Fui escoltada en un paseo de diez minutos que se detuvo cuando llegamos a una gran tienda con la punta blanca. Me hicieron entrar y me quedé boquiabierta al ver lo grande que era por dentro.

“La tienda de los interrogatorios, es donde interrogamos a los que se nos oponen, o a los miembros que han causado problemas, por supuesto no tienes nada de qué preocuparte, aquí estás a salvo”. Nunca estaría a salvo, era una persona patética.

Me senté torpemente en un banco que había en la sala y miré al hombre. Ahora que estaba iluminado por la luz de la tienda lo miré fijamente, debía conocer a este tipo, me resultaba familiar.

“Margret, ocúpate de que le den un plato de comida a su Excelencia, cualquiera puede ver que lo necesita…”. Elias se giró entonces para dedicarme una sonrisa genuina y feliz antes de acercarse a mí y agarrarme suavemente de una de las muñecas. “¿Cuánto tiempo llevas así?”. La preocupación se reflejaba en sus rasgos ligeramente arrugados. “John, ve a despertar a tu padr