Un mes después…
Alondra dormía de manera tranquila, regresaba de haber visitado a Ernesto, siendo domingo pudo dedicarle todo el día a él, aprovechó para realizar sus tareas, ahí mismo.
Álvaro la llamó para decirle que saldría a visitar a su familia, que estaría incomunicado, por la zona en la que viajaría hacia Toledo, le explicó que le habían dado un par de días, que deseaba descansar un poco. Su madre residía a veinte minutos de la ciudad.
Finalizó su conversación con él y se recostó, en cuanto su cabeza tocó la almohada cayó rendida.
Una llamada a las 12:00 am la alertó, observó su móvil, entonces vio que se trataba de Nora, la enfermera con la que había hecho una muy buena amistad, «Ernesto», fueron sus primeros pensamientos, levanto su móvil de manera nervios.
—Sí, diga —la voz le tembló al pronunciar esas palabras. —¿Cómo? N
Parece que algo aterrador se espera en el siguiente capítulo, no te lo pierdas, si deseas saber, lo que sucederá con Alondra. Saludos con cariño.
Karla sonrió de forma perversa y sin piedad comenzó a cortarla, lo más pegada a su cuero cabelludo. — ¡No! —el grito desgarrador que dio, fue inútil. En cuanto terminó de cortarle el cabello, Karla lo tomó y lo elevó en su mano, como si de un trofeo se tratase. —A ver si así dejas de ser esa presumida, arrogante, que se siente miss universo. —Enarcó una ceja, sonrió sintiéndose victoriosa por su logro. —Me duele mucho esto que te pasó belleza, pero necesitabas una lección—Juanjo estampó sus labios sobre los de ella, quien no hizo nada por defenderse—. Así me gustas, obediente mi chica. Una vez que se fueron, Alondra se quedó inmóvil en el suelo durante mucho tiempo, no podía creer que las cosas se juntaran y cayeran sobre ella de manera abismal. Se colocó en posición fetal durante el tiempo que estuvo tirada en el piso. Cuando tuvo
Quince días atrás, diciembre. Luego de regresar de ver a su familia. Álvaro pudo comenzar a leer los correos que tenía acumulados, trataba de hacerlo lo más rápido posible, antes de iniciar con el proceso de certificación. Estaba por cerrar su móvil cuando observó uno que llamó su atención «con asunto ‘piedras en el zapato’», enviado por Raúl, tenía fecha de una semana atrás, en dónde le expuso a grandes rasgos la situación en la reunión que tuvieron con Benjamín. Justo cuando estaba por responder, lo llamaron para empezar con el curso, trataba de estar atento, pero su mente comenzó a viajar, sintiéndose inquieto, algo dentro de él le hizo tener la necesidad de comunicarse con Alondra. Mientras estaba sentado movía la pierna constante, deseando que terminara ya, así tuvo que aguantar para el horario de la comida, la cual se prolongó hasta las 4:00 de la tarde. En cuanto pudo salir del audi
A la mañana siguiente. Cuando despertó Alondra, una maleta se encontraba en la entrada de su habitación, pudo reconocer que se trataba de sus cosas, no entendía por qué, pero agradeció que estuvieran ahí para poderse duchar y cambiarse de ropa. Miró el reloj del muro que había en la habitación, las diez de la mañana, se sorprendió al ver lo tarde que era. Entonces se levantó a prisa, se dio cuenta que traía puesta la chaqueta de Álvaro, tomó un lado de esta y la acercó a su nariz, aspiró su aroma era curioso, pero sentía que toda la habitación olía a él. Una vez cambiada, se dirigió a la planta baja, observó a Álvaro sentado en la sala, se veía pensativo, quizás preocupado, era una faceta nueva en él, ya que proyectaba por lo regular una gran seguridad. —Buenos días. La voz de Alondra lo sacó de sus pensamientos. Giró en dirección a ella de inm
