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En la universidadHumberto llegó muy temprano a la universidad. Su mirada ansiosa recorría los pasillos, buscando a Tory. Pero cuando encontró a Brianna, la tomó de la mano y juntos fueron hasta la cafetería.—Mi amor, ¿conseguiste el dinero? —preguntó Brianna, entrelazando sus dedos con los de él.Humberto bajó la mirada, negando con pesar.—Lo siento, Brianna, no lo conseguí.Ella se quedó perpleja, soltó sus manos como si hubiera recibido un golpe.—Pero…Humberto le sostuvo la mirada con firmeza.—Brianna, escúchame bien. Me casaré con Victoria.Brianna se apartó de golpe, como si las palabras la hubieran quemado. Sus labios temblaban, pero antes de que pudiera hablar, él continuó.—Lo haré solo por dinero. En cuanto lo tenga, la dejaré… para estar contigo.Los ojos de Brianna se iluminaron con un brillo mezquino.—Pero falta mucho…—No te preocupes. Confía en mí, pronto tendremos el dinero suficiente para que vivas como una reina.Ella sonrió satisfecha, acariciando la mejilla de
Giancarlo y Roma regresaron a casa cuando el sol ya casi se había ocultado en el horizonte.El viento nocturno soplaba con una calma inquietante, y el eco de sus pasos resonaba en el amplio recibidor de la mansión. Roma se deshizo del abrigo con un suspiro cansado.—¿Cómo está Tory? —preguntó—. ¿Ya cenó?La empleada que la recibió en la entrada bajó la mirada, su expresión denotaba incomodidad.—Señora… la niña no ha vuelto de la escuela.Un silencio denso se instaló en la habitación.Roma y Giancarlo intercambiaron miradas de desconcierto.Él frunció el ceño y sacó su teléfono de inmediato, revisando sus notificaciones. Su mandíbula se tensó cuando vio los mensajes de transacciones bancarias.—Esta niña… —su voz cargaba una mezcla de irritación y sorpresa—. Parece que se fue de compras.Roma se acercó para mirar la pantalla, y al ver la cantidad de dinero que se había gastado, sus ojos se entrecerraron con desconfianza.—¡Roma, mira cuánto gastó! Le dije que podía comprar lo que quisi
Humberto y las mujeres fueron arrestados. Mientras los oficiales los escoltaban fuera del restaurante, los gritos de las mujeres resonaban en el aire como un eco desesperado.Humberto, con el rostro desencajado, suplicaba una y otra vez su inocencia, aferrándose a la posibilidad de que su teatro de víctima lograra conmover a alguien. Pero nadie lo escuchó.La patrulla los esperaba con las puertas abiertas, listas para tragárselos y llevarlos a la comisaría.La madre de Briana comprendió que era el final del juego. Entre sollozos, tomó una decisión.—Soy la responsable —dijo con voz entrecortada—. Yo decidí robar la tarjeta. Por favor, ellos son inocentes.Humberto y Briana, desesperados, asintieron con rapidez, aferrándose a su coartada.—Sí, sí. Pensamos que Victoria nos había invitado, pero… al final, ella no pudo venir.Giancarlo los observaba desde la habitación de espejo, el reflejo de su rostro era un lienzo de absoluta frialdad. No pronunció palabra alguna.En su mente, aún reso
El lunes, al volver a la universidad, Humberto Y Brianna estaban listos para enfrentar a Victoria.La madre de Brianna, aun con la esperanza de que Humberto intercediera, estaba convencida de que Victoria, movida por el amor que sentía por él, cedería.Después de todo, ella solía amarlo hasta ser como una esclava de él, y Humberto sabía cómo hacer que ella viera las cosas a su manera.Pero al llegar, la realidad fue muy diferente.Una sensación de inquietud la invadió cuando fue llamada a recursos humanos del colegio.Algo no estaba bien.Al entrar en la oficina, el ambiente se volvió denso, pesado, como si todo estuviera a punto de desmoronarse sobre ella.La miraban con severidad, como si fuera una criminal, y el murmullo de voces lejanas la inquietaba aún más.—Estás despedida.El golpe fue tan inesperado que se quedó helada.El aire a su alrededor pareció volverse más denso, como si el mismo edificio la estuviera rechazando.Su corazón comenzó a latir desbocado, y la garganta se le
