—Pues en eso tiene razón —replicó Stefano—, la cosa es si le vas a hacer caso a tu carta o si vas a salir corriendo en vez de cumplir como una mujercita.Bells apretó los labios aguantándose la risa porque de verdad el italiano era un dominante empedernido. En su otra vida debía haber sido emperador o algo así.—Estoy dispuesta a cumplir como una mujercita —respondió porque ya llevaba bastante claro que no podía escapar de aqu
Bells se quedó muda, como si acabara de golpearla en lugar de darle un beso. Le tomó unos segundos reaccionar y luego corrió detrás del ruso, deteniéndolo antes de que llegara al ascensor.—¡Lo siento! —exclamó con las lágrimas al borde de los ojos—. ¡Te dije que de verdad lo siento! ¡No fue mi intención que esto pasara con Stefano! ¡Jamás quise lastimarlo!—Lo sé —respondió Kiryan metiéndose las manos en los bolsillos—. Y no estoy haciendo esto por lo que pasó con Stefano, lo estoy haciendo porque te escucho, de verdad lo hago, Bells. —El ruso miró al techo y respiró profundamente antes de seguir—. De los dos, Stefano siempre ha sido el que obtiene lo que quiere, el que hace lo que le da la gana, y yo siempre he sido el que te escucha, por eso estoy haciendo esto. Estás sana ahora, tienes la oportunidad de hacer una vida hermosa, aprovéchala.Pero cuando volvió a tocar el botón del ascensor ella lo detuvo.—Kiryan, espera... —Su pecho subía y bajaba con desesperación—. Esto no signif
Seis días.Seis días más tardaron en darle el alta a Stefano, y en todo ese tiempo la familia había tenido el tacto de no preguntarles por Bells. Sin embargo Stefano sabía que no importaba, le bastaba con mirar de reojo a Kiryan para saber que estaba muriéndose por dentro aunque no lo dijera.Los dos la amaban, eso no iba a cambiar nunca, pero mientras Kiryan se inclinaba por la comprensión, él se inclinaba por la compresión, y estaba seguro de que Bells iba a terminar entre ellos tarde o temprano. Solo estaba esperando reponerse y levantarse de aquella cama, porque definitivamente para corretear a Bells tenía que estar en forma.Debían ser las seis de la mañana cuando por fin el médico de la primera ronda de guardia accedió a darle el alta. Los puntos de la operación se disolverían en un par de días y todo estaba bien. Stefano por supuesto rezongó porque lo sacaban en silla de ruedas y poco después Carlo y Aitana los llevaban a su departamento.—¿No van a entrar? —preguntó Kiryan, in