Inicio de semana. Lunes. Un comité de bienvenida esperaba a Álvaro en el último piso del edificio de las lujosas oficinas. Había pancartas, globos, bocadillos, bebidas y champagne. Para celebrar la bienvenida del nuevo presidente a nivel Latinoamérica. Eran las 9:30, Benjamín estaba con los nervios de punta, para suavizar los cambios con los que él se encontraría a su llegada, había organizado esa ‘bienvenida’, escudándose de los mejores empleados de Álvaro. —Señorita Briseño vuelva a marcarle, hace más de una hora que debía estar aquí. Álvaro llegó más tarde, el rostro de Benjamín se desencajó al verlo ingresar en compañía de Alondra y Raúl. — ¡Sorpresa! Escuchó de la voz del equipo con quien trabajaba. —Muchas gracias por tan bello detalle —respondió con una enorme sonrisa Álvaro. Degustaron
Eran las 8 de la mañana, de un domingo 6 de enero. Alondra se arreglaba sentada frente a su tocador, para salir al hospital a visitar a Ernesto, se colocaba sus aretes, cuando tocaron a su puerta. — ¿Puedo pasar? —Álvaro preguntó. —Claro, adelante —Alondra sonrió, al escucharlo. La puerta se abrió y entonces vio que se asomaba una caja con una muñeca, ella no alcanzó a comprender lo que sucedía, hasta que él se dio paso, con el objeto sujetándolo con sus manos y una bolsa de regalo colgando en uno de sus brazos. Álvaro se acercó, colocó las cosas sobre su cama, extendió su mano para ayudarla a levantarse. Una vez que ella estaba de pie, la haló hacia él, la estrechó entre sus brazos, tomándola por la cintura y la besó. —Feliz día de reyes— Susurró en su oído. Los ojos de Alondra se cristalizaron, recordó el último día que disfrutó de esa fec
Una semana después. Era sábado el día en el que la familia Alvarado se reuniría para poner en la silla de los acusados a Álvaro, quien llegó puntual a la casa de la abuela. Estar en ese lugar fue como entrar a un funeral, todos lo miraban de manera seria, sin ninguna muestra de afecto «hay Benjamín en las cosas que me metes debido a tu ineptitud», pensó para sí mismo. Caminó por el jardín en donde se encontraba la familia reunida, pero prefirió dirigirse hasta la estancia para beber una copa de Whisky. Ingresó por la cocina, iba a salir de ahí, cuando algo llamó su atención: —Arnulfo querido que gusto verte, ¿hace cuantos tiempo que no nos veíamos? La voz de esa mujer fue demasiado familiar para Álvaro. —Quizás 5 años. Escuchó responder a Arnulfo. —¿Qué has hecho de tu vida?, querido.
Mientras tanto Álvaro estaba sentado en la gran sala de la casa, vestía de forma casual. Pantalón vaquero azul claro, camisa de botones de manga larga de algodón arremangada a mitad de los brazos y desfajado, zapatos mocasines color café oscuros, gafas de sol, metidos en el bolsillo de su camisa, lucía un reloj de marca en el brazo izquierdo. Le encantaba vestir cómodo los fines de semana que no estaba en la oficina y lo mejor de todo, le fascinaba molestar a su familia al usar ropa informal. La distinguida y apretada familia de Álvaro se encontraba sentada alrededor de él. Encabezados por Benjamín, y su madre Ana Lucía, (viuda de Benjamín Alvarado). El tío Guillermo, «hermano de su padre», en compañía su esposa Elena y sus dos hijos Alfredo y Gonzalo. Su tía Inés de las hermanas más chicas de su padre con el tío Alberto, y su único hijo Alberto junior, de tan solo 20 años de edad. El tío Arturo en compañía de su esposa Karen y sus dos hijas Alix y Ady,
«Siempre hay algo bueno en este mundo, por lo que vale la pena luchar» U.R.R Tolkien **** Los hombres que acompañaban a Juanjo, subieron las escaleras, caminaban de forma lenta, con una linterna en la mano, buscando puerta por puerta, cuando detectaban que alguna estaba cerrada bajo pasador, forzaban el picaporte y la abrían para buscar