Al ver esa mirada en Noa, Alvaro pensó que ella estaba enfadada con él y se puso nervioso.

—Bolita, no te enfades conmigo. Si no quieres que acepte los granos, iré a decírselo. Son solo unos cuantos granos de café, a mí no me interesan en absoluto.

—¿En serio? —Noa volvió en sí y arqueó una ceja—. Tu expresión no concuerda con lo que dices. Además, esos no son solo unos cuantos granos, él debe tener una gran variedad.

—Sí —asintió Alvaro—. Pero Bolita, no eres menos importante que cualquier cosa que él pueda ofrecer. De verdad, confía en tu hermano.

¿Cómo podría Noa no confiar en él? Sonrió y dijo:

—Lo sé, no dudo de ti. Puedes quedarte con lo que él te dio. Si quiere conquistarme, debería ganarse tu aprobación primero.

Después de todo, él la lastimó en el pasado, así que no le importaba hacerlo sufrir un poco y que se esforzara más.

Decidida a enseñarle una lección, Noa no tenía lástima por él. También quería ver cuánto tiempo podría aguantar sin darse por vencido. Sobre todo consider