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Capítulo cuatro

CAPÍTULO CUATRO

Llegué de nuevo a la fiesta y me encontré a una patrulla de policías, entre ellos el padre de Elliott, Michael, que era el sheriff del pueblo, tomando datos a todas las almas allí presentes. Me quedé fuera de la propiedad. No entendía nada. ¿Todo en cuestión de media hora?

Elliott salió de allí, me vio desde lejos, yo estaba esperando en la acera, no quería acercarme más para evitar que me preguntasen algo, qué pereza.

Elliott habló con su padre durante varios segundos y el Sheriff Ronson le dejó marchar. Se dirigía hacia mí.

— ¿Dónde estabas Paige? — Me preguntó preocupado. La verdad es que no se me ocurrió nada que decir. Me quedé callada. — ¿Qué dónde estabas? — Me gritó. Es de las pocas veces que veía a Elliott enfadado.

— Estaba dando la vuelta hacia mí casa. — Dije. — Me estaba aburriendo.

— ¿Sí? ¿No se supone que ibas a verte conmigo en la habitación de Tessa? — Me dijo. — Estás mintiendo Paige. Y más te vale que te lo pienses dos veces.

— No estoy mintiendo Elliott. ¿Qué estás diciendo? No te entiendo. — Dije a punto de llorar y muy frustrada.

— Acaba de aparecer un puto cadáver en la casa de madera que tiene Tessa en el jardín. Apuñalado veinte veces en el abdomen.

Mi cara se quedó sin expresión. Me quedé completamente en blanco.

— ¡¿Quién?! ¿Y no creerás que yo...? — Caí completamente en llanto.

Y esa fue la primera vez que Elliott me miraba de manera despreciable.

— No estabas en la fiesta y hoy me repetiste dos veces lo de acostarnos, pero no apareciste, ¿qué tenías que hacer tan importante, para olvidarte de que habías quedado conmigo? — Dijo muy serio.

— ¡Elliott! ¿Cómo puedes pensar eso?

— No sé lo que pensar ahora mismo, Paige. Vete a casa, ¿vale? — Me echó una mirada de arriba a abajo al mismo tiempo que negaba con la cabeza y se dio media vuelta hacia su coche.

Esperé un rato a que se fuera todo el mundo y a que se llevaran el cadáver. Entré a ver a Tessa. Nos sentamos en su sofá apartando bebidas de todos lados. Estaba en shock porque eso iba a salir en el periódico y sus padres se iban a enterar de su fiesta. Pero aparte, no es nada agradable que se lleven un cadáver de tu jardín.

— Para la próxima ya sabes que no debes colgar ese tipo de carteles invitando a todo el mundo a tu fiesta. — Dije intentando hacerla reír. Y sí. No era nada apropiado.

— ¡Cállate tía! No tiene gracia. — Me miraba con cara de pena. — Tengo el momento grabado en mi retina, tía. Entré a la cabaña del jardín a por la cuerda de mi padre para hacer algún juego y... me encontré al chico desangrado.

— Lo siento. ¿Quién era? ¿Lo conocías? — Pregunté, ya que Elliott no me había dicho quién era el fallecido.

— No, por suerte no lo conocíamos. Pero joder, tía. ¿Apuñalado? ¿Estuvo un puto asesino en mi casa? ¿Cómo pudo matarlo delante de tanta gente? ¿Cómo cogió las llaves de la cabaña?

— Ya lo sé... No te preocupes. El padre de Elliott dará con el culpable... Mañana después de clase te ayudaré a limpiar todo esto antes de que lleguen tus padres. — Intenté animarla.

— ¿Puedo dormir contigo hoy? Tengo miedo.

La verdad es que no me apetecía mucho llevarla a casa y explicarle todo lo sucedido a mi madre, y desde luego, no iba a mencionar el desliz con el chico nuevo, pero también entendía su situación y no era fácil.

— Está bien. — Y pensé de repente. — ¿Qué fue de Marc?

— Marc se fue hace un buen rato. Mucho antes de que encontrásemos el cuerpo y llamáramos a la policía. Mañana le llamaré para contárselo.

