Capítulo367
Los sirvientes se apresuraron a llevarse a Dilia, quien seguía resistiéndose y gritando entre lágrimas:

—¡No, padre, madre! ¡No pueden hacerme esto! ¡Me he dado cuenta de mi error, cambiaré! Pero no pueden... ¡no pueden quitarme mi feudo!

Los sirvientes dudaron, indecisos. Esta vez fue la reina quien intervino con voz firme:

—¡Llévenla!

Por mucho que les doliera, no podían ceder ahora. Los sirvientes no se atrevieron a dudar más y se apresuraron a sacar a Dilia.

Sus llantos y súplicas pronto se convirtieron en maldiciones al ver que sus ruegos eran inútiles.

—¡Todo es mentira! ¡Ustedes no me aman, solo aman a Laura! ¡La odio, la odio!

El rey y la reina tuvieron que esforzarse por ignorar sus palabras hirientes.

Una vez que Dilia fue confinada en sus aposentos, llegó el turno de Lola.

—Te encargué cuidar de la princesa, ¿y así es como lo haces? En lugar de disuadirla cuando cometía errores, ¡la ayudaste en sus fechorías!— La reina miró fríamente a Lola, mostrando mucha menos clemencia
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