Capítulo224
Manuel estaba de pie junto a la ventana, en su mirada helada se reflejaba el frío. Su mano sostenía el teléfono móvil, y al otro lado de la línea estaba el jefe de la comisaría de Aurelia, Eduardo. Sus delgados labios se curvaron fríamente mientras decía: —¡Soy yo! Que ese criminal que intentó atacarnos, junto con esas escorias que insultaron y arrojaron cosas a mi mujer, permanezcan para siempre detenidos en la comisaría.

Sostenía un cigarrillo entre sus dedos, la fina columna de humo se elevaba lentamente, envolviendo su rostro hermoso.

María solo podía ver su perfil severo, pero su deseo de protegerla quedaba claro en cada palabra. Ese hombre era increíblemente protector con sus seres queridos.

María se quedó parada en un rincón del dormitorio, viendo cómo Manuel terminaba la llamada, dando una vuelta con su figura alta y fría, acercándose a ella. El tenue olor a nicotina se mezclaba con la frescura y frialdad en su cuerpo, penetrando profundamente en la nariz y envolviéndola por co
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