Cuando Naya escuchó a los sirvientes anunciar que Daniel había vuelto, mostró rápidamente una sonrisa sumisa y dulce. Se puso de pie y miró a Daniel.

“Dan, has vuelto”.

Daniel asintió amablemente. “¿Por qué están aquí?”.

“Dan, ¿qué clase de pregunta es esa? Naya va a ser tu prometida pronto. ¿Por qué otra razón crees que está aquí?”. A pesar de que la madre de Daniel tenía una sonrisa en el rostro, igual lo criticó.

“Dan, ven aquí. Naya lleva mucho tiempo esperándote. Esta tonta niña aún no ha almorzado porque quería esperarte”.

“No, mamá. No digas tonterías”. El rostro de Naya se sonrojó, como si le diera vergüenza.

Sin embargo, Daniel se dirigió a la sala de estar con calma. “¿Por qué me estabas esperando?”.

Naya sonrió y se acercó a Daniel. “Dan, nos vamos a comprometer este domingo y todo es un poco apresurado. Mamá y papá han preparado las cosas necesarias para la ceremonia. Sin embargo, hay una cosa que mi mamá y el resto esperan que pueda comprar contigo”.

Daniel enarcó