— ¿Y por qué?

— Su madre le llamó porque a su hermano le había vuelto a dar una bajada de azúcar, y tuvo que llevarle a urgencias.

Tessa y yo cerramos la puerta de su casa con llave y caminamos hacia la mía.

—Así que ahora hay un asesino en BrookVille? — Me mira.

— Eso parece, Tess. — Puse una mueca.

— Con todo lo que te gustan a ti esas cosas, podrías investigarlo.

— ¿Quién te dice a ti que a mí me guste ser policía? — Me reí.

— Ah no sé, como hay muertos y esas cosas... — Se río de vuelta.

Ignoré su conversación porque a veces decía cosas un poco absurdas. Pero bueno, sería el shock.

Mi cabeza se puso a funcionar de nuevo cuando recibí un SMS.

[Jasper: ¿Te hizo tu novio gozar tanto como yo?]

19 de Septiembre de 2018

Me despierto confusa. Abro los ojos y miro al techo y empiezo a analizar todos los sucesos que se dieron en mi vida en cuestión de horas. El hecho de que he sido infiel a mi novio me tiene preocupada. No sé qué hacer. Si contárselo o no contárselo. Pero me da miedo perderle. Fue un error. Llevaba tres meses sin verle y ese tal Jasper se cruzó por mi camino... Pero nunca se va a volver a repetir. Ayer finalmente decidí no contestarle al mensaje. ¿Para qué? Parece que intentaba reírse de mí o algo por el estilo. No sé qué voy a hacer cuando lo vea delante de mis ojos otra vez.

Giro mi cabeza y miro a Tessa. Seguía dormida. Pobre. Merecía descansar ya que en pocas horas recibirá una llamada de sus padres y esta tarde su casa se llenará de policías en busca de pruebas. Yo no me separaré de ella. No es una situación fácil para nadie. A parte de que Elliott insinuó que yo fui la culpable solo por qué desaparecí. Aunque a decir verdad, prefiero quedar de infiel que de asesina.

—Tess, tenemos que ir a clase. — Tessa entre abre los ojos y me mira. — ¡Joder! Pensé que lo había soñado. — Se lleva las manos a la cabeza y suspira.

—Tranquila, todo se arreglará. — Intenté consolarla.

Sin resultado. Se dio la vuelta sobre sí misma y apoyo su cara contra la almohada.

— Hacer eso no hará que desaparezcan los problemas. — Bromeé.

Su respuesta fue una mirada asesina mientras se levantaba de la cama y se vestía.

Yo me di una ducha y bajé a desayunar, donde estaba Tessa contándole toda la historia a mi madre.

—Hija, ¡no tenía ni idea! ¿Tú estás bien? — Me pregunta preocupada.

—Sí, mamá, ¿no me ves? — Sonreí irónicamente.

—Sé que nunca te lo digo nunca hija, pero te quiero. — Simplemente mi cara fue un poema. Hacía años que no escuchaba esas palabras venir de ella. — Ven aquí, anda. — Se acercó a mí y me dio un beso en la frente.

¿De verdad tiene que morir alguien apuñalado para que mi madre sea un poco más cariñosa? No estaba acostumbrada a sus muestras de cariño por lo que sus besos me empalagaban mucho.

— ¿Tú que vas a hacer, Tessa? — Le pregunta mi madre.

— Llamaré a mis padres ahora para contárselo, antes de que se enteren por el periódico... Y estaré en casa por la tarde para recibir a la policía. — Dijo desanimada.

— ¿Irás con ella, Paige? — Mi madre se dirige a mí. — Tengo un paciente esta tarde y necesito la casa vacía.

—Sí. Claro.

Mi madre atendía a sus pacientes en casa. Lo cual a veces me incomoda pero se niega a alquilar una oficina, así que me tenía que aguantar.

Preparo mi bolso con un estuche y libretas en blanco, aún nos tienen que dar la lista de materiales. Y le presto uno a Tess, ya que no quiere ir a su casa hasta por la tarde.

Caminamos hacia la Universidad, hoy el clima es frío, como si el pueblo reaccionara de manera ambiental al suceso ocurrido. Las calles se veían interrumpidas por niebla en cada rincón, y brisas que iban directas hasta detrás de tu oreja, produciendo escalofríos.

