Tres días después, mientras Kiryan ponía en una maleta metálica acolchada varias dosis de inyecciones para Fiorella, Stefano se acercó a él.—Creo que ir a cenar sería un lindo detalle —murmuró—. Podríamos llevar a Bells a un lugar agradable y así damos tiempo a que la persona que viene a instalar el sistema de seguridad nuevo lo haga con tranquilidad, lo llamé y ya está en la ciudad.Kiryan lo pensó por un momento.—Me parece bien, además no es bueno que Bells sepa lo que está pasando. ¿Estás seguro de que este... amigo tuyo, es de confianza?—¿Mateo de Navia? Sí, además ya sabe cómo meterse aquí —replicó Stefano.—Sí, supongo que si hubiera querido robarse algo ya lo habría hecho —murmuró Kiryan pensativo—. Está bien, entonces. Tú eliges el restaurante y haz que Bells se prepare. Yo voy a llevar esto al departamento de tus tíos, le hice un coctel especial de vitaminas para la nena, y quiero tomarle muestras de sangre, a ver si ya puedo darles permiso de que regresen a Marettimo.Ste
Stefano se ganó dos cosas, la mirada furiosa del médico y un puñetazo de uno de los criminales que iba con él. Pero se mantuvo erguido y orgulloso mientras el furioso doctor lo miraba con desprecio y el delincuente volvía a golpearlo.—¡Ese no es tu problema! —siseó el médico dándose cuenta de que fingir ya no resolvería nada—. ¿Dónde está el resto de la maldit@ investigación?Stefano sonrió con sorna limpiándose la sangre de la boca y mirando alrededor. Estaban en un almacén techado de los muelles, la parte trasera estaba abierta al mar y tenía dos lanchas rápidas esperando. Había ocho hombres armados más el medicucho.—Me interesaba saber si esto era solo por dinero —dijo Stefano con voz tajante—. Pero cuando un médico es el jefe de una banda de matones... bueno me parece que es más por el crédito. ¿Qué quieres hacer, idiota? ¿Presentar la investigación como tuya?—Eso, tú provócalo, vas muy bien —gruñó Kiryan mientras veía cómo uno de los tipos ponía una silla a su lado y empujaba
Bells cerró los ojos mientras aquellos dos hombres la abrazaban. Lo único en lo que podía pensar era en que estaban los dos vivos y con ella. Y también tenía que reírse un poco porque la mitad del tiempo eran dos ogros posesivos y la otra eran dos niños peleando por un juguete... y ella era el juguete.—Entonces... ¿fue un médico? —preguntó Bells.—Sí —respondió Kiryan mientras la tocaba concentrado para asegurarse de que tuviera la temperatura correcta—. No sé por qué, Bells, pero el tipo me pareció conocido, como si lo hubiera visto antes y no consiguiera recordarlo.La muchacha arrugó el ceño.—Pues es extraño, porque la verdad es que no hemos conocido muchas personas en los últimos años, Kiryan —respondió.—Lo que sí es seguro es una cosa: ese hombre sabe de tu investigación —advirtió Stefano—. Y no solo eso, sabe bastante como para distinguir lo que había en el vial y que la investigación no estaba completa.—Al principio te juro que creí que estaba ahí contra su voluntad —murmur
Stefano tenía el corazón acelerado, la sangre le palpitaba en los oídos y su pecho subía y bajaba mientras el deseo se acumulaba en su bajo vientre de una sola sacudida.—¡Vamos, nena, vamos, tienes que reaccionar...! —La sacudía Kiryan abrazándola.Stefano lo vio sacarse la playera con un grito de dolor pero aun así pegó la espalda de la muchacha a su pecho desnudo para darle todo el calor que podía.Bells tenía los ojos abiertos pero se notaba que no estaba del todo allí. Las lágrimas coronaban los ojos los ruso y Stefano la besó con un gruñido.—Ya está, nena... todo está bien, todo está bien —murmuró acariciándola pero sabía que para preliminares no había mucho tiempo.Se metió entre las piernas de Bells y se bajó el elástico del pantalón, empuñando aquella erección que cada vez era más feroz, mientras Kiryan cerraba los ojos contra el cabello de Bells y susurraba en su oído:—Eso es, nena. Mira a Stefano, míralo, todo está bien... —La abrazaba por la espalda y acariciaba sus pech
