Capítulo 36
Si no la amaba, ¿por qué la rescató y le aplicó el medicamento? Diego, con calma, levantó la pierna de Irene para examinar el yeso en su tobillo.

—Te dije que no tengo la obligación de ser bueno contigo, así que... ¿no deberías pensar en cómo compensarme?

—¿Qué? —Irene se sorprendió—. ¿Qué compensación?

—En los cuentos de hadas, a menudo se dice que el príncipe salva a la princesa y, como agradecimiento, ella termina... ¿qué era?

Irene respondió con una sonrisa irónica: —¿Puedo ser tu sirvienta para compensarte?

Diego le dio un ligero golpe en el brazo: —Irene, ¿estás bromeando? Claramente ellos están juntos para siempre.

Irene movió los pies enérgicamente: —¡Eres un lujurioso!

Se dio cuenta de que no podía ser que Diego fuera tan amable sin motivo, y ahora entendía que había intenciones detrás de sus acciones.

—La lujuria es parte de la naturaleza humana. —Diego tomó su pequeño pie y le dio un beso en el empeine, provocándola—. Es hora de que cumplas con tu deber.

—¿Y con quién has es
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