La misma habitación donde me he colocado el vestido de novia ha sido testigo de las lágrimas que cayeron por mis mejillas mientras me colocaba el vestido corto color blanco que él ha hecho llegar sobre la cama con una nota que decía "Colócate esto." El vestido es prácticamente una copia del mismo vestido que él menciono, el que use en Capri, y ya no comprendo que espera de mí ¿Acaso intenta torturarme con recuerdos?
Ahora comprendo el sentido de la maleta con ropa que me ha pedido que trajera; era para ir a Italia. Tengo pánico de ir allá con el ¿y si me hace daño? Camino los pasillos de este hotel hasta llegar a la recepción sin dejar de pensar en cómo es que mi vida ha se ha transformado en esto en cuestión de días. Lo veo esperándome en la entrada del hotel y al verme se acerca a mí y toma mi maleta.
—Estaría bien si te dieras prisa, el piloto nos está esperando. — dice y me hace seguirlo hasta salir del hotel y encontrarnos con una limusina.
El chofer se encarga de la maleta, pero antes nos abre la puerta. —¿Piloto? — pregunto confundida.
—Avión privado Sienna. — me explica como si fuese algo obvio.
«Es egocéntrico, vanidoso, insoportable...»
—Está bien, disculpe señor Sandonini. —digo de manera sarcástica.
Me subo a la limusina, me siento en el sitio más apartado de él y solo me cruzo de brazos.
Fijo mis ojos en el cristal de la limusina y evito observarlo. Me niego a que se dé cuenta que he estado llorando. No quiero mostrarme débil frente a él. No puedo dejarle derrotarme.
Estoy muy concentrada observando los encantadores paisajes de Miami y siento que a medida que nos acercamos al aeropuerto privado me alejo de mi vida, una que de a poco deja de pertenecerme.
—Mis padres no saben la verdadera razón por la que tú y yo estamos casados. — dice de la nada y ahora si tengo que mirarlo.
— ¡¿Qué?!— preguntó totalmente sorprendida.
No entiendo nada... ¿sus padres no saben de su plan de venganza?
—Ellos creen que llevamos una relación de cinco meses; los mismos que llevo en Miami. Si se te ocurre abrir la boca en cuanto a lo que te he dicho, tu padre pagara las consecuencias. Ya lo sabes. Además, necesito que firmes esto. — dice entregándome un sobre.
—¿Qué es? —le pregunto confundida sin siquiera abrirlo.
—Tienes todo el viaje rumbo a Venecia para leerlo. — dice de manera prepotente.
«No sé cómo lo aguantaré un año...»
Ignoro su comentario completamente — ¿Tu familia vive en Venecia? — es lo único que le preguntó.
—Sí, ¿has ido? — indaga un poco más amable y su cambio me hace pensar que es bipolar o algo.
—Sí, unas cuatro veces. Preciosa ciudad— comentó y debo entender que Venecia no tiene ni tendrá la culpa de lo que me está sucediendo.
—Qué bueno que te guste. —es lo único que me responde y no puedo esperar otra cosa de él, ha regresado el ogro.
Unos cuantos minutos después llegamos al aeropuerto y allí puedo ver un grupo de gente esperándonos.
—Bienvenido señor y señora Sandonini. —dice quien parece ser el piloto una vez que bajamos de la limusina.
—Hola Felipe. —le responde y cuando menos me lo espero, el ahora mi esposo me ofrece su mano para ayudarme a subir la escalera hacia el interior del avión.
Supongo que finge ser amable para que nadie de la tripulación del avión sospeche la verdad de nosotros dos. Subo al avión y al mirar a mi alrededor me quedo sin palabras. Es realmente enorme y muy lujoso.
—Habitación, habitación, sala abierta, baños. — dice señalando las diferentes áreas del avión y solo asiento.
—Gracias. — respondo y camino hacia los asientos que hay en el centro del avión.
Me siento en uno de ellos y abrocho el cinturón de seguridad. Una vez que todos ya han subido y que se ubican en sus puestos abro el sobre que me ha dado en el camino.
«¿Un contrato?» me pregunto a mí misma al ver el formato del documento. Leo atentamente cada detalle y es básicamente un documento donde renunció a cualquier beneficio que pueda significar ser su esposa. Lo que más detalla es su fortuna y no entiendo porque no me dio este documento antes de casarnos.
—¿Por qué no me lo has dado antes de la boda? — pregunto levantando mi mirada para encontrarme con la suya.
