En ese momento Oleika miró la lanza en la puerta y lo recordó.

Había escuchado hacía mucho tiempo en su antigua manada de unos monos que eran muy agresivos, los monos oscuros.

Estos tenían la característica de ser muy inteligentes para crear lanzas y envenenarlas con su propio sudor, provocando la muerte de los licántropos en específico.

Medían apenas un metro y tenían el pelaje completamente negro, el cual les ayudaba a pasar desapercibidos en la noche hacia sus presas.

Sus ojos rojos eran lo único que podía ser utilizado en su contra, ya que los podían identificar por su tétrico brillo.

Malcolm abrió la puerta inmediatamente después de cerrar la ventana y ahí en el pasillo se encontró con Gerardo, su guerrero.

— ¿Qué sucede? — cuestionó el Alfa queriendo saber la situación actual.

—Señor tenemos cinco bajas, fue un ataque sorpresa.

— Pero ¿por qué…?— cuestionó Malcolm al mismo tiempo que recordaba que los monos oscuros no atacaban sin una razón

— Puede ser que alguno de los licántrop