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Sebastián y Violeta se negaron a que Rori y Seraphyna los acompañaran al aeropuerto, viajaron a Malibú para evitar sospechas y de ahí, abordaron un avión privado que los llevaría a la isla, iban junto a Vladimir, era un viaje largo.Seraphyna espiaba a Rori, y pudo seguirlo cuando pidió un taxi para ser llevado a un lugar, ella condujo tras del auto, ahora todo lo que le importaba era saber quién era la chica con la que Rori salía, ella sentía mucha tristeza, de que él no la hubiese perdonado, pero ahora también estaba muy celosa.Lo vio entrar a un hotel, pero no tenía valor suficiente para adentrarse y conocer toda la verdad, cuando por fin obtuvo valentía, estacionó y entró, pidió a la recepcionista que le dijera la habitación del chico que acababa de entrar, sin embargo, cuando la mujer se negó, ella no escatimó e
—Mira que hermosa. —¡No la toques! —gritó con fuerza—. Escúchame tengo millones de dólares, puedo dárselos ahora, ¡Serán muy ricos justo ahora! Los hombres se miraron entre sí y se alejaron —¡Oigan! ¡Violeta! —¡Estoy aquí! —gritó asustada —Dime que estás bien. —Estoy… estoy bien, pero tengo miedo… —¡Escúchame, mi amor, no tengas miedo! Juro que te salvaré, juro que estaremos bien. Violeta temblaba, lloraba, tenía los ojos vendados, igual que Sebastián, no podían verse, estaban dándose la espalda atados a unas sillas de madera, pero más cerca de lo que pensaban. Sebastián tenía el peor de los miedos, no temía más por él, sino por ella, por su Violeta, no quería que la lastimarán, luchaba contra las sogas, era imposible desatarse, pero estaba dispuesto a pagar cualquier precio, solo porque Violeta fuera libre y salva. Los dos tipos de mala sangre se miraron entre sí —¿Es cierto que tiene tanto dinero? —¡Qué sí! Es un billonario, te digo, si su hijo nos va a pagar diez millones
Cuando fueron bajados del auto, aún Seraphyna y Rori iban tomados de la mano—¡Tengo miedo, Rori! —sollozaba, él la sostuvo con fuerza, aunque quisiera negarlo, él mismo también temíaEntraron a ese lugar, y fueron llevados por los guardias, ahora hombres vestidos de blanco—¡No somos adictos, lo juro! Háganos antidoping, saldremos limpios.Los guardias y un doctor que se acercó a ellos se miraron confabulados, el doctor hizo una seña, y los guardias los sujetaron, mientras una enfermera les inyectaba, ambos gritaron enloquecidos, sus manos se soltaron—¡Déjenla! —gritó Rori, pero tuvo la misma suerte que Seraphyna y fue pinchado, luego quedaron en un trance, mientras sus cuerpos se desvanecían en el suelo.Pablo no podía dormir, pensaba en Violeta, que era demasiado joven para morir—
Milena y Hugh estaban en la que fue su habitación antes de que Sebastián los echará de la mansión Hesant, peleaban—¡Le diré a todo todo el mundo! Que digan que soy solo una desahuciada, ¡No me importa! Pero, seguramente, habrá quien, si me crea, alguien que crea que digo la verdad, y que tú eres un ¡Asesino! —gritó con rabia, luego él le dio una fuerte bofetada, la mujer cayó al suelo y comenzó a sollozar con miedo—¡Tú no dirás nada! ¿Quieres pasar el resto de tus días en prisión?—¡No me importa! Moriré de todos modos, seguro iré al infierno, pero tú mataste a dos personas, y no sé como puedes vivir con eso.—¡Cállate! Si continúas serán tres personas.—¡Malvado! Eres un monstruo, dijiste que amabas a Violeta, y no