—Porque no es un contrato prenupcial. —sentencia.
—¿Y qué es? —
—Es un documento donde tú voluntariamente, renuncias a todo en caso de divorcio; lo cual sucederá en un año— me dice mientras se sienta en el asiento que hay enfrente.
—¿Y si no quiero firmarlo—le reto?
—Fácil, demando a tu padre por incumplimiento de contrato. —
—¿De qué hablas? — pregunto confundida.
—De lo que puedo provocar que él haga. Firma el documento. — me dice y con toda la rabia que siento por él tomo el bolígrafo que me ofrece y firmo.
—Eres lo peor que me ha sucedido en la vida. —le dejo saber con rabia y me pongo de pie.
—¿Dónde vas? — me pregunta mientras me alejo.
—A donde no te tenga que ver— sentenció y entro a una de las habitaciones que él me ha señalado.
Cierro la puerta con llave y me siento en los asientos que hay allí dentro. No quiero verle al menos por unas cuantas horas, es lo peor que me ha sucedido. No puedo esperar a que este año se pase rápidamente, maldita la hora que se ha cruzado en mi vida.
Tenía otros sueños para mi vida. Tenía la ilusión de casarme con alguien que me amara sin límites, tenía la ilusión de convertirme en madre, soñaba con recorrer el mundo con él; pero no, estoy casada con alguien que me está utilizando para su venganza.Estoy sentada en uno de los asientos que hay dentro de esta habitación y observo por la pequeña ventanilla como la ciudad se va haciendo más pequeña hasta que son las nubes q
Venecia, que ciudad más hermosa. Sus paisajes me hacen olvidar de toda esta pesadilla que estoy viviendo. Es su belleza la que provoca una sonrisa en mi rostro mientras que una limusina nos lleva hasta su casa. —¿Te puedes imaginar viviendo aquí? —me pregunta y debo voltear a verlo.Observo su rostro e intento descifrar que es lo que realmente quiere decir con esa pregunta, pero nunca puedo entenderlo.
Intento zafarme, pero es difícil, sus brazos me tienen amarrada a él y su boca no le da tregua a la mía ¿Por qué tiene que besar tan bien? Mi mente vuelve a tener algo de cordura y consigo morder sus labios haciendo que se queje y finalmente se aparte de mí.—¡¿Pero, qué haces?!— exclama quejándose del dolor y yo solo lo miró seria.
Yo creía que mi habitación en la misión de Miami era de tamaño más que considerable, pero la de esta casa, es ridículamente inmensa. Es de color gris muy claro con algunos mínimos detalles en morado e incluso tiene una sala además del baño y el vestidor el cual es enorme también.— ¿Te gusta? — me pregunta mientras me mira fijamente.
Había estado en muchos restaurantes lujosos, pero esto es definitivamente de otro nivel. Candelabros de cristal colgando del techo, piso de mármol, mesas decoradas con una elegancia inigualable; y la mirada de la gente sobre nosotros dos mientras el camarero nos lleva a nuestra mesa. Puedo escuchar como algunos susurran y les entiendo por partes.—¿Por qué todos nos miran de esa manera? — le pregunto al insoportable de mi esposo.
Después de una noche de muy mal dormir, abro mis ojos sintiendo demasiado calor... Al intentar moverme a un lado de la cama entiendo perfectamente que es lo que sucede; él está durmiendo a mi lado. Siento ganas de empujarlo hasta que se caiga de la cama, pero la verdad es que se ve increíblemente guapo dormido.Su cabello negro está bastante desordenado, pero de una manera muy sexy... Es la primera vez que me detengo a ver lo largas que son sus pestañas, y ni hablar de esa apena
Creí que para este momento el ya habría salido de la habitación, pero al salir del baño semi vestida él me mira sentado desde el borde de la cama. Aún no se ha cambiado y sigue con ese bóxer que marca todos sus atributos puesto y con esa maldita sensual sonrisa de lado que posee.—¿Crees que puedes hacer lo que has hecho e irte como si nada? — me pregunta serio y decido ignorar su comentario para entrar al enorme guardarropa y escoger algo de lo poco qu
Fingir que todo está bien frente a sus padres se me hace difícil, especialmente cuando ahora estamos todos sentados alrededor de la mesa y mi supuesto enamorado esposo deja besos en la comisura de mis labios durante el desayuno.—Hijo, ¿aún no has llevado a tu esposa al yate? —pregunta su padre con bastante entusiasmo.Último capítulo