Según entramos por la puerta, vemos a los chicos. Tessa corre a abrazar a Marc, y comienzan a hacerse preguntas mutuamente.

— ¿Cómo está tu hermano?

—Bien. ¿Cómo estás tú? ¿A qué hora fue? ¡Siento tanto no haber estado contigo! — Dice Marc. — Elliott, ¿tu padre va a llevar el caso?

Elliott estaba como ausente, evitaba el contacto visual conmigo y se le notaba incómodo.

—Sí, eso creo. — Clava su mirada seria en mí por una décima de segundo y se da la vuelta y comienza a caminar.

— ¿Qué os pasa a vosotros? — Me pregunta Tessa cuando los chicos están por delante. — ¡Nunca me cuentas nada!

—Es una tontería, Tessa. No quiero hablar de ello. — Seguí caminando mirando al frente.

Nos dirigimos a nuestras respectivas clases.

Entré en el aula y lo primero que hice fue comprobar si Jasper estaba ahí, pero no estaba. He de confesar que me alivió bastante. No sé porque. Si he sido capaz de ver a mi novio que es al que he mentido, ¿por qué siento que voy a tener una gran tensión cuando vea a Jasper? Seguramente sea porque apenas lo conozco y ya me he acostado con él.

La clase se me estaba haciendo un completo coñazo cuando vi una piedra golpear el cristal de la ventana. Y instintivamente supe que era Jasper. ¿Qué iba a ser si no? El compañero de al lado me chistó y me hizo una señal invitándome a asomarme por la ventana. Me levanté y miré. Jasper estaba quieto mirándome desde el patio. Me hizo una pequeña señal que en seguida interpreté como "baja". Y yo como una gilipollas, pedí ir al servicio y bajé.

— ¿Qué quieres? — Dije ya después de haber bajado las escaleras, salido por la puerta y caminar hasta donde Jasper se encontraba.

—Este no es lugar para hablar. — Se dio media vuelta y se fue.

— ¿Piensas que voy a seguirte o algo? Tengo que volver a clase. — Dije decidida.

— ¿Sabes cómo conseguí tu número? — Cosa que no me había dado por pensar cuando recibí su SMS. — Pues de la misma manera que conseguí el de tu novio, por si lo necesito en algún momento.

—No serás capaz. Eso es chantaje. — Negué con la cabeza con cara de tigresa de bengala a punto de sacar las uñas. — Eres un desgraciado.

—Desgraciado es poco. Sígueme.

Finalmente lo seguí sin pensar que estaba marchándome con un desconocido por en medio del patio de la Universidad.

—Sube. — Me dijo señalando a su coche.

— ¿Perdona? ¿A dónde quieres ir? — No recibí respuesta y tras quedarme quieta tres segundos, me subí.

Condujo durante unos veinte minutos. Y yo no veía todo lo que se me venía encima.

Me llevo a una playa. ¿En serio? ¿Qué es esto, una película?

Empezó a caminar por el camino de madera que llegaba hasta la arena. La verdad es que era una ruta espectacular. No todos los días se iba a un lugar así. Hacía años que no me sentía tan cerca de la naturaleza. Y es que, Elliott, me suele llevar al cine, a cenar en restaurantes, y cosas así... Jasper en ese sentido se parecía más a mí. Silencioso, y por lo menos admiraba la belleza de una playa como lo hacía yo.

— ¿Y bien? — Dije con una sonrisa incómoda en mi rostro.

— ¿Y bien, qué? — Me dijo extrañado, como si yo le hubiera pedido que me trajese hasta aquí.

— ¿Qué quieres? ¿Hemos venido aquí para hablar, no?

— La verdad es que yo soy un hombre de pocas palabras. Te he traído aquí porque supuse que te relajaría.

— ¿En serio? ¿Y tú crees que este es el mejor momento? — Repliqué.

— A mí me da igual la universidad. — Dijo encogiendo los hombros.

— ¡Cómo no! ¿Pero a mi qué? — De verdad que no daba crédito ante el nivel de pasotismo de ese individuo.

