Punto de vista de Dylan

Ya habían pasado un par de días y no había visto a nadie más que al guardia que mandaron a darme un trago de agua. La celda en la que me encontraba estaba húmeda, el agua fría caía desde afuera sobre el suelo de piedra y hacía que el ruido resonara por toda la habitación. Era inquietante. No me había dado cuenta mucho la última vez que estuve ahí abajo, porque tenía a Carlos, pero ahora, ahora no tenía a nadie, si no salía pronto terminaría volviéndose loca.

Como el rey había exigido, mis muñecas estaban fuertemente conectadas a la pared con gruesas esposas de plata, no podía mover mis brazos en absoluto y cada vez que me traían agua tenían que dármela en la boca. No había comido en todo el tiempo que estuve ahí abajo, y debido a eso, mi estómago se sentía vacío e irradiaba un pequeño dolor tipo calambre cada vez que retumbaba. Alrededor de mis tobillos, se colocaron las mismas esposas que mis muñecas, sin embargo, simplemente estaban conectadas entre sí por u