Hugh tenía una gran fiesta en la mansión, él tenía ahí a cinco mujeres de dudosa reputación, en la biblioteca de Sebastián, bebiendo alcohol, las mujeres bailaban para él, semidesnudas, era una gran vida la que se estaba dando, era tan feliz, solo le faltaba Violeta, pero, ella estaba muerta, y él nunca se sentaría a llorar por nadie, aunque sufrió por creerla muerta, no tenía la habilidad emocional para sentir más dolor que lo poco que había llorado, no estaba aún ebrio, pero era lo que pensaba hacer por el resto de la noche, luego ir a la cama con esas mujeres y divertirse, después, apenas tuviera el dinero, viajaría a una isla paradisiaca para disfrutar de las mieles de su supuesto éxito. Cuando llegó el amanecer, Hugh estaba durmiendo en el mismo sofá donde disfrutaba anoche, las mujeres estaban dormidas entre el suelo y sillas, luego de la juerga acontecida, de pronto la puerta se abrió de par en par. Los ojos de Sebastián lo miraron con gran odio, Violeta entró detrás, observó
Sebastián y Violeta llamaban a todos los hospitales de la ciudad, buscaban desesperados a Rori y Seraphyna. Dante hizo el favor de colocar un comunicado oficial en todas las redes sociales, anunciando que el comunicado anterior hecho por Hugh, era falso, era una confusión, pero que Sebastián Hesant y su esposa no estaban muertos, eso con el objetivo de evitar una crisis empresarial y además callar todas las voces. Fue un milagro que Hugh no alcanzara a tomar los derechos de la fortuna Hesant. Pablo leyó aquel anuncio, sintió como si la vida misma volviera a su cuerpo, se levantó de prisa de su cama, era como si después de un largo día enfermo, de nuevo se sintiera sano, se visitó a toda prisa, y bajó las escaleras, alcanzando a su padre en el gran salón, quien le miró atónito de verlo tan repuesto —Hijo, ¿Cómo te sientes? —¿No has visto la red social? —exclamó con voz rápida —No he visto nada, ¿Qué sucede hijo? ¿Por qué tanta exaltación? Pablo le mostró a Alfredo aquella nota en
Sebastián y Dante, junto a Vladimir, llegaron a ese lugar, era tan terrible, tanto por fuera, como pintaba ser por dentro, tocaron a la puerta y un guardia corpulento con cara de pocos amigos no les dejó pasar —¡Soy Sebastián Hesant! Traeré a la policía si no me dejan entrar. Solo nombrar a la policía hizo que dejaran al hombre entrar y lo llevaron directo a lo que parecía la oficina del director —Tome asiento, señor, creo que esto es un malentendido. —Ningún malentendido, sé que el señor Hugh Hesant trajo aquí a dos chicos, llamados Rodrigo Mayer y Seraphyna Hesant, sé que el chico escapó, pero la chica está aquí, es mi hija y le exijo que me la entreguen, o de lo contrario tendrá aquí mismo a la policía —aseveró con rabia y autoridad —Señor Hesant, le repito que no es así. —¡No me repita nada! Creo que no tiene idea de con quien está hablando, pero tiene solo cinco minutos para pensarlo, de lo contrario, le juro que haré de su vida un infierno. El tipo parecía trémulo, dudando
La mirada de Sebastián era un poema de celos, y esto hizo que Violeta se sintiera incómoda —Yo he venido para ver como está Rori, casi lo atropello, y me he preocupado mucho. Sebastián enfocó su mirada en su esposa —¿Cómo está Rori? —Está bien, el doctor dice que en unas horas más será dado de alta —dijo ella —Ya lo escuchaste, Pablo, mi cuñado está bien, pronto será dado de alta, creo que eso te sirve, ahora te agradezco tanto tu preocupación, pero en temas familiares conviene no estorbar. Pablo se quedó de piedra, era la segunda vez que Sebastián era brusco y hostil con él, eso le hizo pensar, que, quizás el hombre estaba celoso, ¿Siempre sería así? Porque él siempre consideró a Sebastián Hesant como un hombre muy seguro de si mismo, ahora no comprendía porque parecía odiarlo, ¿Acaso lo veía como un rival? —Entiendo, si necesitan cualquier cosa, cuentan conmigo. Sebastián se sintió más molesto —Lo tomaremos en cuenta, gracias —dijo Sebastián Pablo dio la vuelta, pero una e