— ¿Vas a dejar a tu novio? — Me pregunta mientras clava su mirada en mí, y me agarra fuerte de la mano.

— ¿Perdona? — No pude evitar dejar salir mi risa floja. Me parecía surrealista.

— Los dos sabemos que no nos podemos controlar, ¿para qué vamos a dejar a gente meterse por en medio? — Y de nuevo, bruscamente agarró mi blusa y me empujó contra él. No me dio tiempo a reaccionar así que digamos que le seguí el rollo.

Agarraba y apretaba mis glúteos al mismo tiempo que quitaba mi chaqueta.

Yo me deje llevar y ya con apenas eso estaba muy cachonda. Dejaba que besara mi cuello y poco a poco sonidos intensos salieron de mi boca.

Pero oye. Hoy me pude controlar.

Separe mi boca de la suya y me quede mirándole a los ojos.

Él se quedó esperando a que dijera algo.

Os juro que iba a cortarle el rollo, pero le vi esa boca tan cerca de la mía y no pude aguantar más. Y le bese de nuevo.

Era como si tuviéramos las conversaciones más íntimas y profundas cada vez que nos besábamos. Nuestros cuerpos se sentían como dos personas que llevaban extrañándose durante años, y que al fin se habían vuelto a reencontrar.

Pero yo apenas le conocía de veinticuatro horas.

El lugar era precioso y las olas rompían tan cerca de la orilla, que el agua llegaba hasta nosotros.

Estábamos besándonos y acariciándonos los cuerpos apoyados en una roca. Hacía mucho viento pero apenas lo sentía.

— ¿Nos bañamos? — Me dijo sonriendo muy pícaramente mirando hacia el mar       

— Vale. — Ni me lo pensé dos veces. Mi rostro reflejaba pura felicidad como cuando a un niño pequeño le regalas su juguete favorito.

Corrimos hacia el agua. Con ropa y todo. El entró súper rápido. ¿No tenía frío? Yo iba muy convencida pero cuando mis pies rozaron el agua helada, me lo pensé por unos segundos.

— Está muy fría. No puedo. — Le grité. Él ya se había metido entero. Caminaba hacia mí mientras apartaba su pelo hacia atrás.

Me cogió en cuello. Y comenzó a correr al mar.

— ¡No! ¡No! ¡Bájame, por favor! ¡En serio! — Golpeaba su espalda suplicándole que me bajara.

Pero no. Me soltó y caí desplomada al agua. Pero ahora ya no tenía frío.

— Eres un imbécil. — Le grité al mismo tiempo que le salpicaba.

— Y tú me pones muy cachondo. — Me dijo cuando sentí como mi cabeza se caía hacia detrás a causa de un tirón de pelo y su lengua recorría todo mi escote hasta llegar a mi boca.

Me giró sobre mi misma, dejándome de espaldas a él. Sentí como mis mojados pantalones se bajaban y como me penetraba poco a poco.

Imaginaros el panorama. Una playa inmensa vacía y dos locos follando dándolo todo.

Caminábamos de nuevo hacia el coche. Y yo de nuevo volví a ser la del principio. Es como si me hechizara su cara y su cuerpo cuando estaba cerca de él y luego el hechizo se me quitase, volviendo a pensar las cosas fríamente. Y ya sé que eso no es excusa. Soy una infiel. Pero también Elliott acababa de insinuar que yo era una asesina el día anterior.

Tenía claro que tenía que tener una conversación con él.

—  ¿Te llevo de vuelta a clase? — Me dijo mirándome por breves segundos antes de volver a poner sus ojos sobre la carretera.

— ¿Tú estás tonto? Llévame a casa antes de que pille una neumonía. — Respondí seriamente al mismo tiempo que tiritaba.

Le guie hacia mi casa y me dejó en la puerta.

Me desabroché el cinturón y sin mirarle me bajé del coche y caminé hacia mi puerta.

Escuché como me pitaba y me di la vuelta segundos antes de cerrar la puerta prácticamente en sus narices.

— Nos vemos pronto. — Me dijo. Y se fue.

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