Capítulo127
Mientras tanto, Diego miraba a Laura con diversión, sin aprovechar la oportunidad para contradecirla, dando a entender que aceptaba lo que había dicho.

Después de todo, él fue quien lavó el pañuelo, sin que su esposa lo tocara, así que aquel hombre no podía reprocharle nada.

Manuel tomó el pañuelo de las manos de Laura y esbozó una sonrisa incrédula al ver que casi se había encogido a la mitad. Sin darle importancia, le dijo a Laura:

—No te preocupes, al fin y al cabo es solo un pañuelo.

—Pero lo hiciste tú misma con tanto esfuerzo, y yo descuidadamente lo arruiné así—insistió Laura, aún inquieta.

Diego frunció el ceño, arrepentido. Si hubiera sabido, no habría encogido intencionalmente el pañuelo, causando esa culpa en su esposa hacia este hombre.

Manuel también suspiró, consciente de que Laura no estaría tranquila hasta compensarlo de alguna manera.

—Entonces Laura, ¿por qué no me invitas a comer con tu esposo?

Manuel no hizo esa propuesta al azar. Lo había meditado detenidamente
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