Capítulo158
Una hora y media después, Manuel y Santiago estaban parados dentro de una villa deshabitada en las afueras de la ciudad.

La puerta de acero del sótano fue forzada desde adentro, y un grueso palo de hierro, utilizado para tal propósito, fue arrojado descuidadamente a un lado. Manuel avanzó con zancadas largas y entró. Sus ojos afilados escudriñaron a su alrededor, sin encontrar ninguna anomalía.

Santiago pateó el palo de hierro y dijo con enojo: —Le dije que solo se le proporcionara algo de comida y agua, no se le permitía nada más. ¿De dónde vino esto?

Manuel no dijo nada, frunció el ceño mientras entraba en el estrecho baño y notó el calentador de agua roto. Sus pupilas se contrajeron de repente.

¡Así que eso era! Tenía algo de cerebro. La persona se escapó. Dada su humilde posición y falta de recursos, ¿a dónde podría haber huido?

Santiago lo siguió y entró, también viendo el desorden en el suelo. No pudo evitar maldecir en voz alta: —Joder, pensé que los guapos tenían todos cerebros
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