Capítulo180
Bajo la luz rosa en la habitación, solo quedaba María con la ropa desordenada, durmiendo suavemente en la desordenada cama, inconsciente.

Manuel estaba parado afuera de la puerta, envuelto en un frío viento. Empujó bruscamente la puerta y entró. Abriendo lentamente los párpados, miró desde arriba con extrema indiferencia a la mujer inconsciente en la cama. Cuando su mirada fría pasó por los distintivos moratones rojos en su cuello, en lo más profundo de su corazón tranquilo y solitario, surgió una punzada de dolor, una punzada penetrante.

Él siempre detestaba que las mujeres le mintieran y odiaba ser traicionado por alguien a quien le importaba, y ahora María le había hecho ambas cosas.

Los apuestos rasgos del hombre se tensaron un poco, y al ver la herida no pequeña en la muñeca izquierda de ella, de donde todavía brotaba una sangre llamativa, no mostró ninguna emoción. La mano que colgaba a su lado ni siquiera se movió en la dirección de la herida.

¿Qué tan limpia podía estar ella en
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