Capítulo220
—¿Manuel, eres tú?

María se quedó atónita, apoyada en la fría y áspera pared. Frente a ella, ese hombre extraordinariamente alto y esbelto parecía ser el protector que había invocado en el momento más crítico. Levantó la cabeza con sorpresa y solo vio los rasgos severos del hombre, pero sus ojos destellaban un cálido destello de ternura.

Manuel soltó las manos que la rodeaban, retrocedió un paso y, con movimientos rápidos pero elegantes, se quitó su traje negro y lo colocó suavemente sobre los hombros de María. Con voz profunda, dijo: —Lo siento, llegué tarde.

Si hubiera llegado antes, ella no habría estado acorralada por un delincuente armado en ese apartado estacionamiento subterráneo, sufriendo cada segundo con miedo. Cuando ese destello de pensamiento cruzó su mente, la expresión en el rostro implacable del hombre reveló su furia.

Mirando al hombre presente, María se quedó atónita y negó con la cabeza: —No pasa nada, llegaste en el momento justo.

Ella ya estaba satisfecha con que
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