Dos días atrás.
Ahí justo en el punto de reunión se encontraban aquellos dos hombres de nuevo vestidos con harapos, luciendo desaseados con apariencia de indigentes; esperando entre la oscuridad y la neblina además del tremendo frío que le calaba hasta los huesos, con algo de impaciencia.
Luego de no más de tres minutos una mujer de edad madura, se acercó al calor de la fogata que se encontraba en medio de ese callejón, en donde todos los que no tenían hogar pernoctaban, luciendo una vieja gabardina, además de unos pantalones viejos, desgastados y manchados por la tierra, con una playera, unos tenis rotos, un par de guantes sin dedos, y un gorro para protegerse del frío. Su rostro lucía sucio, y su cabello se encontraba enmarañado. Permaneció un par de segundos frotando sus manos al calor que emitía aquella gran hoguera. Hasta que aquellos dos sujetos se acercaron de manera discreta por un poco de calor.
 
Les dejo un capítulo más. Saludos
Ensenada, Baja California. Anastasia se encontraba furiosa al leer el dictamen del juez, negando por un tiempo, la visita a su sobrina; al haberle causado una crisis en los juzgados, recomendando al padre terapia de apoyo a la niña, con la finalidad de ayudarla a desvincular la figura de Amanda, sobre su hermana. Clara por su parte derramó un par de lágrimas, mientras bebió una copa de vino tinto. Justo en ese momento, las puertas de la residencia se abrieron, entonces Amanda apareció adentrándose en dirección de la sala, sosteniendo un portabebé, con una pequeña de unos meses y la colocó sobre uno de los sillones. La madre de ambas, se quedó observando a la recién llegada, sin poder creer que estaba ahí, sorprendida por aquella pequeña. —Hace mucho tiempo, no estabas aquí —Clara externó con sorpresa. —Vaya, vaya, vaya, el mismísimo diablo en p
Arnulfo se encontraba en el centro de operaciones de la Marina en conjunto de la capitana Valeria García detallando la sorpresa que le estaban preparando a Juanjo. — ¿Has tenido alguna otra información? —Arnulfo quiso averiguar. —No, supongo que tu gente ha tenido complicaciones para poder hacerlo. —Ya encontrarán la manera de comunicarse, confío en ellos —refirió él—. Tenemos que enfocarnos en que no haya ningún camino que no tengamos bien estudiado, para que no se nos vaya a escapar como suele hacerlo. Ya me tiene hasta harto este maldito desgraciado. —Señaló el teniente. —Ya tengo gente trabajando en mapas de la ciudad, hasta los suministros de drenaje y agua potable están estudiando. —Llegó su fin —el teniente determinó con seguridad. ******** Juanjo viajaba con toda tranquilidad, acompañado por su grupo de malhech
La chica estrechó sin poder ocultar su emoción a Álvaro, sus brazos se anclaron sobre su cuello, al tiempo que acercó su rostro a su pecho. En ese instante el agradable aroma a cítricos florales con notas a maderadas provocó que se estremeciera. Álvaro correspondió con sinceridad a aquel abrazo, sintiendo gran gusto de volver a verla. Alondra miró atenta la reacción que tuvo aquella hermosa mujer hacia su novio, esperó a que finalizaran de saludarse, para saber de quien se trataba, sin embargo a Paula María no le agradó en absoluto tanta cercanía. —Dile algo, abu —susurró. Doña Ofe carraspeó de inmediato, sabiendo que aquella joven había tenido historia con Álvaro, pero por algo las cosas no se habían dado y cada uno había tomado rumbos distintos. —Mucho tiempo sin verte —refirió con cálida sonrisa. — ¡Doña Ofelia!, que gusto me da saludarla —la chica
