Capítulo234
María estaba firmemente restringida en el sofá, sin importar cuánta fuerza hiciera, no podía apartarlo. Su rostro se volvió tan rojo como una flor de granada, y con rabia apretó los dientes, diciendo: —Manuel, estas cosas no son para mí, nunca te las mostraré, así que ahorra tus esfuerzos.

No debería haber cedido a su momentánea compasión, permitiéndole a ese hombre astuto y malicioso entrar. Ella sabía que no podía esperar que él cambiara sus malos hábitos.

Manuel mordió ligeramente los labios rosados de María, con los ojos profundos entrecerrándose.

—¿No las mostrarás a mí? ¿A quién planeas mostrárselas entonces?

—Umm…

Como una corriente eléctrica que atravesó su cuerpo, María tembló involuntariamente. Al girar la cabeza, justo rozó con sus labios fríos. Esa inesperada estimulación hizo que su rostro se volviera repentinamente rojo, extendiéndose desde sus mejillas hasta su blanco cuello.

—Yo… no fue intencional.

Realmente no tenía la intención de besarlo.

—¿Así que me odias tanto?
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