A Stefano se le rompía el corazón solo de pensar que quizás los últimos doce años de su vida hubieran sido como los de Kiryan. No era que no amara a Bells lo suficiente como para hacer cualquier cosa por ella, pero había una realidad y era que él no era médico, jamás había tenido esa vocación, y entendía que quizás él jamás habría logrado mantenerla viva tanto tiempo como el ruso.—Tienes que aprender a manejar estas situaciones si estás solo —murmuró Kiryan casi al amanecer.Estaban acostados uno a cada lado de Bells, sin poder dormir.—¿Quieres decir... aprenderme toda la cosa médica?—Sí, toda la cosa médica —replicó el ruso—. Los sueros, las inyecciones que lleva, los medicamentos que toma, todo eso.—OK, hoy mismo me empiezas a explicar —accedió Stefano.Descansaron tanto como era posible, y para cuando el sol salió y Bells se removió entre ellos, le prestaron toda la atención.—Oye, ¿no vas a abrir los ojitos? —la azuzó Stefano porque ya sabía que estaba despierta.Bells se tapó
Bells sonrió viendo a Stefano y a Kiryan pelear por el sofá de la cabaña de troncos, que según el ruso era muy raro, y según el italiano el ruso era un ignorante sexual.—¡Es un sillón tantra, Kodiak! —siseó Stefano bajito y entre dientes abriéndole mucho los ojos.Kiryan pestañeó despacio.—¿Un.. quieres decir como un... sillón sexual?Stefano se restregó la cara con una mano.—Sí, Kiryan, eso es exactamente lo que es.—¡Aaaaaaaahhhh!—¡Aaaaaaaahhhh! —se burló Stefano imitándolo con vocecita chillona—. De verdad me preocupas, Kodiak, tienes la edad sexual de un adolescente.Kiryan casi le mostró los dientes con aquella sonrisa forzada.—¡No te preocupes, tú vete a trabajar que yo procuraré ponerme al día! —replicó y el italiano le puso los ojos en blanco.—¡Bueno, algo es algo! —suspiró con dramatismo.Si alguien alguna vez le hubiera dicho a Stefano que no explotaría por tener que compartir a la mujer que amaba, se habría reído en su cara. Pero la verdad era que después del último e
Bells se puso pálida en un segundo, como si Stefano le hubiera echado un balde de agua fría encima. Como invitados de Marco y Helena no le molestaba ir, pero como otra cosa...—La verdad no creo que sea buena idea, Stefano —murmuró un poco incómoda y el italiano arrugó el ceño.—¿Y por qué no? De todas formas mi familia ya te conoce desde que éramos chicos...—¡Sí, Stefano, pero tu familia me conocía como tu novia! Ahora es diferente. ¿Qué vas a decirles? ¿Que llevas a tu novia y al médico de tu novia y todos vamos a dormir juntos porque no alcanzan las camas en casa de tu tío? No quiero... —Bells miró a Kiryan por un segundo, no quería hacerlo sentir mal por algo como eso—. No quiero que estemos en una situación incómoda sin necesidad.—¡Oye, oye! Para empezar calmadita —dijo Stefano tirando de su mano y envolviéndola en un abrazo—. Bells, creo que no estás entendiendo esto: La única razón por la que estamos aquí es porque tenemos que estar aquí, porque tenemos que cuidarte, pero que
"Extraña" era una forma agradable para Bells de expresar cómo se sentía. La verdad era que no estaba acostumbrada a ninguna de aquellas muestras de cariño. Su familia nunca había sido muy afectuosa con ella, y en cuanto el laboratorio había decidido pagar por el estudio de Bells, y ese estudio llegó con un pequeño bono... bueno, su familia y el bono habían desaparecido, mudándose al sur cerca de la costa.Todavía intercambiaban tarjetas de cumpleaños de vez en cuando, pero no habían vuelto a verse personalmente. Kiryan era toda su familia, y ahora estar rodeada de los Di Sávallo era... ¿cómo decirlo? Adictivo.Y quizás si solo le hubieran dado la bienvenida a ella habría sido diferente, pero no había ni un solo Di Sávallo que no le hubiera dado un abrazo sincero a Kiryan también. Así que esa libertad para poder sentirse bien los tres juntos era un poquito intoxicante.Metió la mano en el jacuzzi y vio que el agua estaba fría, porque Stefano no había conectado el calentador del aparato