Capítulo216
Luisa se rio fríamente, sus labios rojos movieron y soltó una frase: —Piénsatelo, ¿quién no nos robaría a nuestros hombres?

Naturalmente, sería los muertos. Solo los muertos no pelearían por ello.

Al sentir la mirada gélida de Luisa, la mano de Blanca tembló al sostener la taza de té. Miró la pantalla del monitor durante unos minutos y, con una sonrisa fría, dijo: —Luisa, ya lo entiendo.

Con tantos espectadores afuera, la multitud emocionada podría perder el control en un pequeño disturbio, y María podría tener la mala suerte de ser apuñalada o incluso asesinada. Incluso si Manuel quisiera defender a María, no podría echarles la culpa a ellas dos.

Dentro del centro comercial, a María le llevó casi una hora retroceder desde la tienda hasta el pasillo. Suspiró aliviada y planeó encontrar una salida rápida.

—¡Vete a morir, desvergonzada amante!

De repente, alguien corrió hacia ella y tiró de su cabello, casi haciéndola caer al suelo.

—¡Suéltame!

María extendió bruscamente la mano y empujó
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