Por la madrugada. Alondra abrió sus aceitunados ojos de golpe, al escuchar el rechinido de la puerta, entre la oscuridad del lugar, no pudo distinguir de quien se trataba, sin embargo su corazón se agito, sintiéndolo retumbar con fuerza. —Alondrita. Aquellas palabras la hicieron estremecerse. De inmediato se enderezó recargando su dorso en la cabecera de la cama, giró buscando a Álvaro, pero no logró tocarlo, ya que las manos de Juanjo se posaron en el acto en su delicado cuello, haciendo presión. Alondra abrió los ojos de par en par al sentir que no podía respirar, intentó alejar sus manos, pero la presión que causaba en ella, lo impidió, entonces sus piernas comenzaron a moverse con desesperación. Una lágrima solitaria corrió sobre sobre su rostro. ** —Alondra, mi vida despierta por favor. —Álvaro agitó su cuerpo, al escucharla j
Whistler, Canadá. Para poder relajar su mente, Álvaro decidió salir con su familia al visitar la villa, en compañía de la madre de Daniel y sus hermanas. Mientras caminaban por las calles. —Estoy considerando que vayamos a esquiar, mañana. —Álvaro señaló hacia una de las montañas que los rodeaba, completamente emblanquecida por las nevadas. Alondra observó la gran altura, por lo que abrió los ojos de par en par. —Debe ser algo difícil —expresó. —Te aseguro que con este maestro, no tendrás dificultad en hacerlo. —Guiñó un ojo—, es buen momento que mis chicas aprendan. —Agradezco tu intención de enseñarnos, mijo, pero yo prefiero subirme al funicular —Doña Ofe intervino—, estoy segura que por ahí puedo encontrarme algún galán. —Sonrió coqueta. —Pues no se diga más, solo no te alejes mucho. —Álva
San Felipe de Agua, Oaxaca. Faltaban un par de calles cuando las camionetas se detuvieron, indeciso Juanjo, dudaba si ser él quien entrara a esa casa, para llevarse consigo a Alondra. Observó las fotografías de la joven que le habían dado, entrando y saliendo de la fábrica o recargada en el barandal de la terraza, por lo regular sola, otras veces acompañada por Saraí o Azul. —Creo que es momento de hacer las cosas por mí, para que salgan bien— Miró a Luis, quien iba manejando. —Se me hace muy arriesgado, pero tú eres el jefe —respondió. —Será lo que tenga que ser, que yo no espero nada de esta vida. —Dirigió su mirada hacia la parte de atrás de su camioneta. — ¿Cómo te llamas? —le preguntó. —Soy Rene Trejo, patrón —Mintió en el apellido. —Te voy a recompensar por el buen trabajo que has hecho, al haberla ubicado, ¿y
Whistler, Canadá Álvaro observaba la luna, desde la ventana de la habitación donde se estaban hospedando. Giraba un centavo, sobre su mano, la cual tenía un valor muy significativo, pues la llamaba la moneda de la suerte, ya que su abuelo se la había obsequiado. Se encontraba muy preocupado por Arnulfo. Colocó una de sus manos sobre su rostro. Miró su reloj como lo había estado haciendo durante las úitimas horas, siendo las 4:40 am. — ¿Qué sucede? La voz de Alondra, lo sacó de sus pensamientos. —No puedo dormir. —Te observé durante la reunión mirar hacia tu reloj, varias veces. Sé que algo te preocupa, no eres de las personas que estás, pendiente del tiempo, además tu mirada me lo dice todo. —Alondra lo escuchó exhalar. — ¿Es sobre Juanjo, verdad? —Así es, estoy esperando noticias de mi tío. Alondra se acercó hacia Álvaro, colo
San Felipe del Agua, Oaxaca. Horas antes de la captura. —Híncate —Arnulfo ordenó, apuntando a su cabeza. — ¿Estás bien? —. Se dirigió al agente al que había disparado Juanjo y se comenzaba a reincorporar. —Sí, señor —respondió, abriendo la chamarra que cubría su chaleco antibalas. — ¡Híncate! —volvió a gritar. —Arnulfo se acercó oprimiendo la herida que tenía en el hombro Juanjo, al no hacer lo que él le ordenó. —Será mejor que acabes en este preciso momento conmigo, porque si no lo haces, no habrá vida que te alcance para esconderte de mí— Juanjo lo miró con toda furia que tenía contenida. —Mira infeliz. Si yo te matara en este mismo instante, sería como premiarte y yo no premio a los bastardos, como tú— El teniente le sostuvo la mirada. —Desde la cárcel, yo podré seguir operando, con toda