—¡Victoria, no puedes hacer esto! ¡Eres una traidora! Dijiste que me amabas, y ahora te comportas como una… como una zorra. ¡Esto no es lo que prometiste! —Humberto casi rugió, la rabia quemándole por dentro. Su voz temblaba de furia, pero lo que más lo irritaba era la frialdad con la que ella lo miraba.Victoria lo miró a los ojos, sus labios curvándose en una sonrisa amarga.Sin previo aviso, le abofeteó con una fuerza inesperada, dejando una marca roja sobre su rostro.Humberto, atónito por el golpe, estuvo a punto de devolverlo, de lanzar su puño contra esa mujer que una vez creyó amar. Pero antes de que pudiera reaccionar, Joel, su amigo y compañero de toda la vida, lo detuvo con fuerza.—¡Si la tocas, te mataré! —La voz de Joel era baja, grave, pero peligrosa, como una amenaza palpable.Victoria sonrió, su mirada llena de desdén, y le dio un paso atrás, abrazándose a Joel con descaro.—¡Victoria, aunque supliques y te arrastres, no te perdonaré! —Humberto gritó, su furia transfor
Al llegar a casa, Mateo irradiaba felicidad. La calidez de su hogar lo envolvía, y frente a él, Roma, Giancarlo y Tory lo esperaban con sonrisas iluminando sus rostros. Habían preparado una bienvenida especial, un gesto de amor y gratitud por el milagro de tener a Beth de vuelta.Cuando ella cruzó la puerta, sus ojos brillaron con una mezcla de sorpresa y emoción. No pudo evitar llevarse una mano al pecho, sintiendo el latido acelerado de su corazón.—¡Gracias! —exclamó, conmovida por el recibimiento.Tory fue la primera en acercarse y rodearla con un abrazo cálido, transmitiéndole un apoyo inquebrantable.—Bienvenida a casa, Beth —susurró con ternura.Mateo, sin poder contener su felicidad, tomó la mano de Beth con suavidad, como si temiera que se desvaneciera de su lado. Sus ojos la devoraban con devoción.—Hay algo que deben saber —anunció con voz firme, pero cargada de emoción—. Beth aceptó casarse conmigo.Roma y Giancarlo se miraron por un segundo antes de sonreír con entusiasmo.
Joel no podía dejar de pensar en Tory.Cada minuto sin ella era un martillazo en su pecho. Necesitaba verla, necesitaba saber que estaba bien.Mientras caminaba al lado de su amigo, su mente no dejaba de girar en torno a la imagen de ella, perdida, vulnerable. Fue entonces cuando algo lo detuvo. Su amigo había recibido un mensaje en el móvil.Joel no podía creer lo que veía en la pantalla.«Listo, Tory está conmigo»El nombre que acompañaba el mensaje hizo que el corazón de Joel se detuviera por un instante. Humberto. Un torrente de ira recorrió su cuerpo, y sin pensarlo, agarró a su amigo por el cuello de la camisa, apretando con toda su fuerza mientras sus ojos lanzaban chispas de rabia.—¡¿Qué le hicieron a Tory?! —gritó, su voz vibrando con el dolor de lo que acababa de descubrir.El joven, sorprendido y temeroso, levantó las manos, intentando calmar a Joel.—¡No hice nada! —respondió, pero su miedo era palpable, casi podía tocarse en el aire.Pero Joel no estaba dispuesto a escuch
Brianna estaba completamente congelada, su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras sus pensamientos la ahogaban.«No. No puede ser. No puedo estar embarazada de Humberto. Ese maldito no tiene nada, está más arruinado que nunca. ¿Qué voy a hacer? Estoy atrapada en esta pesadilla. ¿Cómo le voy a decir a mi madre? Nunca podré ir a la universidad, mi vida se está desmoronando...» El pánico se apoderó de ella mientras se abrazaba a sí misma, como si intentara mantener su cordura a toda costa.Mientras se encontraba sumida en esa tormenta de pensamientos, vio a lo lejos a una mujer que llegaba apresuradamente, visiblemente desesperada.La mujer iba acompañada por un hombre que, a pesar de la tensión en el aire, parecía mantener una compostura impecable.—¡Estoy buscando noticias de mi hijo, Joel! Dijeron que lo trajeron aquí, por favor, necesito saber si está bien, estoy desesperada… —La voz de la mujer temblaba entre sollozos.Brianna, aún completamente atónita por la revelación de sus